27.9.05

Otra de videojuegos: Tekken


Me compré este juego por referencias fraternales (y porque estaba a mitad de precio, todo hay que decirlo). En un principio, cuando lo probé no me hizo especial gracia, no le veía demasiada "jugabilidad". Cuando comencé mis vacaciones (que por cierto, termino hoy), mi hermano me pidió, rogó y suplicó que me llevara la play cuando fuera a verles, aun sin saber la adquisición de este juego. Una vez allí, comenzó la vorágine. Tanto él como su esposa, a la que yo tenía por una persona reposada y tranquila, me dieron una lección tekkeniana comprobando cómo se puede cambiar de personalidad en cuestión de segundos. Una vez introducido en ese mundo, empecé a integrarme, mientras me iban explicando la historia de cada uno de los personajes. Como en todo, los hay que te caen mejor y los hay que te caen peor, pero poco a poco conseguí aprenderme la vida y milagros de cada luchador. Pronto comprobé también lo cansino que puede llegar a ser mi hermano jugando a esto, cuando se pedía su luchador favorito, un boxeador inglés llamado Steve Fox, que debido a la rapidez de sus movimientos y a la pesadez del que lo manejaba en esos momentos, no dejaba a su oponente realizar casi ningún movimiento. Daba igual que manejara el mando con las manos, con los pies o que lo dejara directamente sobre la mesa, la paliza recibida era siempre la misma.

Ahora he conseguido (también a precio reducido, por supuesto) la quinta entrega de la saga, con la emoción consiguiente: nuevos personajes, nuevas historias, nuevos piques... Prepárate, hermanito, que estoy desarrollando un sistema anti Steve Fox para la próxima vez, para que no me seas tan cansino.

25.9.05

Tócate las narices, nene

Esa frase es la que tendrían que decirme tras este fin de semana. Resulta que he conectado por bluetooth (o diente azul, como se prefiera) mi ordenador con el de mi padre, con el noble fin de gorronearle internet, siempre bajo su consentimiento. Para ello, adquirí dos aparatos con el fin de conectarlos, y cuyo radio de acción se reducía a diez metros. La señal que me llegaba una vez que los hubimos conectado (con más mérito de mi padre que mío, todo hay que decirlo) ponía que era débil, por lo que opté por cambiar mi receptor por uno más potente, de 100 metros. Lo cambié. Y la cagué. Yo confiaba en que serían igualmente compatibles, pero cual fue mi sorpresa al comprobar que no fue así. Para empezar, tuve que instalar nuevamente el software, tras lo cual no me iba ni por asomo. Me he pasado todo el fin de semana sin internet en mi pc, y sólo hoy, domingo por la noche (y de nuevo con la habilidad paterna), he sido capaz por fin de arreglar el tema.

Y es que si una cosa funciona, ¿por qué nos empeñamos en cambiarla?

22.9.05

Los paraguas están mal hechos (Teoría de Danilovic)

No voy a entrar en lo típico que siempre se habla de los paraguas, que si saca los ojos, que si se deja por todos lados... no. Eso está muy trillado, yo quiero ir más profundo, y afirmo (totalmente en serio, esto no pretende ser una coña) LOS PARAGUAS ESTÁN MAL HECHOS.

Partamos de una base: El ser humano es prácticamente perfecto. Esto es, tú te partes por la mitad haciendo un "tajo" de arriba a abajo y prácticamente eres simétrico, con la única diferencia interior de que a un lado esta el corazón, en el otro el apéndice etc, pero físicamente eres simétrico. Una segunda base, el paraguas también es simétrico podríamos decir. Es decir, donde engancha el palo con la tela, es la misma distancia para todos los puntos, es como si fuera una circunferencia, que desde el centro hay la misma distancia. Pues aquí radica el primer problema, la construcción del paraguas sería perfecta tal y como está si lo lleváramos en la cabeza, o sea, el palo justo en el centro del cráneo. Pero el paraguas lo llevamos en una mano, esto es, a un lado del cuerpo, esto es, el paraguas no nos cubre todo el cuerpo por igual. ¿Qué pasa? Que el paraguas puede ser de esos enormes, con la dificultad que tiene para manejarse y guardarse. O que puede ser de los normales, e irremediablemente te vas mojando una parte del cuerpo. Y es más, lo que cae del paraguas a tu trozo de brazo que no está cubierto es más que lo que caería si no llevaras nada. Y aún más, el brazo donde llevamos el paraguas está más pegado al cuerpo que el otro brazo, que lo llevaremos en el bolsillo, con lo que, por lógica fisica, una parte del brazo (codo principalmente) irá más salida de lo normal.

