26.10.07

Estooo....

¿A qué me recuerda esto a mí?


24.9.07

Preguntas chorras

Hay días en los que uno se encuentra a todos los tipos raros que puede encontrarse, y que a uno le hacen las preguntas más tontas, más obvias o más surrealistas que pueden hacerse.

Caso 1: Iba ayer camino al estadio Vicente Calderón con mi amigo Javi, también conocido como Camisón, Paco, Manolo o el fan de Cleber Santana (dudo que tenga alguno más). Tal y como solemos hacer últimamente, íbamos vestidos con nuestras camisetas del Atleti, en un acto de amor a los colores que hasta ahora no habíamos demostrado. Como habíamos ido en coche, lo aparcamos a una distancia considerable del estadio, hacia donde nos dirigimos después para tomar algo antes del encuentro. El caso es que nos cruzamos con un señor, que en un alarde de perspicacia propio del más avezado de los guardias civiles nos preguntó: "Oye, ¿hoy juega el Atleti?". "No, es que nos gusta ir así vestidos por la calle habitualmente, no te jode", fue la respuesta que se me vino a la cabeza aunque por suerte, mi educación de colegio de curas y mi indudable saber estar me hicieron responderle con un escueto "Sí".

Caso 2: Una vez en el bar del estadio, mientras tomábamos algo y hablábamos sobre el sentido de la vida, se nos acercó otro señor.

Señor: Perdonad, ¿puedo haceros una pregunta?
Tu ídolo: Si es fácil sí.
S: Sí, sí, es muy fácil. ¿A vosotros os gustan las motos?

(Horror, ahora un tío que nos va a querer vender la moto, nunca mejor dicho).

TI: Nada, no demasiado, verlas de vez en cuando en la tele, pero poco más.
S: Sí, a eso me refería, era para preguntaros qué opináis de la escudería del Atlético de Madrid.

(Pues no sé, pero como sea igual que el equipo de fútbol no ganarán ni en ciclismo).

TI: Pues ni idea, la verdad, sólo veo la MotoGP y no siempre, si pongo la tele y está, lo veo.
S: Ya, pero para llegar a MotoGP hay que pasar por las categorías inferiores. Es como si se quiere llegar a Primera División sin pasar por los equipos inferiores.

(Joder, sí, pero que la gente tenga que pasar por las categorías inferiores no implica que yo me lo tenga que tragar).

TI: ...
S: Bueno, sólo era una pregunta, no os molesto más.

(Joder, menos mal).

TI: Nada hombre, no te preocupes.

21.9.07

Sí, pero no

¿De qué hablar, de qué hablar? Tanto tiempo hace que no escribo nada, que tendría un sinfín de motivos de los que podría hacerlo, pero que en el fondo no me motiva en exceso. Aunque si tuviera que hablar de algo, indudablemente sería de las vacaciones. En esos días de asueto en los que uno está libre de tener que madrugar, de tener que hacer lo mismo que durante el resto del año, decidí ir a gorronear miserablemente casa, primero a mi hermano en Barcelona, más tarde a mi amiga Laura en Calafell, vuelta a casa de mi hermano para terminar, más miserablemente que nunca por mi parte, una semanita entera en casa de mi otra amiga Laura (La Malandrina, con mayúsculas) en Londres. Y durante todos esos días podría contar un montón de anécdotas, como el hecho de que para mi estancia en la capital inglesa, mi anfitriona se había gastado 50 libras (unos 75 leuros) en un colchón hinchable de esos enormes... para terminar yo durmiendo en el sofá. De hecho, no sé exactamente cuál es mi manía al respecto, porque en la casa de la otra Laura en Calafell, también terminé en el mismo sitio para dormir. Lo raro fue que en casa de mi hermano no hiciera lo mismo. Al fin y al cabo, no sería la primera vez.

Y como tampoco me apetece escribir acerca del partido del West Ham que pude ver en directo, ni de la sesión de gilifotos que nos hicimos por las calles de Barcelona a las dos de la madrugada con un par de copas encima, ni de las idas y venidas hechas en Calafell a la playa, simplemente me limitaré a poner el video de la canción que nos dio por bailar a mi hermano y a mí durante esos días, muy a pesar de mi cuñada, cuya paciencia sólo es comparable a nuestra pesadez.

Y como diría mi tía, "buenoadiós".

26.8.07

El precio justo


Los encuentros entre el Real Madrid y mi equipo de toda la vida, el Atlético de Madrid, siempre me han resultado particularmente especiales. En esos partidos, y sobre todo en el estadio madridista, es donde mejor luce la camiseta rojiblanca, a pesar de que en los últimos años los resultados no han sido los que un atlético desea. Cuando mi amigo Javi me ha dado las entradas del partido que su padre había conseguido, mis ojos se han dirigido, de manera casi instintiva, al precio: 100 euros. Unas dieciséis mil pelas de las de antes. Por ese precio digo yo que el asiento estará, cuanto menos, al lado de Calderón y de toda la gentuza que suelen llenar los palcos de los estadios de fútbol.

Así que hacia Concha Espina me he dirigido con mi amigo Gonzalo (atlético también) y con nuestras preciadas entradas de 100 euros, pensando en que íbamos a ser la envidia de toda esa gente que se arremolinaba en los aledaños del estadio con el merchandising del Madrid más variopinto a cuestas. Puerta 53. Llegamos. Entramos. Subimos. Subimos. Subimos. Llegamos a la grada que nos corresponde. Un poquito más arriba de lo que habíamos pensado en un principio. A buscar nuestro asiento. A ver…. El sector…. Sí, ahí está. Tenemos que subir un poco más en la propia grada, a ver la fila…. Sí, claro, no podía ser de otra manera, la última. Particularmente intranquilizador nos resulta que las tres últimas filas más parecen de la típica verbena de pueblo que de un estadio de fútbol. Para colmo, detrás nuestro no había pared, no. El lumbreras que construyó esa grada, pensó que quedaría más chulo el estadio si pudiera verse la calle desde ahí, por lo que únicamente había puesto una serie de barras horizontales con el fin de que la gente no pudiera tirarse cuando su equipo fuera perdiendo y el espectáculo fuera de todo menos bonito. Con lo que no había contado era con la corriente de aire a la que están sometidos todos los que allí se sientan. ¿Y estos asientos cuestan 100 euros? Arriba del todo, desde donde los jugadores parecen muñequitos de futbolín y en plena corriente que hacía que, en pleno agosto, tuviéramos un frío más propio de otros meses menos cálidos.

Ha empezado el partido mientras yo tenía la duda de cómo iba a reaccionar en caso de que el Atleti marcara. No quería llamar demasiado la atención, que el número de garrulos por metro cuadrado se disparaba en esa zona, pero tampoco sabía si iba a poder contenerme demasiado. Por suerte o por desgracia, no he tenido que esperar mucho, puesto que el Kun Agüero ha necesitado solamente un minuto para batir a Casillas. Y no, no lo he podido evitar. Me he levantado como un resorte. Gonzalo también, y todos los que por ahí andaban de infiltrados, también han hecho lo mismo. Eso sí, hemos cantado el gol, sin aspavientos, y nos hemos vuelto a sentar, no fuera que alguno lo tomara como una provocación. El resto de la primera parte se nos ha hecho eterno. No por el juego, ni por el resultado. Eso de estar en un estadio de fútbol y no poder expresarse libremente, cansa más que otra cosa. Al terminar el partido, con derrota atlética por 2-1, estábamos tan cansados como si hubiéramos sido nosotros los que disputaran el encuentro.

En resumen: Noventa minutos viendo el partido desde la parte más alta del campo, viendo a los jugadores como enanitos, con una rasca impresionante dándonos en la espalda, sin poder desahogarnos como la ocasión lo merecía y derrota atlética. Si encima llegamos a tener que pagar los 100 euros….

1.8.07

Eternamente grande

Y que por culpa de anuncios como este acabemos por picar siempre...

21.7.07

Buenos y malos

En toda película que se precie, especialmente en las norteamericanas, hay buenos y malos. Los buenos son aquellos con los que se pretende que el público que vea el film se sienta identificado y sienta simpatía por él, aunque a veces sea un poco cabrón. Sus acciones suelen estar cargadas de buenas intenciones, como ayudar a la viejecita de turno a cruzar la carretera (menudo topicazo, las viejecitas en España se bastan y se sobran para cruzarla, incluso cuando el semáforo está rojo para los peatones), dar de comer a las palomas (para que luego pongan perdido de mierda nuestro coche o, incluso, nuestra persona) o ir a misa los domingos (con el manido traje de los domingos, como si a la iglesia no pudiera irse en vaqueros o incluso en chándal).

El malo, por contra, suele ser el personaje por el que el espectador debe sentir aversión. Sus fechorías pueden ir desde secuestrar niños hasta escribir "Lávalo, guarro" en los coches sucios. Esas películas buscan únicamente la muerte del malo a manos del bueno, que digo yo que si es capaz de matar a alguien no será tan bueno.

Pero hay más. Todos deseamos la muerte del malo de la película, su aniquilación, su exterminación. No nos importa nada, sólo que muera. Cualquier daño que pueda sufrir el bueno, aunque sea un corte afeitándose, lo sufrimos como propio. Cualquier desorden familiar que tenga, lo sufriremos como si fuera nuestra abuela la que está enferma, o como si fuera nuestro padre al que asesinaron en un oscuro callejón. Si algo le pasa al bueno, sufriremos al pie de su cama del hospital al lado de su mujer, nos preocuparemos como si fuera nuestro hermano el que allí se encuentra ingresado. Seremos, en definitiva, un miembro más de su familia.

Pero... ¿y el malo? ¿Acaso no tiene familia? Las películas suelen finalizar cuando el bueno mata al malo tras una lucha encarnizada, que no tiene nada que ver con Encarna Sánchez. Por tanto, no podemos ver las lágrimas de la madre desconsolada en el funeral de su hijo malvado. Ni podemos ver cómo sus hijos ya no tienen a su padre para que les ayude con las ecuaciones de segundo grado. Ni podemos ver la soledad de su mujer, si la tuviera, cuando por las noches buscara el calor de su pérfido marido sin encontrarlo.

