6.12.06

Un viaje peculiar

La semana pasada estuve de vacaciones en Barcelona, donde acudí para ver a esa gran banda que es Iron Maiden en directo. El concierto en sí estuvo muy bien, pero no es de ese acontecimiento de lo que voy a hablar aquí. Ni de la estancia en la Ciudad Condal, ni de mis hermanos, ni de mis cuñados, ni de los catalanes, ni de....

El día que tenía que volver, fuimos a comer a un restaurante indio situado en la calle Pujades (que no sé por qué, pero se lee "puyadas"), con mis hermanos, cuñados y un amigo de mi hermano. Fue una experiencia distinta, aunque mejor de lo que pudiera haber pensado en un principio. Incluso mi hermana, tan especial como es para el tema de las comidas, dio buena cuenta de algunos de los alimentos con que nos deleitaron. El plan era ir de allí a casa de mi hermano a por mi maleta y mi play, y zumbar para el aeropuerto. En principio, desde el Poblenou hasta el aeropuerto, el trayecto dura unos veinte minutos en condiciones normales. Así que salimos a las cuatro y media, con media hora de margen. Pero cuál fue nuestra sorpresa cuando nos encontramos con un atasco monumental en la ronda, que no sé si es la ronda de Dalt, la ronda litoral o cuál. Total, que el bueno de mi cuñado, que empezó a ponerse más nervioso que yo mismo, que era el que tenía que viajar, empezó a buscar alternativas por la ciudad. No sé por dónde fuimos, dado que no me conozco la ciudad, pero sí pasamos por Montjuic. Yo miraba continua y compulsivamente el reloj, rezando para llegar al aeropuerto antes de las 17.10, que era la hora límite que ponía en la tarjeta de embarque para facturar la maleta. Pero los minutos pasaban inexorablemente y sin compasión, y finalmente, a pesar de la conducción un tanto temeraria que ejerció el Barbas, llegamos a las 17.25, la hora de embarque. Mis temores se hicieron realidad, cuando la señorita de la mesa me dijo que era imposible facturar la maleta ya, porque se habían cerrado las puertas y no llegaría. Como esa era una situación que ya había previsto mentalmente, le dejé mi maleta a mi hermana, con la misión de que me la hicieran llegar en Navidad y salí corriendo para la puerta de embarque, no fuera que encima perdiera el vuelo.

Al llegar al puesto de la guardia civil en el que detectan si uno lleva algo sospechoso, como puede ser una botella de agua, me indicaron que tenía que sacar la play de la bolsa que llevaba como equipaje de mano, y pasarlo por el detector. Entre las prisas y los nervios, tardé más de lo deseado, aparte de que me dejé en algún lugar la tarjeta de embarque, con lo que mis nervios crecieron en progresión geométrica. De repente pude oir cómo un guardia de los que estaban por ahí de cháchara decía en voz alta mi nombre. "Horror, ya la he liado". No, hombre, tenía en su poder la tarjeta de embarque y se disponía a devolvérmela.

Así pues, pasé el control en más tiempo del deseado y/o deseable, y me acerqué a las pantallas para ver por qué puerta exactamente debía introducirme en el avión. La B12, como la vitamina. Y al lado.... el temido cartelito de Última llamada. Horror. Así pues, me puse a correr como alma que lleva el diablo rumbo a la B12, que todo hay que decirlo, debía estar en la otra punta del aeropuerto. Finalmente llegué, con la lengua fuera, y la chica de la puerta me indicó que habían cambiado de aparato y que ya no valía el asiento que tenía reservado, sino que debía sentarme "donde pillara". Estupendo. Tras buscar un asiento, finalmente me tocó entre dos hombres de corpulencia desarrollada.

Cuando llevaba un rato sentado, y esperando a que saliéramos de una vez, la comandante (que era mujer), se dirigió a nosotros: "Señoras y señores, como pueden ver tenemos todo preparado para salir, pero ha habido dos personas que han facturado el equipaje y no han aparecido, por lo que deberemos proceder a buscar su equipaje para dejarlo.... Bueno, parece ser que esas dos personas ya han aparecido, así que nos podemos marchar ya". Las dos personas en cuestión entraron, llevándose la ovación de todo el mundo, en una de las situaciones más embarazosas que le pueden a uno suceder.

Así pues, finalmente despegamos, y tras una hora de viaje, aterrizamos en la temida terminal T4, en la que por cierto, coincidí con la plantilla del Athletic de Bilbao, que acudían a Madrid para disputar un encuentro contra el Madrid. Y con el pensamiento de que todo era como una película y que, pase lo que pase, pese a las complicaciones que nos meten los guionistas, siempre hay un final feliz.

4 comentarios:

  1. Litoral. Es la Ronda Litoral, nen.

    ResponderEliminar
  2. Ah, la de la fabada, ¿no?

    ResponderEliminar
  3. uy te compadezco, que viajecito, nunca viaje en avión y supongo que me pondría super nerviosa y encima tener que hacer todos a las corridas.... te compadezco idolo...

    ResponderEliminar
  4. Ah, la de la fabada, ¿no?

    Sí, y como el "Yayo". Después inmortalizado como el Míster.

    ResponderEliminar