27.2.07

En todas partes cuecen habas

La semana pasada, en el curro, teníamos que afrontar un proyecto. A priori, un proyecto sencillo y breve, pero también desconocido, al menos para mí. Se trataba de poner en marcha una tienda Opencor que iban a abrir en la madrileña localidad de San Sebastián de los Reyes, más o menos en lo que se viene denominando "el culo del mundo". Yo fui el elegido para llevar a cabo esa labor, por lo que tuve que reunirme con mi jefe y el responsable de Proyectos para que me explicaran un poco en qué iba a consistir la instalación, lo que tendría que hacer y ese tipo de cosas. En principio, montar la línea de cajas, el servidor y los ordenadores que fuera a haber en la tienda, en este caso, hasta un total de tres. Como Opencor pertenece a El Corte Inglés, me recalcaron la necesidad de ser serios, dado que dicha empresa exige mucho a sus trabajadores en ese aspecto. Seriedad, seriedad.

El proyecto duraría tres días, desde un miércoles hasta un viernes, tiempo en el cual, en principio, debería dar tiempo más que de sobra para desempeñar la labor. Así pues, allí me dirigí yo el miércoles por la mañana con el bueno de Jarno (mi inseparable Peugeot 206 de empresa, para los no iniciados). Llegué incluso antes de las nueve de la mañana, hora en la que, en principio, debería dar comienzo mi jornada laboral en ese lugar donde, por cierto, corría un aire que helaba hasta el alma. Primer inconveniente: no hay luz en la tienda. Así pues, tras hablar con Iván, el responsable de El Corte Inglés, quedamos en que me iría a desayunar, dado que sin luz poco se podía hacer. Me acerqué al Ikea a alimentarme, no con maderas ni sillas como algún simpático lector puede pensar, sino con un nutritivo desayuno consistente en huevos revueltos, dos salchichas, bacon, una tostada y un zumo de naranja, todo ello por el módico precio de un euro.

Volví al Opencor media hora después y la única luz que allí había era la del sol, y esta no llegaba, ni por asomo, al lugar donde debía montar la línea de cajas. Así que seguíamos igual, y sin poder decirme Iván cuándo se haría la luz. Seriedad, seriedad.

Y finalmente se hizo la luz. Eran las dos de la tarde. Lo que Dios había tardado cuatro días en crear, los electricistas de El Corte Inglés tardaron solamente cinco horas. Si va a ser verdad eso de que son serios los tíos. Así que deprisa y corriendo (bueno, corriendo no, que con todas las cajas de que había por el suelo de la tienda, lo más fácil habría sido tropezar y caerse, quién sabe si con alguna lesión añadida) me puse a montar los TPV's (Terminales de Punto de Venta). A las cinco y media estaban todos liquidados, si bien encontré cierta dificultad en poder colocar los escaner. Si algún lector tiene tiempo libre y ganas puede probar a intentar introducir un tornillo en una encimera de mármol con la simple ayuda de un destornillador y la fuerza de su brazo. Probablemente tenga que recurrir a un destornillador eléctrico, como tuve que hacer yo. Primer día resuelto, y todo ello con gran seriedad por mi parte.

El segundo día fue menos intenso que el anterior, si bien yo me sentía como un estudiante en prácticas. Iván me iba diciendo: "haz esto" o "haz lo otro", y yo como un aprendiz, lo hacía lo mejor que podía. Sólo faltaba que después viniera (o viniese) con el cuadernillo de calificaciones para ponerme la nota. Cosa que, por suerte, no sucedió. También me dijo que el PC del aula de formación no lo íbamos a poder montar, dado que no había llegado el mueble sobre el que debía ir montado. Bueno, ni el mueble, ni el propio aula de formación, que ni siquiera estaba operativo. Seriedad, seriedad.