Y eso por no hablar de los secuaces y trabajadores del malo. ¿A cuántos puede matar el bueno sin que deba responder por ello? Esos trabajadores suelen ser personas intrascendentes para el desarrollo de la historia, pero estamos en el mismo caso. ¿Acaso no tienen familia? Claro, el pobre hombre (o mujer) estaría buscando trabajo para mantener a esa familia, y qué le vamos a hacer si lo único que ha encontrado es de colaborador del malo. ¿No es la muerte un castigo excesivo? Aunque bueno, si luego van a matar a su jefe, se iba a quedar en el paro nuevamente, y así, por lo menos, su mujer cobrará la pensión de viudedad.

En definitiva, el bueno de la película será alguien capaz de cometer un genocidio, de dejar un sinfín de niños huérfanos y mujeres viudas, solamente por un sentimiento de venganza o para rescatar a su hija secuestrada. Y todos le aplaudiremos.

20.7.07

Censura

La Familia Real es intocable. O al menos eso se desprende de la noticia que nos hemos encontrado que hace referencia a una portada que en El Jueves dedican al Príncipe de Asturias y a su esposa. Es decir, que ya no sólo tenemos que mantenerlos sino que además debemos callar al respecto. No obstante, y a pesar de correr el riesgo de que me cierren el blog en un alarde de censura impropio de estos tiempos, voy a poner aquí la portada de la discordia, y que cada uno opine lo que considere oportuno.

15.7.07

Borat

Recientemente he tenido la oportunidad de ver la película de Borat. El argumento es sencillo: un reportero kazajo es enviado a Estados Unidos para realizar un documental sobre el estilo de vida en el país americano. Pero lo que pretende ser una feroz crítica contra ese estilo de vida norteamericano, se basa en dejar una imagen totalmente ridícula de Kazajstán y de sus habitantes.

Para abrir boca y la película, el protagonista nos muestra el pueblo en el que vive y los que son sus vecinos, gente tan diversa como el violador, al que define como "malo, malo", el electricista y abortador, que son la misma persona, o su propia hermana, de la que dice orgulloso que es la cuarta mejor prostituta del país. También tiene un hermano retrasado mental que vive encerrado en una jaula. Del mismo modo podemos descubrir algunos de los reportajes que le han llevado a ser el segundo mejor reportero del país (se ve que en Kazajstán les apasiona hacer clasificaciones de todo), como algo que simula ser un encierro de San Fermín, pero que en vez de toros, son judíos los que atemorizan a la gente. De hecho, durante toda la película se meten indiscriminadamente con los judíos.

Posteriormente, y acompañado del productor, Borat se marcha a Estados Unidos, Nueva York más concretamente, donde da rienda suelta a todo aquello que suele hacer un kazajo cuando sale de su país: tratar de saludar a todo el mundo por la calle dándole dos besos, lavarse la cara con el agua del retrete o confundir el ascensor del hotel con la que debe ser su habitación. Todo típicamente kazajo.

Más tarde, viendo un capítulo de Los vigilantes de la playa, se enamora de Pamela Anderson, y decide ir a California para casarse con ella. Por el camino (irá en coche), se encontrará con una serie de personajes con los que pretende realizar esa crítica al estilo de vida estadounidense, pero más parece que quiera reírse de los kazajos, que me pregunto qué le habrán hecho a este hombre para que se meta con ellos de esa manera.

Estados Unidos es un país muy criticable, sin duda, pero la crítica de esta película, que pretende ser mordaz, se basa es hacerlo con estadounidenses concretos, en situaciones concretas. Es algo parecido, aunque en otro ámbito, a aquel reportaje en el que paraban a norteamericanos por la calle para preguntarles, mapa en mano, por la situación exacta de Irak. Y todos nos sorprendimos y, en algunos casos, indignamos al comprobar la total ignorancia al respecto, así como de la situación geográfica de otros países como China o Korea. O nos enfadamos también cuando demuestran que no saben dónde está España. ¿Y si lo hiciéramos al revés? Deberíamos salir con un mapa a la calle de una ciudad española, como Madrid o Barcelona, y pedirle a la gente que nos encontremos que nos señale dónde se encuentra Soria, Albacete o Cuenca. ¿Lo sabrían todos? O, si de lo que hablamos es de geografía internacional, que nos indiquen dónde se encuentra Guatemala... o Perú... o incluso Nigeria. Porque catetos los hay en todos lados, y las cosas que se critican en el film podrían darse perfectamente en cualquier otro país que no fuera Estados Unidos.

Y con esto no pretendo defender ni al pueblo estadounidense ni a su modo de vida, pues tienen algunos aspectos que no compartiré jamás, pero si queremos hacer una crítica, deberíamos hacerla de manera coherente y dejar de ver tanto la paja en el ojo ajeno y empezar a ver la viga en el nuestro.

3.7.07

Algo se muere en el alma...


Hace años, mientras el Atleti disputaba sus partidos en el infierno de la Segunda División, tuvo lugar el debut en el Vicente Calderón de un crío de la cantera que estaba despuntando en las categorías inferiores. Su nombre era Fernando Torres y estaba llamado a convertirse en el ídolo de la afición del Manzanares. Contaba únicamente 17 años. Una semana después lograba su primer tanto con el equipo, en el estadio Carlos Belmonte de Albacete, con un servidor en las gradas siendo testigo de ello. El primero de una serie de goles que le han llevado, con tan sólo 23 años, a ser el noveno máximo goleador histórico del Atlético.

Cuando alguien se convierte en el ídolo de una afición, lo que se espera es que sienta los colores como cualquier hincha que va al campo. Pero ello no sucede a menudo y los jugadores suelen convertirse en mercenarios que trabajan para el que mejor pague, independientemente de esos colores. Por eso extraña cuando alguien es tentado año tras año por equipos europeos de los más importantes y la única respuesta que reciben es negativa. A pesar de acumular durante esos mismos años decepción tras decepción, de comprobar que los compañeros, supuestamente grandes estrellas o jugadores de élite, viven más preocupados de sus éxitos económicos que de los deportivos y actúan con total desgana en el campo. De ser el blanco de las críticas más feroces cuando el equipo no gana y de tener que escuchar cosas como que no da la talla.

Pero todo en esta vida tiene un límite. Los que admiramos a Fernando Torres, llevamos tiempo diciendo que se tenía que marchar del Atlético de Madrid. Para progresar como futbolista, pues está claro que aquí no van a hacer un proyecto a su altura. Para ganar algún título, porque está claro que en el Calderón no va a lograr ninguno. Para terminar de ser cuestionado. Hoy, finalmente, ha llegado ese día. Torres se va al Liverpool, y a pesar de todo ello, siento pena. Pocos jugadores han defendido la camiseta del Atlético como Torres, pocos han aguantado tantos palos por amor a unos colores, y pocos lo habrán hecho de una manera tan injusta. Atrás quedan sus deseos de proclamarse campeón con el Atleti, el equipo de toda su vida y del que, en condiciones normales, nunca debería haber salido. Atrás queda ilusionarse con los fichajes de cada verano en vano, para terminar logrando siempre los mismos fracasos. Atrás queda una afición que le admira y que le quiere, que llora su marcha pero que la entiende. Una afición que debe estar agradecida al delantero, al "Niño". Porque siempre será el "Niño" del Atleti. Una afición que hoy es un poco más del Liverpool.

Espero que los caminos de Fernando y del Atlético de Madrid vuelvan a cruzarse en el futuro. Cuando haya un equipo digno del delantero y de su ambición. Suerte al Liverpool. Se llevan un crack.

18.6.07

El Cumpleaños

Hoy es el cumpleaños. Casi debería escribirlo con mayúscula: El Cumpleaños. No el mío, ni de ningún familiar. Ni siquiera el de algún buen amigo o buena amiga. Hoy es el cumpleaños de mi musa: Marie Gillain. Su nombre no le dirá nada al común de los mortales, excepto a aquellos que me conocen y a los que he bombardeado con su nombre durante algún tiempo.

Hace ya varios años, tantos que ni siquiera alcanzo a recordar, estaba viendo en la tele con mi hermana una de esas interminables tandas de anuncios con que nos suelen deleitar y que suelen servir como excusa para ir al baño o a otros menesteres. Pero mi hermana y yo nos dedicábamos a practicar el divertido juego de los anuncios, consistente en adivinar el producto que se anunciaba antes de que lo dijeran y/o lo pusieran por escrito. Y en esas estábamos cuando salió un spot de Lancome en el que aparecía una parejita al borde de un acantilado y que se tiraban de la mano al agua, como si fueran Robert Redford y Paul Newman en Dos hombres y un destino. Inmediatamente me fijé en la chica. Mi hermana, demostrando el pozo de sabiduría que ha sido siempre, me dijo que se llamaba Marie Gillain. De dónde había sacado la información es algo que ignoro, pero tenía razón.

Desde ese día, me declaré un fan incondicional de la chica, de profesión actriz y de nacionalidad belga y dejé bien claro que en el momento en el que aparezca en mi vida, daré por zanjada automáticamente cualquier relación amorosa que tenga entre manos para fugarme con ella. Y el que avisa no es traidor. Felicidades, Marie.

A continuación podrán ustedes ver el anuncio de marras (no es que anunciaran marras).

17.6.07

Crisis

Todas las relaciones del mundo tienen sus momentos, buenos y malos. Generalmente, si abundan más los buenos que los malos, merece la pena seguir con esa relación, ya sea de amistad, de amor o de cualquier índole. En la relación que mantengo con mi ordenador, una relación de amor casto sin más contacto físico que los golpes que le doy de vez en cuando para instarle a funcionar correctamente en ese característico modo tan hispano de intentar arreglar las cosas a golpes, abundan más los momentos felices que los desagradables. Excepto cuando miro en internet las noticias referentes al Atlético de Madrid, pero de eso ninguno de los dos tenemos la culpa. En todo caso yo, por ser seguidor de tan singular equipo. Cuando hablo de él con mis compañeros de trabajo, lo hago generalmente lleno de orgullo y satisfacción dado que la fama que tienen los Fujitsu Siemens entre los que reparan ordenadores no es muy buena, y "mierda" es el epíteto más suave que puede escucharse referente a dicha marca. "Pues yo tengo un Fuji hace seis años y aún no me ha dado ni un solo problema", recito orgulloso y casi de memoria. Que si todos los tontos tienen suerte, que si te ha tocado la lotería con eso...