Resumiendo, el paraguas cubre más un lado que otro y precisamente cubre menos el lado que va más salido del cuerpo. ¿Solución? Fácil, el paraguas debería estar hecho en forma como de cuña, para entendernos, que tuviera una curva al final para ponerse justo encima de la cabeza el centro del paraguas. Es simplísimo. Esto no es todo, porque como ya hemos dicho, la mano que no lleva el paraguas va en el bolsillo ¿Por qué? Pues porque al menos en nuestro país, cuando llueve suele hacer frío. Quizá no en Mongolia con el monzón, pero aquí sí. Aquí cuando llueve, hace frío. Y ahora están de moda esos paraguas con el palo corto, qué bonitos son ¿eh?. Le das a un botoncito, clock, y se abre. ¡Qué chulada! Eso sí, todo el día como la estatua de la libertad, con la mano en alto, y por supuesto, helada. ¿Por qué no pensamos en el confort? Un palo más largo permitiría llevar el paraguas en el bolsillo con la mano, sin necesidad de tener esta parte del cuerpo tan sensible, a la intenmperie. Es más, encima estos paraguas pequeñitos, llegas a un sitio, los metes en el paragüero (que en el fondo todos sabemos que cuando no llueve es una papelera) y se mete hasta el fondo con lo que es más difícil luego de coger (eso si te acuerdas del paraguas, pero ya he dicho que este tema no lo iba a tocar). Con un palo más largo podrías dejar los paraguas como si fuera un bastón, apoyado en cualquier pared y fácilmente accesible. En fin, este es el tema más banal de todos, pues que con un guante en la mano y un poco de ojo también se puede solucionar.

Otro tema es lo de "para qué quiero el paraguas, ¿para estar parado o para estar en movimiento?". Supongo que todos elegís el movimiento. De hecho lo que hace la gente cuando se para es buscar un sitio donde no se moje y cerrar el paraguas (quizá para no tener la mano helada). En fin, la gente usa el paraguas en movimiento, y claro, las leyes físicas son las que son, y es imposible con la construcción del paraguas actual no mojarse si la lluvia cambia un poco. Lo normal que hace todo el mundo es echarse el paraguas como para atrás, para así no mojarse la parte trasera. Yo creo que esto se evitaría haciendo los paraguas más largos, o con una especie de visera delantera y trasera.

Definitivamente creo que el paraguas está mal hecho. Pero ¿Por qué tiene tanto éxito? ¿Por qué nadie se queja y todo el mundo está de acuerdo? Hay que buscar razones psicológicas. Parece ser que de mojarse a no mojarse hay un paso: Que te mojes la cabeza o que no te la mojes. Si no, no se explica el típico tío que va con el chandal, se pone a llover, se saca la capucha, se la pone en la cabeza y ya va tranquilo. El chandal estará empapado pero tranquilo nene, que la cabeza intacta. O las mujeres que se ponen bolsas en la cabeza. Y ahí sí que tengo que afirmar que el paraguas cumple su función.... Con paraguas, NO TE MOJAS LA CABEZA.

Gracias por la atención prestada, y saludos cordiales.

18.9.05

¿Por qué?

España está jugando en estos momentos (y perdiendo, por cierto) contra Israel en el Europeo de baloncesto de Serbia.

¿Han encontrado alguna incongruencia en esa frase? Evidentemente, y a pesar de que no soy precisamente un experto en geografía, o quizás precisamente por eso, que Israel juegue un Europeo no deja de parecerme curioso. ¿Por qué no lo juega Egipto? ¿O Marruecos? ¿O incluso Irak?

15.9.05

Grand theft auto San Andreas


Ese es el nombre del videojuego que he estado probando los dos últimos días, tras haberlo alquilado en el Blockbuster. La temática del juego es sencilla: Un ex-pandillero llega a su ciudad tras cinco años de ausencia para acudir al entierro de su madre. Tras tomar un taxi le detiene la policía y, tras requisarle el dinero y la maleta, le dejan tirado en un barrio propiedad de los Ballas, banda rival del protagonista, Carl Johnson. La primer misión que tiene el jugador será, pues, llegar a su barrio sano y salvo. Para ello se puede mover absolutamente por donde quiera, y hacer, prácticamente, lo que quiera. Puede ponerse a pegar a la gente por la calle, puede robar un coche... siempre tratando de evitar que le pille la policía y/o alguna banda rival.

