26.8.07

El precio justo


Los encuentros entre el Real Madrid y mi equipo de toda la vida, el Atlético de Madrid, siempre me han resultado particularmente especiales. En esos partidos, y sobre todo en el estadio madridista, es donde mejor luce la camiseta rojiblanca, a pesar de que en los últimos años los resultados no han sido los que un atlético desea. Cuando mi amigo Javi me ha dado las entradas del partido que su padre había conseguido, mis ojos se han dirigido, de manera casi instintiva, al precio: 100 euros. Unas dieciséis mil pelas de las de antes. Por ese precio digo yo que el asiento estará, cuanto menos, al lado de Calderón y de toda la gentuza que suelen llenar los palcos de los estadios de fútbol.

Así que hacia Concha Espina me he dirigido con mi amigo Gonzalo (atlético también) y con nuestras preciadas entradas de 100 euros, pensando en que íbamos a ser la envidia de toda esa gente que se arremolinaba en los aledaños del estadio con el merchandising del Madrid más variopinto a cuestas. Puerta 53. Llegamos. Entramos. Subimos. Subimos. Subimos. Llegamos a la grada que nos corresponde. Un poquito más arriba de lo que habíamos pensado en un principio. A buscar nuestro asiento. A ver…. El sector…. Sí, ahí está. Tenemos que subir un poco más en la propia grada, a ver la fila…. Sí, claro, no podía ser de otra manera, la última. Particularmente intranquilizador nos resulta que las tres últimas filas más parecen de la típica verbena de pueblo que de un estadio de fútbol. Para colmo, detrás nuestro no había pared, no. El lumbreras que construyó esa grada, pensó que quedaría más chulo el estadio si pudiera verse la calle desde ahí, por lo que únicamente había puesto una serie de barras horizontales con el fin de que la gente no pudiera tirarse cuando su equipo fuera perdiendo y el espectáculo fuera de todo menos bonito. Con lo que no había contado era con la corriente de aire a la que están sometidos todos los que allí se sientan. ¿Y estos asientos cuestan 100 euros? Arriba del todo, desde donde los jugadores parecen muñequitos de futbolín y en plena corriente que hacía que, en pleno agosto, tuviéramos un frío más propio de otros meses menos cálidos.

Ha empezado el partido mientras yo tenía la duda de cómo iba a reaccionar en caso de que el Atleti marcara. No quería llamar demasiado la atención, que el número de garrulos por metro cuadrado se disparaba en esa zona, pero tampoco sabía si iba a poder contenerme demasiado. Por suerte o por desgracia, no he tenido que esperar mucho, puesto que el Kun Agüero ha necesitado solamente un minuto para batir a Casillas. Y no, no lo he podido evitar. Me he levantado como un resorte. Gonzalo también, y todos los que por ahí andaban de infiltrados, también han hecho lo mismo. Eso sí, hemos cantado el gol, sin aspavientos, y nos hemos vuelto a sentar, no fuera que alguno lo tomara como una provocación. El resto de la primera parte se nos ha hecho eterno. No por el juego, ni por el resultado. Eso de estar en un estadio de fútbol y no poder expresarse libremente, cansa más que otra cosa. Al terminar el partido, con derrota atlética por 2-1, estábamos tan cansados como si hubiéramos sido nosotros los que disputaran el encuentro.

En resumen: Noventa minutos viendo el partido desde la parte más alta del campo, viendo a los jugadores como enanitos, con una rasca impresionante dándonos en la espalda, sin poder desahogarnos como la ocasión lo merecía y derrota atlética. Si encima llegamos a tener que pagar los 100 euros….

1.8.07

Eternamente grande

Y que por culpa de anuncios como este acabemos por picar siempre...