Pero esta semana hemos discutido. He venido con la sana intención de instalarle un antivirus, es decir, de ponerle una vacuna. A nadie le gusta que le pongan inyecciones, así que el ordenador no iba a ser menos y ha protestado. A su manera. Es decir, se reiniciaba continuamente y no me dejaba hacerle nada. Intenté hablar con él, traté de hacerle entrar en razón, que era por su bien y todas esas cosas, pero estaba fuera de sí y no atendía a razones. Ni siquiera la promesa de borrarle algunas aplicaciones que no suelen ser usadas nunca le hizo cambiar de opinión. Yo le decía todo el rato que sí y él respondía sistemáticamente que no. Parecíamos Zapatero y Rajoy. Pero tras una larga deliberación, llegamos finalmente a un acuerdo. Me dijo: "Si me formateas el disco, desisto de esta irracional conducta". "Pero... ¿todo el disco?", pregunté yo un tanto preocupado. "Sí". Su respuesta fue tajante, pero yo sabía que incluso en eso podríamos llegar a un acuerdo. "No, todo el disco no, tengo ficheros que no quiero perder y que me son muy valiosos." Más negociaciones, hasta que finalmente decidió ceder en algo y quedamos en que bastaba con formatear la partición en la que estaban todos los programas instalados y de esa manera salvar todos los datos de las restantes particiones. Cerramos el trato con un apretón de mano a ratón y me puse a ello.

Y tras esos difíciles momentos, ahora estamos recobrando la normalidad, poco a poco. Nuestra relación no es tan fluida como antes, si bien ambos estamos poniendo de nuestra parte y yo espero que todo vuelva a ser como antes lo más pronto posible. Si es que ya lo decía Jesús Vázquez hace años, que hablando se entiende la basca.

18.5.07

¿Quién dijo....?

¿Quién dijo que comer hamburguesas es fácil? Hay veces, cuando el alcohol está de por medio, en las que ni siquiera un norteamericano de pura cepa, como es David Hasselhoff, el vigilante de la playa, el avezado conductor de El coche fantástico, es capaz de hacerlo como Dios manda.



¿Quién dijo que el hombre español no piropea? Aquí está la prueba que demuestra lo contrario, un cúmulo de cosas que pueden decirse a cualquier mujer bella que nos encontremos por la calle. ¡¡Si es que el que no liga es porque no quiere!!

11.5.07

Viernes tarde

Los viernes por la tarde debería estar prohibido trabajar. De hecho, en muchas empresas se coge el fin de semana desde el mediodía del citado día. Quizá por eso, en mi empresa, en la que sí hay que ir a trabajar, la tarde de los viernes suele ser de lo más distendido. Al menos si uno se encuentra en la oficina. Así que con esa intención me he dirigido yo, con mi inseparable Jarno, dado que tenía que sustituir al jefe. Además, he aparcado justo debajo de la ventana en la que iba a estar durante mi estancia en la oficina. Eran las cuatro de la tarde, una hora perfecta para estar durmiendo en el sofá de casa. Pero no.

Efectivamente, la tarde ha sido distendida, con la visita obligada de alguien a los chinos para comprar algo de beber y hacer más amena la labor que se debe desempeñar. Hasta que hemos dado por cerrado el chiringuito y hemos decidido irnos cada uno a nuestras respectivos domicilios. O donde quisiera cada uno, pero lejos de la oficina. Así pues, me he reencontrado con Jarno, me he dispuesto a arrancar y entonces me he quedado un tanto extrañado. "Yo cuando he aparcado, tenía radio. Ahora no". "Vaya, la puerta del copiloto está abierta". Efectivamente, alguien había forzado la cerradura de dicha puerta, dejándola del todo inservible, y habían penetrado en Jarno, con perdón de la expresión, y sustraído la mencionada radio y el maletín de herramientas. En este caso, el maletín me daba lo mismo, puesto que es material de la empresa, pero la radio la pagó un servidor y eso duele más. Como me ha dolido también tener que esperar durante cerca de dos horas en la sala de espera de la comisaría con el fin de poner la pertinente denuncia.

Los geniales Monthy Python, en su clásico "La vida de Brian", decían la famosa frase de Always look at the bright side of life, que viene a significar algo como "Mira siempre el lado bueno de la vida". Así que miraremos el lado bueno, y nos compraremos (Jarno y yo) una radio más chula y más barata. Si todavía hasta me habrán hecho un favor y todo. Si es que estos malhechores están en todo, aunque por lo menos me podían haber dejado el cd de Iron Maiden que estaba dentro de la radio, pues esa ha sido la pérdida más dolorosa.

28.4.07

Telemadrid

Este es el último anuncio de Telemadrid, en el que, quién sabe si de manera inconsciente, se puede entender un mensaje subliminal que hace referencia a la actual presidenta de la Comunidad de Madrid al final del mismo:

Abuelito dime tú

Que el tiempo pasa para todos es algo universalmente conocido y que carece de todo tipo de remedio, a pesar de que haya gente que intente luchar contra ello, como Marujita Díaz (física y mentalmente). En lo que al físico se refiere, de manera infructuosa, por cierto. Y aunque también es conocido por todos que hay personas que se conservan mejor que otras, finalmente nadie se libra de que le llamen de “usted”. No conservo en la memoria la primera vez que me trataron de esta respetuosa manera, pero estoy casi seguro de que mi reacción fue de incredulidad, sorpresa, y puede que indignación. Uno de los recuerdos que tengo como más lejano en este aspecto es el de unos tiernos infantes que me pidieron un balón que se les había colado al grito de: “Oiga, señor, ¿me podría dar el balón?” ¿Señor? ¿Yo? ¡Venga, hombre! Naturalmente no se lo di, puesto que no me sentí aludido por esa llamada. Porque lo realmente duro de este problema es que no se trata de un cambio drástico, que uno sepa que pasada cierta edad le tratan de usted de manera matemática, sino que algunos lo hacen así y otros continúan tratándonos como hasta entonces, haciéndonos sentir aún jóvenes. Por eso me sorprendo aún cuando, en alguna tienda a la que acudo a reparar, oigo que dicen: “¡¡Fulanita, ha venido el señor de la impresora!!”

Pero no nos engañemos, aparte de nuestro aspecto exterior, también hay otros factores que indican que nos hacemos mayores. Hace poco tuve la oportunidad de hablar con una joven adolescente, que me estuvo relatando con gran énfasis los pedos que se pillan los fines de semana, la de porros que se fuman y ese tipo de cosas. Y a mí, como abuelito que soy, pues no me parecía bien, a pesar de que yo a su edad hacía más o menos las mismas cosas. Lo cual me hacía preguntarme “¿Realmente yo era así a esa edad?”. Pues menuda paciencia que debieron tener entonces mis progenitores.

O la música. Hablando recientemente con “el cuco” (aquel compañero que vio a la infanta Elena comprando en un Dia y al que también conocemos como “El Luisma”) me contó muy contento que se iba al festival de música de Viña-Rock. Ante mi pregunta sobre el cartel del evento, me explicó que los más conocidos que iban era un grupo que se hacía llamar La Excepción. ¿Pero quiénes son esos? ¿Realmente son tan conocidos como me dijo este hombre? Porque vamos, ninguna noticia tenía yo al respecto. No contento con ello, me estuvo diciendo el nombre de otros grupos participantes en dicho festival, de los cuales no conocía a ninguno. Realmente, me estoy volviendo mayor. Aunque igual también podríamos decir de “el Luisma” todo lo contrario, cuando estábamos escuchando en el laboratorio el mítico Smoke on the water, de Deep Purple, e irrumpió diciendo: “Ostras, ese ritmo es mazo de conocido”. “Sí, como los de La Excepción”, fue la respuesta que recibió, y aun así se permitió el lujo de comparar una banda con otra. Estos niños….

Y es que es inevitable. Hacernos mayores, hacernos cascarrabias y murmurar entre dientes “¡Qué juventud!”, cuando vemos que repiten lo que hacíamos nosotros a su edad. De aquí a dos días, necesitaré que me cedan el sitio cuando suba en el autobús. Tiempo al tiempo.

23.4.07

Sin comentarios

El que quiera entender, que entienda....


17.4.07

Cartelito

- Hola, buenas tardes.
- Buenas tardes, ¿qué desea?
- Pues verá, he visto el cartelito de la puerta y estaba interesado.
- ¿Le interesa? Muy bien, no se arrepentirá.
- Bueno.... verá, es que primero me gustaría saber exactamente de qué se trata, si es un riñón, un hígado o qué es.
- ¿Perdone?
- Que yo lo que estoy buscando específicamente es un hígado, entonces quería saber exactamente de qué órgano estaríamos hablando.
- No, disculpe, creo que se está usted equivocando, aquí no vendemos nada de eso, esto es una tienda seria.
- Ah, está bien, entonces disculpe las molestias. Buenas tardes.
- Buenas tardes, caballero.
...
...

- Manolo, tenías razón, creo que tengo que retocar un poco el cartel de la entrada para especificar un poco mejor de lo que se trata....


14.4.07

Examen de termodinámica

Estaba esta tarde haciendo limpieza en unas antiguas carpetas (y cuando digo antiguas, me refiero a muy antiguas) y he encontrado uno de esos escritos que viajan por internet de una parte a otra y que algunos, como es el caso, imprimen. El texto, que siempre me resultó curioso, era el siguiente:

Esta historia ha sido enviada por un graduado del Departamento de Ingeniería Química de la Universidad de Oklahoma, comentando una de las preguntas del examen final del Dr. Schlambaugh en 1997. El doctor Schlambaugh es famoso en la Universidad por el tipo de preguntas que hace en los exámenes finales, tales como: ¿Por qué vuelan los aeroplanos? En mayo de 1997, la pregunta del examen final de "Momento, calor y transferencia de Masa II" fue: ¿Es el Infierno exotérmico o endotérmico? Razone su respuesta.