Una vez conseguido ese objetivo, tendrá que ir cumpliendo misiones, que se le irán poniendo, como pintar graffittis o cosas por el estilo. Y el juego es tan sumamente adictivo que ayer, cuando lo estuve probando, mi hermana me pidió amablemente que sacara (o sacase) la basura. El contenedor está en la esquina de la calle, y mientras iba para allá, me crucé con algunas personas, a las que pensé por un momento en agredir como si aún me encontrara en el juego. No deja de ser una simple anécdota, pero ¿qué habría pasado si tuviera las facultades mentales alteradas? ¿Es lícito que cualquiera pueda acceder a este tipo de juegos?

Dicho esto, he de reconocer que, como juego, el Grand theft auto San Andreas está muy logrado, pero hay que ser muy cuidadoso sobre quién se acerca a este tipo de diversión y quién puede seguir realizando fechorías una vez apagada la consola o el ordenador.

Cosas de ayer y hoy


Hoy, mientras desayunaba aquí, en casa de mi hermana donde continúo mis vacaciones, he podido ver en el Digital (o Vegetal según algunos), la película "Loca academia de policía". Concretamente, creo que era la segunda parte, pero como son tantas, no lo sé a ciencia cierta. El caso es que me he puesto a verla todo ilusionado, pues cuando era pequeño era una de las sagas que más me gustaban. Pero mientras iba avanzando la acción me he preguntado extrañado que cómo era posible que me gustara eso. Los recuerdos que tenemos de la infancia de algunas cosas cambian totalmente cuando, ya más creciditos, volvemos a ver lo mismo. Por eso hay cosas que es mejor no visionar de nuevo, es mejor quedarnos con los recuerdos de cuando éramos pequeños, que suelen contener mucha más magia y de esa manera, no derrumbar innecesariamente mitos de nuestra niñez.


Y es que cada cosa tiene su momento y su lugar. Si se visita un mismo sitio en dos épocas de la vida completamente diferentes, las percepciones que tendremos de ese lugar serán también completamente diferentes.

14.9.05

Ron Cacique está con el deporte

Leo en el blog del Patito Feo un interesante escrito sobre el ridículo humano, ante lo cual no he podido evitar rememorar mis más grandes actos de esa índole. Y aunque el abanico es amplio, el primero que me ha venido a la cabeza fue una autolesión que me impidió practicar cualquier tipo de deporte durante dos meses, a excepción del socorrido sillón-ball.

La cosa empezó con la boda de mi primo Ignacio, en la albaceteña localidad de La Roda. Ésta se iba a celebrar un sábado, con la peculiaridad de que yo empezaba la liga con mi equipo (La Mirada de Ulises) el día siguiente. Por lo tanto, y con el fin de comenzar de manera correcta el campeonato, quedé con mi tío en salir el domingo temprano (a las 9 de la mañana) rumbo a Madrid para llegar a tiempo (el partido daría comienzo a eso de la una de la tarde, por lo que había margen de sobra). Todo estaba debidamente planificado. ¿Todo? No.

Yo no contaba, dada mi inexperiencia en actos sociales de este tipo, con la barra libre que sigue al banquete, y una jauría de fieros cubatas de Cacique con Coca Cola, que era lo que bebía yo en aquella etílica época de mi vida, se aprovecharon de ello para hacer de mí lo que quisieron. El caso es que llegué a la habitación del hotel a eso de las cinco de la mañana, en un estado que podría definirse perfectamente como lamentable. Metí la llave en la cerradura como buenamente pude y entonces fui abducido. Sólo así podría explicarse que mi recuerdo siguiente a este hecho fue el de despertarme en la cama, en calzoncillos. El despertador estaba realizando su función, y una vez despierto pude comprobar sorprendido que había dormido con las luces de la habitación y del baño encendidas, así como la televisión, que estaba deleitando a los televidentes con un ameno y entretenido episodio de Magilla el gorila. Pero aún más sorprendido me quedé cuando pude comprobar que me había quitado las lentillas de manera correcta, acto que requiere de una gran precisión. Tras esto hice un intento (en vano) de meterme en la ducha, tal era aún mi estado. Creo que si en ese momento me hubieran (o hubiesen) acercado una cerilla al cuerpo, podría haberme inflamado como si de una queimada se tratara (o tratase).

