18.10.05

Suerte

Todos conocemos, e incluso alguno seguro que ha usado, algún truco para llamar a la suerte y alejar el mal fario. Tocar una pata de conejo o madera, levantarse con el pie derecho o tocarle la chepa a un jorobado son sólo algunos modos de atraer lo bueno hacia nosotros. Pero, ¿alguna vez nos hemos parado a pensar por qué hacemos esas cosas? ¿A quién se le ocurrió asociar estos sucesos a tener buena estrella? ¿Por qué ha quedado arraigado de esa manera, como si de una religión se tratara o tratase? Posiblemente, realizar alguno de esos actos alguna vez le coincidió a alguien con un hecho que podría denominarse como bueno (acierto en la lotería, en las quinielas o algo similar, por poner un ejemplo), pero me parece que achacar ese acierto a haber tocado una pata de conejo o una herradura de caballo suena, cuanto menos, a ridículo.

Supongamos que un delantero de fútbol sigue siempre un ritual que él supone que le trae buena suerte (y los hay). Supongamos ahora un portero de fútbol de otro equipo que sigue otro ritual totalmente distinto (o el mismo, que da igual) con el mismo fin. ¿Qué pasará cuando el atacante tenga que tirar un penalty sobre la portería del arquero, ambos supersticiosos? Sin duda ambos llevarán a cabo su propio ritual con el fin de conseguir sus planes, pero indudablemente uno de los dos fallará. Entonces, ¿sirve para algo llamar a la suerte? ¿O es que en ese caso estará del lado del que rece más fuerte o comience antes con el rito?

Me parece que voy a empezar a decir que morderse la uña del dedo gordo del pie izquierdo es sinónimo, aparte de una buena dosis de elasticidad, de buena suerte. A ver si dentro de unos años lo incluyen entre una de las formas de llamar a nuestra buena estrella.

2 comentarios:

  1. A mí lo que me da buena suerte es cambiarme los piercings que llevo por otros que llevaba tiempo sin usar. Sobre todo en épocas de exámenes.

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  2. Supongo que en esos casos, estudiar es algo secundario, ¿no?

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