La mayoría de los estudiantes basaron las respuestas en la ley de Boyle o en alguna de sus variantes. No obstante, un estudiante escribió lo siguiente:

En primer lugar, postulamos que si el alma existe tiene que tener alguna masa. Por tanto, un mol de alma tiene que tener también una masa. Entonces, ¿a qué velocidad se mueven en el infierno y a qué velocidad lo abandonan? Se afirma con seguridad que cuando un alma llega al Infierno ya no lo abandona. Por lo tanto, postulamos que no existen almas que abandonen el Infierno. Respecto a las almas que entran en el infierno, nos basaremos en las diferentes religiones que existen actualmente en el mundo.

Muchas religiones afirman que aquél que no es miembro de su religión va al Infierno. Puesto que hay más de una de estas religiones y la gente sólo pertenece a una, podemos decir que todas las personas y sus almas van al Infierno. Con las tasas que existen de nacimiento y mortalidad, podemos suponer como una buena aproximación que el número de almas en el infierno crece exponencialmente. Veamos ahora la velocidad de cambio del volumen del infierno. La ley de Boyle establece que para que la presión y la temperatura del Infierno permanezcan constantes, debe permanecer constante la relación entre la masa de las almas y el volumen del infierno.

[A1] Por tanto, si el Infierno se expande a una velocidad menor que la de la entrada de las almas en él, la presión y la temperatura del infierno crecerán hasta que el infierno explote.

[A2] Por otro lado, si el Infierno se expande a una velocidad mayor que la del incremento de almas en el infierno, la temperatura y la presión caerán hasta que el infierno quede helado.

¿Cuál es la solución correcta? Si aceptamos el postulado que me hizo Theresa Banyan durante el primer año de carrera de que "Habrá un día frío en el infierno antes de que me acueste contigo", puesto que todavía no he conseguido tener relaciones sexuales con ella, [A2] no puede ser cierto. Por lo tanto, el Infierno es actualmente exotérmico.

7.4.07

El cuento de los sobres de azúcar


Hace tiempo, mi buen amigo Toño me contó en un restaurante de San Lorenzo de El Escorial, localidad a la que habíamos ido a ver a los sempiternos Burning, el triste final del inventor de los sobres alargados de azúcar que dan en un gran número de cafeterías de este país (ignoro si en el extranjero también), en una historia que no se sabe a ciencia cierta si pertenece al mundo de las leyendas urbanas o no. Cuando se le pregunta a alguien por la forma en la que abre dicho sobre para verter su contenido en el café, té o bebida que se desee endulzar, el 100% de los encuestados responde de la misma manera: rompiendo uno de los extremos y vertiendo posteriormente la cantidad deseada de azúcar. Mal hecho.

Estos sobres están diseñados para una apertura mucho más sencilla. Se trata de ponerlo encima de la taza, de modo que el punto medio quede encima del centro de la circunferencia, presuponiendo que el borde de la taza sea redondo, lo cual suele suceder en la mayoría de las cafeterías de este país (vuelvo a ignorar si en el extranjero las tazas se corresponden con otra figura geométrica, como una elipse o un cuadrado). Una vez colocado el sobrecito, se presionará con los dedos hacia abajo, siempre por el punto medio. Entonces, se romperá, vaciando su contenido de manera rápida, precisa y limpia en el interior de la taza. Mucho mejor, ¿no?

Pues resulta que el innovador autor de tan ingenioso artilugio, viendo que la gente se pasaba por el forro su invento y seguía abriendo los sobres por un extremo, entró en una fuerte depresión. Tal es así que decidió poner fin a su vida, incomprendido como se sentía y desilusionado al comprobar que su invento no había sido entendido como debiera. Así que a partir de ahora, niños y niñas, cada vez que pidáis un café, un té, una manzanilla o lo que sea, recordad a este buen hombre cuando os sirvan la bebida con un sobre alargado de azúcar y acordaos de abrirlo de la manera correcta. Por el inventor, para que su muerte no sea en vano.

6.4.07

Semana Santa


Ya está aquí, un año más, la Semana Santa. En multitud de localidades, no sólo españolas sino de todo el mundo, los cristianos celebran la pasión de Cristo, su muerte y su resurrección. Las ciudades de nuestro país se llenan de gente con una siniestra estética parecida a la de los activistas del Ku-klux-klan, se hacen multitud de pasos rememorando el dolor del Mesías, se escenifica su muerte, todo ello con un sentimiento ejemplar. No dudo de que para los especializados en la materia sean actos realmente emotivos, si bien yo, profano como soy, no disfruto en absoluto de ella. Disfruto, eso sí, de lo que disfrutamos todos, de los días de vacaciones.

Y todos los años podemos ver en las noticias las distintas maneras que tienen en distintos lugares de escenificar esa pasión: desde (aburridas) procesiones en las que desde alguna ventana cercana se canta una (no menos aburrida) saeta hasta crucifixiones en vivo, con sus clavos en manos y pies y todo, pasando por flagelaciones y espaldas sangrantes. ¿Todo para qué? ¿Para rememorar el dolor de aquel a quien millones de personas en todo el mundo tienen como hijo de Dios? ¿Para sentir lo que sintió él al ser humillado por los romanos en la hora de su muerte? Todo ello en un acto de gran hipocresía por su parte. Porque queda muy bonito aparecer delante de todo el mundo con una cruz a cuestas, recibiendo latigazos, ya sean propinados por uno mismo o por otra persona, y ser clavado en esa cruz. Literalmente clavado. Uno muestra una imagen de mártir ante el mundo fuera de toda duda pretendiendo entrar en una comparación con Jesucristo. Ocurre un poco como con la Navidad, cuando todos queremos ser o parecer mejores personas de cara a la galería. Pero después, ¿qué? Vuelta a la rutina diaria, a aguantar el trabajo, al jefe, a los compañeros insoportables, al vecino que pone la música a todo trapo y no nos deja descansar o a ese otro que nos cae mal y que, al verle entrar en el portal detrás nuestro, aceleramos para no tener que coincidir con él en el ascensor. La actitud tan cristiana de estos días y tan creyente muere, pues, con la propia muerte de Cristo. Entonces, ¿ya nadie quiere seguir imitándole? Y es que en el fondo, seguimos siendo "temerosos" de Dios y continuamos viéndolo como una carga y no como una bendición, que es como debería ser. No descartaría que en un futuro volviéramos a vivir algún tipo de inquisición.

28.3.07

El ídolo de "Tu ídolo"

En ocasiones idolatramos a alguien por ser muy bueno en lo que hace, aunque personalmente deje mucho que desear. Otras veces ocurre lo contrario, no destaca tanto en su trabajo, si bien como persona es alguien loable. Y hay otras, las menos, en las que ambas virtudes se dan cita en una misma persona. Este es el caso del personaje que nos ocupa, un jugador de baloncesto que ha labrado su carrera poco a poco, sin grandes alardes, pero demostrando una gran profesionalidad allá en donde ha estado.

Cuando era pequeño (de edad, puesto que el angelito mide 204 centímetros), soñaba con ser jugador de fútbol. De hecho, practicaba este deporte en su pueblo natal, Torrejón de Ardoz hasta que un día, el conductor de su autobús le recomendó que, dado su tamaño, se dedicara mejor al baloncesto. Le hizo caso y rápidamente entró en el equipo de Alcalá de Henares, donde comenzó a destacar de tal manera que pronto llegaron ojeadores de algunos equipos importantes para verle en acción. De hecho, se interesaron por él el TAU de Vitoria (Taugrés Cerámica por aquel entonces) y el Real Madrid (Real Madrid por aquel entonces). Y él, atlético de toda la vida, no lo dudó y aceptó la oferta del equipo vitoriano. En el TAU estuvo siete temporadas, hasta que decidió cambiar de aires y se marchó rumbo a Italia, donde permaneció cuatro exitosos años. Entonces decidió volver a España, donde se interesaron por él el Unicaja de Málaga y, nuevamente, el Real Madrid. Y nuevamente dio calabazas al club blanco y se decidió por jugar en la ciudad andaluza, donde se hizo un equipo a su medida para tratar de lograr títulos, los cuales llegaron. Poco después llegó el mundial de 2006 que España ganó en Japón y en el que fue incluído en el quinteto ideal del campeonato junto a su amigo Pau Gasol. Y su salto a la mejor liga del mundo, la NBA. Un novato de 30 años que empezó a ganarse el respeto de todos, que llegó con ganas de aprender, sin ningún tipo de soberbia a pesar de haber demostrado ser uno de los mejores jugadores del mundo en el mencionado campeonato de Japón. Aterrizó en Toronto, en un equipo humilde, al lado de su amigo José Manuel Calderón. Y pronto se ganó un sitio en el quinteto del equipo, algo nada fácil para un rookie.


Esta semana ha salido en todos los telediarios (al menos en la sección deportiva) por haber sufrido una grave lesión al intentar taponar una internada de Al Jefferson, jugador de los Boston Celtics. Se desequilibró en el salto y cayó mal sobre su pie izquierdo, que se dobló hacia afuera, partiéndose el tobillo. Las imágenes de Calderón tratando de calmarle en plena cancha mientras él gritaba de dolor son estremecedoras. Allí, ante la estupefacción de todos los presentes, los médicos le colocaron el tobillo, que se había luxado y posteriormente se lo llevaron en camilla, mientras el público del Boston Garden le despedía con una ovación. Le esperaba una operación y, después, unos seis meses de baja.

Existen muchos motivos para admirar a este jugador. Por su calidad baloncestística. Por su humildad y sencillez como persona. Por su afán de superación. Por ser del Atleti. Por su predisposición a hablar con todo el mundo. Por ser como es.

Con ustedes, Jorge Garbajosa.