Aparecí en el hall del hotel, lugar de reunión con mi tío, media hora tarde, sin haberme podido duchar y, a juzgar por la reacción de mi familiar, con un lamentable aspecto exterior (el interior era peor aún, sin duda). Partimos rumbo a la capital, yo con la ventanilla bajada y casi sacando la cabeza fuera al más puro estilo Ace Ventura para que me diera el aire, lo cual no impidió que me diera algún que otro mareo. No obstante llegué a eso de las doce y cuarto al campo en el que tendría lugar el debut futbolístico de la temporada. Es decir, me daba tiempo a calentar (como si no estuviera bastante caliente ya). Durante este calentamiento, pude comprobar, así como cualquiera que se estuviera (o estuviese) fijando, lo lamentable de mi situación. Cada vez que realizaba un tiro a puerta, el balón salía como un obús de mi pie en cualquier dirección que nunca coincidía con la de la portería. Mal presagio.

Y empezó el partido. Yo deambulaba por el campo con la esperanza y la convicción de que ese mareo constante y molesto se me terminaría pasando y que todo volvería pronto a la normalidad. Hasta que un compañero hizo una falta en el centro del campo (hablo del minuto 2 de partido) y yo no tuve otra idea mejor que despejar el balón lo más lejos posible, aún no sé bien para qué, puesto que con 0-0 y en el segundo minuto de partido, poco tiempo iba a perder. Pero lo hice. Miré el balón que venía mansamente hacia mi posición, me puse en postura de patadón y lancé la pierna. Dolor. Mucho dolor. El balón siguió con su trayectoria impertérrito, mientras mi pie lo había confundido con el suelo. Le había dado una patada al suelo con todas mis ganas. Y eso duele, vaya si duele. Quejumbroso pedí el cambio, retirándome del campo a la pata coja. Al llegar al banquillo, un compañero que no había visto el terrible lance me preguntó que qué me había pasado. "¿Es que no has visto la patada que me ha dado el 4?", fue mi respuesta, intentando evitar el ridículo. Vano intento. Otros sí lo vieron. Y se rieron. A pesar de que no pude jugar en dos meses, se rieron. Yo habría hecho lo mismo.

Lo bueno de aquello fue que el pedo se me había pasado de golpe. No de la forma en la que yo pensaba, pero se me pasó. Lo malo es que aún no he aprendido la lección. No sé si el error fue jugar al fútbol ebrio o la intención que tuve de perder tiempo en el minuto dos. Por si las moscas, no he vuelto a hacer ni una cosa ni otra.

2.9.05

¡¡Vacaciones (Santillana) por fin!!

Pues sí, después de estar todo el verano currando como un campeón (bueno, como un campeón, o lo que sea, pero currando al fin y al cabo), me voy a tomar unas ¿merecidas? vacaciones. Tras pasar un calor agobiante en la capital, de soportar las obras del señor Gallardón, que está haciendo de la M-30 un auténtico circuito de Fórmula 1, lleno de "chicanes" (por favor, si podéis, comprobadlo para ver que no exagero un ápice), de comprobar cómo esas obras han convertido al mencionado señor Gallardón en el único alcalde que ha posibilitado atascos en agosto.... me piro vampiro. Mi destino es Cádiz, más concretamente Chiclana, adonde voy con mi amigo Javi, también conocido como Paco, Manolo, Iturralde, Andradas.... Allí estaremos unos días, allí cumpliré mi promesa de cortarme el pelo, y haremos el capullo un rato (cualquiera que nos conozca a los dos, dará fe de ello).

Y bueno, aunque últimamente no me prodigo demasiado en escribir aquí (ya lo advertí desde el principio), en parte voy a echar de menos esto. Bueno, esto en general y a una persona en particular (ella ya sabe quién es), pero vamos, que sólo van a ser unos días y podré volver aquí a pensar sobre qué leches puedo escribir.

Hasta entonces, que ustedes lo disfruten. Yo intentaré hacerlo también.