27.3.07

Condiciones laborales

Cuando una persona está buscando un empleo, lo hace con la intención de que las condiciones que haya en ese empleo sean las mejores posibles. Evidentemente, a nadie le pagan lo que desearía (no sé si es porque deseamos mucho, porque pagan poco o por ambos motivos). Pero en un trabajo las condiciones económicas no es lo único que importa. Es importante también tener un buen ambiente, llevarse bien con los compañeros y compañeras, incluso con los jefes, si bien este punto suele ser más complicado. En líneas generales, en todos los trabajos se hace alguna parada para desayunar, aunque sea a las once y media de la mañana, o para tomar algo durante algún descanso. Pero no en todos, no nos engañemos, y aquí disponemos de la prueba:



Esta instantánea ha sido tomada esta misma mañana por el blogero conocido como "Tu ídolo" en uno de los almacenes de Dia. ¿Será éste el mejor trabajo para las personas anoréxicas?

24.3.07

La noche de los puntos

La tarde noche de ayer, viernes, estuvo claramente relacionada con los puntos, en algunas de sus múltiples acepciones. Lo que prometía ser una noche tranquila, dado que mi reciente lesión no me permite aún realizar grandes esfuerzos (así como mi edad, que ya empiezo a acusar) se tornó, cuanto menos, curiosa. En un principio, mi plan era sencillo: irme a casa a descansar, jugar un rato con la Play (la 2, que la 3 queda aún muy lejos para mí, digamos que un punto por encima), y echarme a dormir. Pero vayamos por puntos:

El punto final de mi jornada laboral y de la semana tendría lugar, salvo imprevistos de última hora, en la madrileña calle de Julián Romea, donde el número de pijos por metro cuadrado se dispara varios puntos por encima de la media a la que estoy acostumbrado. En esa tienda, donde tuve que dejar un aviso pendiente por falta de material echando así por tierra mi fama de que todo lo soluciono, había una encargada de las más exóticas que me he encontrado. No ella en sí, sino su procedencia india (evidentemente, india de las de punto, no de las de plumas) con quien estuve desplegando mi encanto natural que las vuelve locas a todas. A todas las mujeres, no a todas las indias. Eran las seis y media de la tarde cuando abandoné el comercio y dirigí mis pasos hacia Jarno. Pasamos entonces al punto siguiente.

Recordé que tenía puntos acumulados en el operador telefónico que me tima habitualmente así que decidí ir a preguntar si podía canjearlos por un teléfono nuevo, que ya que me roban de manera descarada, pues al menos que me regalen algo, ¿no? Así pues, terminé en la Plaza de España. Durante el trayecto estuve hablando con mi amigo Javi, en una actitud, niños y niñas, que no debéis repetir jamás (hablar por teléfono mientras se conduce) si no queréis ver reducida vuestra cuenta de puntos en el carnet. Quedé con mi interlocutor en pasarme por su casa una vez que hubiera concluido mis gestiones. Finalmente canjeé mis puntos por un Nokia y me dirigí a casa de Javi.

El plan, llegados a este punto, era, tal y como yo anhelaba, algo tranquilo. Cenar algo, echarnos una play y para casa. Así pues, decidimos lo que íbamos a tomar, que no era otra cosa que una pizza, si bien yo estaba un poco reticente debido a su procedencia (era del Dia). Entonces mi anfitrión decidió compartir conmigo un sabroso jamón que le habían regalado y que se dispuso a cortar mientras yo jugueteaba investigando un poco mi nueva adquisición, en esa actitud tan masculina de tratar de descubrir el funcionamiento de un aparato electrónico sin mirar las instrucciones de uso. En ello andaba enfrascado cuando me sobresaltó un grito pegado por Javi al más puro estilo Ronnie James Dio que me hizo pensar en un primer momento que las clases de canto que está tomando las estaba aprovechando tanto que se atrevía ya con el rock duro. Pero después, cuando le vi meter la mano debajo del grifo empecé a sospechar que en realidad se había cortado. Y un buen corte, por cierto. Le dije que mejor nos fuéramos a urgencias, que esa herida iba a necesitar algunos puntos de sutura para curarse mejor, mientras para mis adentros pensaba que adiós a la play. Fuimos en Lorenzo, el homólogo de mi querido Jarno, al hospital de Puerta de Hierro donde, a juzgar por el número de gente que allí había, debía haber citada una de las manifestaciones que tan habitualmente convoca el Partido Popular en los últimos tiempos para protestar por todo. Así que me tocó aguardar en la sala de espera a que Javi saliera con la mano cosida. Lamentablemente, su naturaleza no es tan curiosa como la mía y no le interesó saber el número de puntos que adornaban en ese momento y durante los próximos días su mano izquierda. Le comunicaron, eso sí, que el percance no le iba a impedir trabajar por lo que no le darían la baja. Sí, sí, eso está muy bien, pero ¿y la play?

Así pues, regresamos a su casa y, como si de un deja-vu se tratara, volvimos al mismo punto que antes, si bien el jamón preferimos dejarlo intacto. Cenamos y decidimos cambiar la play por la televisión. Eran casi las doce de la noche y en uno de esos canales del Digital por los que yo me pierdo, empezaba un partido de baloncesto de la NBA entre Toronto Raptors y Denver Nuggets que decidimos visionar, si bien ambos pegamos un par de cabezadas. El interés fundamental era el de ver a los dos españoles que juegan en el equipo de Canadá (Jorge Garbajosa y José Manuel Calderón). Al final, el mejor del partido fue el primero, que anotó 22 puntos, lo cual no está nada mal. Así pues, ya un poco cansado, me fui para casa, donde llegué después de tener que dar un generoso rodeo debido a la manía de ese alcalde que tenemos de cerrar el parque del oeste durante todo el fin de semana. Y, por fin, mi cama y a dormir.

Y punto final.

21.3.07

¿Dónde compran los famosos?

Hoy, un compañero de curro al que coloquialmente llamamos "Cuco", por el personaje que interpretaba Gabino Diego en Torrente 2, ha llegado ilusionado a la oficina, con una noticia que estaba deseando contar. Y es que había visto a alguien famoso la tarde anterior comprando en un Dia (en la calle Lagasca, zona fina, pero un Dia al fin y al cabo). Todos, quien más quien menos, hemos visto alguno, pero él estaba particularmente emocionado. Cuando nos ha confesado la identidad del famoso en cuestión, hemos irrumpido en un sinfín de risas y de vaciles. Resulta que quien estaba haciendo su compra en un Dia era, nada más y nada menos, que la infanta Elena. ¡Haberle tirado una foto! "Sí, claro, si iba con los guardaespaldas y todo". No sé si ha sido un intento de impresionarnos, dado que el chaval lleva poco tiempo con nosotros, pero lo que ha conseguido ha sido lo contrario. Ha comenzado entonces una batería de preguntas jocosas: ¿Se había quedado Marichalar sin sus Choco Krispies para el desayuno? Los guardaespaldas qué estaban, ¿para empujar el carro? ¿Llevaba la infanta cupones de descuento? ¿Le dijo al Cuco la recurrente preguntita de "vas a cobrar"? ¿Se pondría a mirar el ticket de compra para comprobar que el precio del café era el que ponía en el estante? Después hemos empezado, aunque continuando con la coña, a decir que habíamos visto a Beckham en el Ahorramás, o al conde Lecquio en el Caprabo. Que no cuela, Cuco, que no cuela.

18.3.07

¿Dios existe?

Históricamente los filósofos y teólogos de todo el mundo han tratado de demostrar la existencia o la no existencia de Dios, o de un ser superior que todo lo ve y todo lo puede. Son diversas las teorías al respecto y para todos los gustos. Sucede además la particularidad de que todo el mundo tiene una opinión al respecto, muchos creen y muchos no, pero todos creen tener una idea acertada sobre el tema. Pero he aquí que yo, a la tierna edad de ocho años, hice mi más sorprendente y clarificador descubrimiento en esta cuestión. Comprobé empíricamente que Dios no existe. Y nada de utilizar complicados razonamientos que demuestren que lo que pudiera decir sea cierto o no. Mucho más sencillo.

Ocurrió en 1986. El Atlético de Madrid había llegado a la final de un torneo continental, la Recopa de Europa, en la que tenía que enfrentarse al por entonces poderosísimo Dinamo de Kiev en la francesa ciudad de Lyon. En mi casa estábamos todos muy ilusionados con la ocasión, teniendo en cuenta además que, siendo conocedores de la naturaleza del equipo madrileño, pocas ocasiones como aquella íbamos a volver a vivir. Bueno, en este aspecto yo no andaba tan seguro dado que, como ya he comentado, era tan sólo un tierno infante y no era aún demasiado experto en lo que es la historia e idiosincrasia de tan singular club. Así pues, el encuentro dio comienzo y pronto empezó a comprobarse que no era la tarde del Atlético o que sí lo era del equipo soviético. O ambas cosas. Lo que podíamos ver era lo que bien podía definirse como un repaso en toda regla, el equipo de Kiev manejaba a su antojo al madrileño, que vio cómo podía caerle lo que coloquialmente se conoce como "la del pulpo".

Al llegar el tiempo de descanso y viendo el espectáculo, siendo sabedor de que Dios está en todas partes, me encerré en el cuarto de baño para tratar de comunicarme con él. Le pedí, desde lo más profundo de mi corazón, que el Atlético de Madrid saliera campeón de la Recopa esa tarde. A priori, un favor sencillo para un ser que todo lo puede. Porque si se es omnipotente puede hacerse, incluso, que el Atleti gane algo, ¿no? Así que regresé al salón, donde mi familia aguardaba expectante al comienzo de la segunda parte con la esperanza de que cambiara en algo la situación en Lyon. Yo, por mi parte, mantuve un sepulcral silencio acerca de lo que acababa de hacer, sabedor de que Dios iba a obrar el milagro pero sin querer estropearles la sorpresa, como el padre que en la noche de Reyes no quiere romper la ilusión de su hijo o hija. Y comenzó la segunda parte. El Dinamo de Kiev seguía demostrando una insultante superioridad, practicaban un juego mecánico, como si fueran robots, sabiendo perfectamente lo que debía hacer cada uno en cada momento. Los comentarios a mi alrededor eran desalentadores, mientras yo seguía guardando silencio acerca del sorprendente final que se avecinaba.

El (¿sorprendente?) final fue una victoria para el cuadro ruso por 3-0, aunque pudieron ser bastantes más. Una vez que el árbitro decidió dar por terminada la final irrumpí en un inconsolable llanto que sorprendió a mis familiares. Y fue entonces cuando, entre lágrimas, les hice partícipes de la revelación que acababa de tener. "Dios no existe porque le he pedido que el Atleti ganara el partido y no lo ha hecho". No podía ser, era imposible. Le había pedido de manera sincera una victoria rojiblanca, y no sólo no sucedió eso, sino que cayó humillado a manos del cuadro soviético. La cosa estaba clara: Dios no existe. O eso, o que es madridista, que sería mucho peor.

17.3.07

Periplo londinense

Antes de caer lesionado de (poca) gravedad, el Ídolo había estado haciendo turismo por la capital de Inglaterra. Es decir, Londres. Hasta allí me desplacé con dos intenciones fundamentales: una era la de visitar a mi buena amiga Laura (también conocida como La Malandrina), y la otra, que suponía el verdadero motivo del viaje, visitar el campo donde habitualmente juega como local el West Ham United. Todo eso del Big Ben, el Parlamento, la abadía de Westminster, el palacio de Buckingham puede ser muy bonito, pero lo que yo realmente quería conocer era el estadio de Upton Park. No obstante, traté de disimular durante mi estancia para que no se notara demasiado, pues es altamente probable que nadie más comparta esa afición y me tomaran por loco. O lo que es peor, por un friki. Disfracé mi deseo con el socorrido "si me da tiempo" y me dediqué a ver lo que frecuentan los turistas en la ciudad a modo de coartada dejando la ansiada visita para el último de los cinco días que iba a estar allí.

El primero de esos días, Laura me dejó solo durante la mañana pues tenía que atender asuntos personales que requerían de su presencia. Me dejó en el centro de la ciudad, donde está la mayor parte de edificios que frecuentan los turistas, y quedamos en que después me llamaba para comer. Así pues, me puse a hacer fotos a toda aquella parte de la ciudad para justificarme, para que cuando mi padre me preguntara que si había visto tal o cual cosa, poder demostrar que sí, si bien mi mente estaba en otra parte de Londres. Aun así, conseguí arreglármelas con un mini mapa que me había dado mi padre de la zona para tratar de ver el mayor número posible de lugares susceptibles de ser visitados. Cuando llegué, además, al palacio de Buckingham, estaba comenzando el cambio de guardia, un espectáculo para turistas (las verjas estaban repletas de ellos) en el que se tiran tres horas para relevar a los soldados. Todo ello con una banda de música que hacía que más que un acto solemne aquello pareciera el circo. Seguí mi ruta solitario-turística, encontrándome cada cierto tiempo gente que hablaba en castellano de manera perfecta. Incluso cuando querían preguntarle algo a un policía, británico él, que no hablaba nada de nuestro idioma. Resultaba curioso ver los esfuerzos de uno y otros para hacerse entender, aunque algún alma caritativa solía hacer acto de aparición para tratar de ayudar a los desesperados contertulios. Por otro lado, es de agradecer que en los pasos de peatones haya señalizaciones pintadas en el suelo que indican hacia dónde debe mirarse para cruzar, puesto que su terrible manía de conducir por la izquierda es, cuanto menos, confusa para el resto de mortales, tan poco acostumbrados a ello. Poco después, por fin, vino Laura y nos fuimos a comer, aunque casi podíamos haber ido a merendar, pues eran cerca de las cuatro de la tarde (cinco en España, excepto en Canarias). Anduvimos un poco más por la zona y nos fuimos para casa, que allí anochece muy pronto y los dos somos de naturaleza asustadiza.

El día siguiente, viernes, continuamos nuestro periplo, visitando, entre otras cosas, el Puente de la Torre y paseando por Oxford Street. De hecho, por esta calle, que, como el resto de la zona, estaba realmente atestado de gente, había una tienda de Nike, en la que entré con el sano propósito de buscar alguna camiseta del Atleti. ¡¡Y la había!! Después nos fuimos a tomar algo con mi amigo Javi, que había llegado ese mismo día allí para pasar el fin de semana. Estuvimos en un típico pub inglés en el que pude degustar un par de cervezas, que por cierto, siendo tan poco cervecero como soy, no me gustaron nada, acostumbrado como estoy a la Mahou, y no demasiado a menudo.

El sábado tuvimos la suerte de contar con la inestimable presencia de Nuria, la hermana de Laura que vive allí con ella. Si ya de por sí Laura es guapa (que lo es), su hermana es insultante. Al entrar en el tren que debía llevarnos a la ciudad, vimos un señor vestido con la camiseta del Arsenal y que había colocado en el asiento de al lado un abrigo del mismo equipo, amén de otro material como un periódico y una bufanda. Vamos, un hooligan en toda regla. Cuando amablemente le pedimos que si lo podía quitar para que alguno de nosotros pudiera tomar asiento, nos miró con cara de pocos amigos. Si hubiera hablado castellano, habría entendido perfectamente cómo entonces nos dirigíamos a él, hablando entre nosotros, como "el nota este" o "el figura". Incluso Laura, que estaba sentada enfrente (al lado del hooligan estábamos Nuria y yo), nos hizo una foto en la que se le ve claramente y que, además, sale mirando a la cámara, como si fuera parte de lo que se quería fotografiar. Y con cara de pocos amigos, por supuesto. Qué mal genio gastan estos inglesitos, oiga. Anduvimos fundamentalmente por Candem Street, una calle llena de comercios en la que los edificios están pintados y decorados como si fueran parte de la tienda que tienen en el piso bajo. De ahí al Soho a comer, por la noche una vuelta por la zona del Big Ben y para casa. Ya quedaba menos para que pudiera cumplir el objetivo del viaje.

Objetivo que cumplí el día siguiente, domingo. El único día de los que estuve allí que amaneció lluvioso. Una lluvia fina, que no molestaba en exceso, y que no iba a ser capaz de impedir mi peregrinaje a ese santo lugar. Después de hacer el moñas un rato por Hyde Park y Hammersmith decidí que era el momento, que ya estaba bien. Miré fijamente y muy serio a Laura y le dije: "Ahora". Todo lo que yo deseaba acudir al estadio, ella intentaba evitarlo, pero sabía que no había otra opción si quería tenerme contento. Así que tras recorrer las 24 paradas de metro (que vaya metro, por Dios, esa es otra), llegamos a Upton Park. Eran las dos de la tarde, y allí se iba a disputar a las cuatro un encuentro entre el equipo local, el West Ham, y su máximo rival, el Tottenham. Por lo tanto, la zona comenzaba a ser un hervidero de gente. El bar más cercano al campo estaba lleno de seguidores con sus camisetas granates y con media docena de policías esperando en la puerta para evitar incidentes. Laura debió percibir la emoción que por aquel entonces me embargaba, a medida que nos íbamos acercando al estadio, porque me avisó de que si me iba a poner a llorar, ella se cambiaría de acera (físicamente en aquel momento, no se quiso referir a que iba a cambiar su tendencia sexual), así que auné todo mi valor (que tampoco es mucho así que no fue excesivamente difícil) y me porté como un hombre. Incluso cuando estuvimos al lado del aparcamiento y vi cómo algún que otro jugador aparcaba su vehículo para adentrarse en el estadio. Incluso cuando entramos en la tienda del estadio y arrasé con todo lo que encontré a mi paso dejándome en ello casi todo el efectivo que para entonces me quedaba. Todo ello lo hice con una virilidad y un comportamiento exquisitos, lo que exigía el templo en el que nos encontrábamos.

Cuando abandonamos el lugar, con lágrimas en los ojos y una bolsa de la tienda en una mano, fue cuando me di cuenta de que el viaje había merecido la pena. La vida había vuelto a recobrar sentido para mí. Se puede decir que en mi existencia hay un antes y un después, y que ese punto de inflexión lo marcó Upton Park, el monumento londinense más impresionante de los que pueblan la geografía local (porque Laura y Nuria no son londinenses).

15.3.07

Semana de baja

Pues sí, señores. El ídolo lleva una semana de baja después de que el domingo pasado, durante el transcurso del segundo de los partidos de fútbol que suele disputar, le diera un pinchazo en el gemelo de la pierna izquierda. Ello supuso una rotura fibrilar, que así dicho puede parecer muy profesional, pero que no deja de ser un tirón que no le deja a uno caminar bien. Es por ello que, tras ir al médico, me dieron la baja (no va a ser antes, por otro lado).

Así que he estado durante toda la semana en casa, dado que debía guardar reposo, sin hacer nada y cobrando por ello. El sueño de cualquiera, vaya. No sé cómo puede haber gente que dice que después de varios días en casa, necesita ir a trabajar cuando está en la misma situación. Y una vez que no tiene uno nada que hacer y se pone a navegar por el ciber espacio, es posible encontrarse con cosas que llaman la atención y entonces es cuando piensa uno en su blog, en lo poco que ha escrito en los últimos tiempos y decide compartirlo con los lectores del mismo, ya sean muchos o pocos, pero con ellos al fin y al cabo. Con ustedes, el reno Renardo, un artista. Que lo disfruten.



Y otra versión, en este caso de Paulina Rubio, con un tema un tanto escatológico pero que a todos, en mayor o menor medida, nos ha pasado. Y quien diga que no, miente.

27.2.07

En todas partes cuecen habas

La semana pasada, en el curro, teníamos que afrontar un proyecto. A priori, un proyecto sencillo y breve, pero también desconocido, al menos para mí. Se trataba de poner en marcha una tienda Opencor que iban a abrir en la madrileña localidad de San Sebastián de los Reyes, más o menos en lo que se viene denominando "el culo del mundo". Yo fui el elegido para llevar a cabo esa labor, por lo que tuve que reunirme con mi jefe y el responsable de Proyectos para que me explicaran un poco en qué iba a consistir la instalación, lo que tendría que hacer y ese tipo de cosas. En principio, montar la línea de cajas, el servidor y los ordenadores que fuera a haber en la tienda, en este caso, hasta un total de tres. Como Opencor pertenece a El Corte Inglés, me recalcaron la necesidad de ser serios, dado que dicha empresa exige mucho a sus trabajadores en ese aspecto. Seriedad, seriedad.

El proyecto duraría tres días, desde un miércoles hasta un viernes, tiempo en el cual, en principio, debería dar tiempo más que de sobra para desempeñar la labor. Así pues, allí me dirigí yo el miércoles por la mañana con el bueno de Jarno (mi inseparable Peugeot 206 de empresa, para los no iniciados). Llegué incluso antes de las nueve de la mañana, hora en la que, en principio, debería dar comienzo mi jornada laboral en ese lugar donde, por cierto, corría un aire que helaba hasta el alma. Primer inconveniente: no hay luz en la tienda. Así pues, tras hablar con Iván, el responsable de El Corte Inglés, quedamos en que me iría a desayunar, dado que sin luz poco se podía hacer. Me acerqué al Ikea a alimentarme, no con maderas ni sillas como algún simpático lector puede pensar, sino con un nutritivo desayuno consistente en huevos revueltos, dos salchichas, bacon, una tostada y un zumo de naranja, todo ello por el módico precio de un euro.

Volví al Opencor media hora después y la única luz que allí había era la del sol, y esta no llegaba, ni por asomo, al lugar donde debía montar la línea de cajas. Así que seguíamos igual, y sin poder decirme Iván cuándo se haría la luz. Seriedad, seriedad.

Y finalmente se hizo la luz. Eran las dos de la tarde. Lo que Dios había tardado cuatro días en crear, los electricistas de El Corte Inglés tardaron solamente cinco horas. Si va a ser verdad eso de que son serios los tíos. Así que deprisa y corriendo (bueno, corriendo no, que con todas las cajas de que había por el suelo de la tienda, lo más fácil habría sido tropezar y caerse, quién sabe si con alguna lesión añadida) me puse a montar los TPV's (Terminales de Punto de Venta). A las cinco y media estaban todos liquidados, si bien encontré cierta dificultad en poder colocar los escaner. Si algún lector tiene tiempo libre y ganas puede probar a intentar introducir un tornillo en una encimera de mármol con la simple ayuda de un destornillador y la fuerza de su brazo. Probablemente tenga que recurrir a un destornillador eléctrico, como tuve que hacer yo. Primer día resuelto, y todo ello con gran seriedad por mi parte.

El segundo día fue menos intenso que el anterior, si bien yo me sentía como un estudiante en prácticas. Iván me iba diciendo: "haz esto" o "haz lo otro", y yo como un aprendiz, lo hacía lo mejor que podía. Sólo faltaba que después viniera (o viniese) con el cuadernillo de calificaciones para ponerme la nota. Cosa que, por suerte, no sucedió. También me dijo que el PC del aula de formación no lo íbamos a poder montar, dado que no había llegado el mueble sobre el que debía ir montado. Bueno, ni el mueble, ni el propio aula de formación, que ni siquiera estaba operativo. Seriedad, seriedad.

El tercer y último día fue mucho más serio aún. Por lo visto, los de Telefónica son aún más serios que los de El Corte Inglés, y no habían aparecido aún. Esto es: la tienda no tenía línea, no se podía montar el router, no podíamos hacer pruebas ni en cajas, ni en ordenadores. Total, me dediqué a revisar todo lo instalado hasta entonces y a las once ya habíamos terminado. Todo resuelto con mucha seriedad.

25.2.07

Cartelito

El otro día, cuando llegué al portal de mi casa y me disponía a subir, vi en el ascensor dos carteles, uno escrito con ordenador y el otro a mano. El primero nos advertía de que el jardín estaba siendo abonado y que, por favor, no dejasen a los perros sueltos por el mismo, con el fin de que el abono haga su labor correctamente sin agentes externos. Al lado, uno escrito a mano, con letra sospechosamente parecida a la de mi vecina de abajo (que nos bombardeó con cartitas en casa diciendo que tenía humedades en el baño que finalmente no resultaron ser tales), mujer esquizofrénica amante de los animales en general y de los perros en particular, que vio en ese aviso un claro ataque a sus animales domésticos. Como la mejor defensa es un buen ataque, pasó ella, con las mismas armas, a defender a sus mascotas. Para ello, nada mejor que pedir que realizaran de una vez las obras que están haciendo en el exterior de la plaza. Lo que no sé es exactamente a quién se dirigía, puesto que nadie que utilice el ascensor trabaja, que yo sepa al menos, en esa obra. No obstante la situación me pareció tan curiosa y surrealista que no pude evitar inmortalizar el cartel, con los dos comentarios de algún vecino jocoso incluídos.

18.2.07

Problema

A y B son dos seres humanos. Ambos se conocen desde hace ya varios años. Desde siempre han tenido una buena amistad, se entienden perfectamente y ambos poseen un humor afín, a la par que gustos igualmente afines. Desde que se conocieron han hecho un sinfín de cosas juntos, han salido los fines de semana a emborracharse, han hecho algún que otro viaje, han ido a espectáculos de diversa naturaleza, etc. Son, lo que se viene llamando, dos buenos amigos.

Pero desde hace un tiempo, a B no le apetece tanto quedar con A, ni los planes que anteriormente le gustaba, sin motivo aparente, dado que A no ha hecho nada por lo que pudiera sentirse ofendido. Pero es así. No le hace gracia quedar con él y cuando accede a hacerlo, se siente como un extraño, como un desconocido. Al personaje conocido como A no le gusta esta situación, ya que no entiende qué le puede haber pasado a B. A B tampoco le gusta, ya que A ha sido siempre su amigo y no entiende por qué piensa de esa manera, ya que, como decía antes, no le ha hecho nada. ¿Qué tendría que hacer cada uno?

Minutos musicales

Entre que se me ocurra algo digno de ser contado y me venga la inspiración, les dejo con un video musical del que es, sin lugar a dudas, el mejor guitarrista del mundo: El señor Steve Vai.

11.2.07

Hábitos extraños: Hablarle a la tele

Ya lo decían Los Cucas: El ser humano es raro. Evidentemente, hay unos más raros que otros, pero todos, y cuando digo todos me refiero a todos, tenemos nuestras rarezas, entendiendo por rareza algo que no es común en la amplia mayoría de los mortales. Pero si hay una rareza común a todos, y cuando digo todos vuelvo a referirme a todos, es la de hablar con la televisión. No importa qué programa estén emitiendo, siempre es posible escuchar comentarios, gritos, respuestas.... Según el tipo de programa hay varias clases de parlamento con el electrodoméstico en cuestión:

El fútbol: Este es el más típico, y no tiene por qué ser exclusivo de los hombres, ya que cada día son más las mujeres aficionadas a este deporte. Evidentemente, aquí lo que se escuchan son gritos, insultos y similares. Se puede hablar al árbitro, en cuyo caso pocas palabras amables se escucharán. En general, pocas palabras amables se escucharán independientemente de a quién se dirija.

El concurso: Básicamente en los concursos de preguntas y respuestas. Nos empeñamos en demostrar lo listos que somos respondiendo cuando al concursante en cuestión le preguntan algo. Aunque también es común escuchar un respetuoso silencio cuando no se conoce la respuesta. Si lo que pretendemos es quedar como listos, no lo vamos a lograr respondiendo dos y callándonos en tres, ¿no? Igual lo mejor es no responder ninguna.

El debate: Este es el más curioso. ¿A quién le puede interesar ver un debate en el que no puede intervenir? Y más con los debates tan instructivos que tenemos en este país, en el que si hablan tres a la vez, es el momento en el que menos personas lo hacen al mismo tiempo. Y más viendo los personajes que suelen aparecer, que no suelen ser precisamente famosos por su educación y/o cultura y que caen fácilmente en el insulto y las descalificaciones. En estos casos, solemos caer en la misma tónica y, como si formáramos parte de alguna de las opciones, nos dedicamos a insultar a alguno de los que intervienen como si lo tuviéramos (o tuviésemos) delante.

La entrevista o la declaración: Esta es parecida a la del debate. Cuando se entrevista a alguien, generalmente algún político o algún personaje de los que aparecen en los programas del corazón, ponemos en duda su declaración objetándole en sus argumentos y/o declaraciones.

¿Por qué hacemos estas cosas? ¿Somos realmente conscientes de que el televisor no nos va a responder y que nadie nos está escuchando, de hecho? Quizás sea simplemente por las ganas que tenemos de salir en la tele, que actuamos como si realmente estuviéramos allí y la gente nos estuviera escuchando. O eso, o es que somos todos raros.

28.1.07

Tropecé de nuevo con la misma piedra

Es el estribillo de una conocida canción de Julio Iglesias, pero podría aplicarse al estribillo de una canción que narrara mi vida. Supuestamente el hombre, en cuyo conjunto me incluiré por simples razones biológicas, es el único animal con capacidad de razonamiento y de análisis. Análisis de situaciones, adversas o no, para aprender de ellas, evitar repetir las negativas y tratar de hacerlo con las positivas. Pero también se dice que el hombre, y sigo sin excluirme de ese conjunto, es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Y ahí es donde entro yo, animal en el más amplio sentido de la palabra, capaz de cometer los mismos errores una y otra vez. Y no es que no quiera aprender, pero cuando uno hace las cosas como cree que debe hacerlas, de corazón, lo último que espera es sentirse engañado, estafado. Teóricamente la experiencia sirve, o así debería ser al menos, para aprender del pasado, ver las actitudes que han reportado algún bien en otra ocasión y las que no aportan nada positivo, más bien al contrario. Y he aquí que yo, teóricamente una persona con capacidad de análisis, inteligente y observador, entre otras muchas cosas que no vienen al caso, caigo una y otra vez en las actitudes que en el pasado no me aportaron nada bueno.

¿Qué solución tiene esto? ¿Acaso tiene solución? ¿Lograré aprender la lección de una vez por todas? Quizás lo peor de todo esto sea darle la razón a Julio Iglesias para que siga cantando sus antiguos éxitos.

10.1.07

El jefe

Hoy, por fin, ha nacido el hijo de mi jefe, que se llama Adrián. El hijo, no mi jefe. El crío me ha estropeado la porra que había sobre el día del nacimiento, en la que yo había puesto el día 13 de este mes, coincidiendo hábilmente con mi cumpleaños. Pero se ha adelantado, echando por tierra de este modo mis dotes adivinatorias, tan escasas por otro lado. Todo ello ha conllevado que Raúl (que ese sí es el nombre de mi jefe) haya tenido que salir corriendo dejándome a mí, el técnico conocido como Fermín, al mando de la nave. ¿Es eso aconsejable? No lo tengo claro del todo, pero así ha sucedido.

Mi primera decisión como jefe ha sido la de bajarme con los compañeros a desayunar. Allí hemos empezado a vacilar a Alfonso, camarero del mesón La Oreja, bar en el que, si uno permanece durante más de media hora seguida, puede tener la absoluta certeza de salir oliendo a fritanga. Al principio, dado que íbamos a pedir todos bocadillos, nos ha advertido de que no le quedaba bacon. Así pues, he pedido un bocadillo de bacon con queso, broma que han seguido mis compañeros. Así que nos ha dicho que no nos preocupáramos, que le diéramos dos minutos, tras los cuales ha aparecido el carnicero del Caprabo de enfrente con bacon. "Venga, entonces qué queréis". "Bocadillo de lomo con queso", he dicho yo, lo que han seguido todos estos.

De vuelta en la oficina, he procedido al reparto de trabajo entre mis compañeros, con mayor o menor dificultad de encajar las rutas. La mañana ha transcurrido tranquila. Aburrida más bien, si no fuera por el aluvión de llamadas que he recibido a partir de la una y cuarto de la tarde. Quizás la gente no supiera que me podían llamar también antes de esa hora. Las he solventado con mayor o menor acierto y me he ido a comer. Y ha sido por la tarde cuando me he encontrado con el mayor problema.

Por todos es conocido que los ordenadores dan problemas. Todo tipo de problemas. De diversa gravedad. Hay errores subsanables, otros en los que hay que formatear el disco duro, perdiendo así los datos existentes. Errores en los que hay que tirar directamente el disco duro a la basura más cercana. Pero nunca me había encontrado con un error así. El técnico que estaba en la tienda ha hecho una foto de lo que ponía en el visor, puesto que ni yo ni los que estaban a mi alrededor terminábamos de creerlo. Bueno, es que ni siquiera empezábamos. Gran sorpresa hemos tenido cuando he recibido la siguiente fotografía en el teléfono móvil:





¿Cómo se soluciona ese problema? ¿Hay que llamar al técnico o al exorcista? ¿Tendremos que llevar en el maletín de las herramientas un bote de agua bendita junto al de 3 en 1? ¿Un crucifijo al lado de los destornilladores y alicates? ¿Tendremos que gritar en mitad de la tienda aquello de: "En el nombre de Dios, sal de esa cpu"?

6.1.07

Mensajes navideños

La época navideña es una de las más prolíficas a la hora de mandar mensajitos de móvil. Es bastante normal, durante la cena del día 24, la comida del 25 y la cena del 31 (de diciembre, obviamente) comprobar cómo se colapsan las líneas de mensajitos de felicitación. Si además uno es alguien popular, como es el caso, pues puede correr el riesgo de darle la cena a los familiares y/o resto de comensales. Pasadas estas fiestas, que a unos les gustan y a otros no, paso a transcribir aquí algunos de esos mensajes:

El escatológico: Ojalá que las pulgas de mil camellos egipcios infecten el culo de quien intente joderte el 2007 y que sus brazos sean tan cortos que no puedan rascarse. Éste fue el primero que recibí y el único que me puse a mandar a todos mis conocidos. Es un mensaje un tanto atípico por sus formas un tanto burdas, quizás por eso fue el que más me gustó.

El futbolero: Feliz Navidad, pon en tu vida a un abstemio para que conduzca por ti, a un ex-fumador para que no mangue el tabaco y a uno del Real Madrid para que sufra por ti. Visto como está el Madrid últimamente, podemos aceptar este mensaje como cierto. Hay que aprovechar, para una vez que se puede.

El político: En estas navidades ZP te recuerda que si fumas a la puta calle, si bebes, sin puntos. Si corres, a la cárcel. Si eres gordo, a régimen. Las corridas, sin toros. Las otras corridas, con condón. El fútbol, sólo del Barça. La Navidad, sin Belén. Sólo gobernamos pensando en cómo darte por culo, que para eso lo hemos legalizado. Éste lo recibió mi hermano, aunque posiblemente el destinatario real fuera o fuese el famoso Carmelo, dado que el número del remitente era desconocido. Y bueno, aunque hay cosas que las veo cogidas con pinzas y un poco forzadas y otras que directamente me parecen falsas, me resultó, al menos curioso.

El graciosillo: Feliz Semana Santa de parte de la asociación de Alzheimer y un gran 1984. No me acuerdo de tu nombre pero creo que me caes bien. Feliz verano. Este es el tipo de mensaje chorra que me gusta. De hecho, es tan chorra que no merece la pena ni comentarlo.

El típico: El puticlub Lovely le desea feliz año nuevo a sus mejores clientes. Firmado: Toñi, Juana, Agatha, Merchi y todas las que trabajamos para ti. Cuando me llegó éste, tanto mi padre como mi hermano me hicieron una suculenta oferta económica, que para cobrarla debía bajar a la casa del vecino del sexto, famoso en el barrio por las compañías que frecuenta, y decirle que ese mensaje era para él. Finalmente no cobré ese dinero.

El marbellí: Operación Mula-Buey: El alcalde de Belén detenido por recalificar el portal. Los Reyes Magos están implicados. Incautados maletines que llevaban los camellos. El niño nacerá en un portal de 30 metros cuadrados. Feliz Navidad. Si se tratara de una película, podríamos decir que es un remake de lo vivido este año en Marbella, pero con otros actores. Habría que ver quién hacía de Julián Muñoz, también conocido como Cachuli.

El considerado: ¡Feliz año! Sé que es demasiado pronto, pero conozco a tanta gente guapa, rica y sexy que empiezo por los pobres, desgraciados, maricones, alcohólicos y degenerados. Evidentemente, éste lo recibí el día 25, cuando quedaba todavía una semana para el final del año y me pareció gracioso, aunque no me deje en muy buen lugar.

El colectivo: San José, la Virgen María, la mula, el buey, la asociación protectora de animales de Galilea, la asociación de vecinos de Belén, el niño Jesús, los Reyes Magos, los pajes, los camellos, su puta madre, mi suegra, mi mujer, los niños y yo, todos te deseamos un feliz año 2007. En este mensaje echo en falta al padre de Domingo Ortega, pero supongo que no habría llegado a la felicitación porque estaría en un atasco en la M-30 de Gallardón.

El poético: Estas navidades Papá Noel se ha vuelto loco... se quiere follar al reno, al enano y al que tiene el móvil en la mano. Como diría el Dr. Maligno en Austin Powers 2: "Es todo un poeta".

El alcohólico: Brindo porque estas fiestas nos traigan felicidad. Dambién brindo pod un próspedo año duevo. Grindo dambién dorque dengamos buuuuchos essitosss... Y buidadín gon da garretera, eeeh, buchachoooss... hip.. zi guebes no gondusgas. Gringo odra vess borgue zi!! Geliz Annio!! Otro bayantinez!! Claro homenaje al sketch de Fernando Esteso anunciando el coñac La Parra en el que, a medida que iba probando dicho coñac, iba entrando en un estado etílico cada vez más agudo.

El fantasmón: Cuando era pequeño me dieron a elegir: tener una gran polla o tener buena memoria, y como ahora no me acuerdo si te he felicitado las fiestas, pues feliz 2007. Eso habrá que verlo, que estará pensando alguna (y/o alguno).

El económico: Consejo inversor del año: Tatúese un euro en la polla y disfrute de cuatro ventajas: 1. Verá cómo crece su inversión; 2. Disfrutará tocando su dinero; 3. No le importará que su mujer se coma sus ahorros; 4. Sólo usted decide dónde colocarlo. Siempre pensando en usted le saluda su asesor de inversiones. Feliz año. Esto es lo que deben estar pensando los que metieron su dinero en el Fórum Filatélico: "¡Ay, Manolo, si te hubieras tocado los huevos en vez de meter el dinero ahí...!"

5.1.07

La fiesta de los niños

Hoy es el día de Reyes (y no me refiero precisamente al futbolista del Madrid). Más bien es la noche, puesto que el día en el que se disfrutará plenamente de los regalos será mañana, día 6. Pero toda la parefernalia que se monta para esta celebración se desarrolla hoy: calles cortadas, multitudinaria cabalgata, centros comerciales abarrotados de gente que deja, como buenos españoles, todo para última hora...

Pero si por algo se caracteriza este día, o esta noche, es por los niños. Por la ilusión que despierta en ellos la idea de que tres tipos venidos de Oriente se cuelen en su casa con el sano propósito de dejarles los regalos que les han pedido previamente por carta. Y hay que reconocer que es una fiesta entrañable por el sencillo motivo de ver las caras de los más jóvenes, la ilusión que llevan implícita cuando abren cada uno de los regalos. Es un momento mágico, que hace que cuando vamos creciendo y descubriendo la realidad de las cosas, se recuerde con nostalgia y con cierta envidia.

Pero lo que realmente me llama la atención de todo esto es cómo se vuelca todo el mundo con ello, como si realmente estuviéramos todos invadidos por la misma ilusión. Cientos de "mayores" llevando a los más pequeños a la cabalgata, alentándoles, jaleándoles contribuyendo de este modo a su nerviosismo, poniéndose casi más nerviosos que los propios niños. ¿No será que en realidad la ilusión de los niños es una tapadera, una excusa para poder volver todos un poco a la infancia? Si resulta que al final no vamos a ser tan malos después de todo....