El tercer y último día fue mucho más serio aún. Por lo visto, los de Telefónica son aún más serios que los de El Corte Inglés, y no habían aparecido aún. Esto es: la tienda no tenía línea, no se podía montar el router, no podíamos hacer pruebas ni en cajas, ni en ordenadores. Total, me dediqué a revisar todo lo instalado hasta entonces y a las once ya habíamos terminado. Todo resuelto con mucha seriedad.

25.2.07

Cartelito

El otro día, cuando llegué al portal de mi casa y me disponía a subir, vi en el ascensor dos carteles, uno escrito con ordenador y el otro a mano. El primero nos advertía de que el jardín estaba siendo abonado y que, por favor, no dejasen a los perros sueltos por el mismo, con el fin de que el abono haga su labor correctamente sin agentes externos. Al lado, uno escrito a mano, con letra sospechosamente parecida a la de mi vecina de abajo (que nos bombardeó con cartitas en casa diciendo que tenía humedades en el baño que finalmente no resultaron ser tales), mujer esquizofrénica amante de los animales en general y de los perros en particular, que vio en ese aviso un claro ataque a sus animales domésticos. Como la mejor defensa es un buen ataque, pasó ella, con las mismas armas, a defender a sus mascotas. Para ello, nada mejor que pedir que realizaran de una vez las obras que están haciendo en el exterior de la plaza. Lo que no sé es exactamente a quién se dirigía, puesto que nadie que utilice el ascensor trabaja, que yo sepa al menos, en esa obra. No obstante la situación me pareció tan curiosa y surrealista que no pude evitar inmortalizar el cartel, con los dos comentarios de algún vecino jocoso incluídos.

18.2.07

Problema

A y B son dos seres humanos. Ambos se conocen desde hace ya varios años. Desde siempre han tenido una buena amistad, se entienden perfectamente y ambos poseen un humor afín, a la par que gustos igualmente afines. Desde que se conocieron han hecho un sinfín de cosas juntos, han salido los fines de semana a emborracharse, han hecho algún que otro viaje, han ido a espectáculos de diversa naturaleza, etc. Son, lo que se viene llamando, dos buenos amigos.

Pero desde hace un tiempo, a B no le apetece tanto quedar con A, ni los planes que anteriormente le gustaba, sin motivo aparente, dado que A no ha hecho nada por lo que pudiera sentirse ofendido. Pero es así. No le hace gracia quedar con él y cuando accede a hacerlo, se siente como un extraño, como un desconocido. Al personaje conocido como A no le gusta esta situación, ya que no entiende qué le puede haber pasado a B. A B tampoco le gusta, ya que A ha sido siempre su amigo y no entiende por qué piensa de esa manera, ya que, como decía antes, no le ha hecho nada. ¿Qué tendría que hacer cada uno?

Minutos musicales

Entre que se me ocurra algo digno de ser contado y me venga la inspiración, les dejo con un video musical del que es, sin lugar a dudas, el mejor guitarrista del mundo: El señor Steve Vai.

11.2.07

Hábitos extraños: Hablarle a la tele

Ya lo decían Los Cucas: El ser humano es raro. Evidentemente, hay unos más raros que otros, pero todos, y cuando digo todos me refiero a todos, tenemos nuestras rarezas, entendiendo por rareza algo que no es común en la amplia mayoría de los mortales. Pero si hay una rareza común a todos, y cuando digo todos vuelvo a referirme a todos, es la de hablar con la televisión. No importa qué programa estén emitiendo, siempre es posible escuchar comentarios, gritos, respuestas.... Según el tipo de programa hay varias clases de parlamento con el electrodoméstico en cuestión:

El fútbol: Este es el más típico, y no tiene por qué ser exclusivo de los hombres, ya que cada día son más las mujeres aficionadas a este deporte. Evidentemente, aquí lo que se escuchan son gritos, insultos y similares. Se puede hablar al árbitro, en cuyo caso pocas palabras amables se escucharán. En general, pocas palabras amables se escucharán independientemente de a quién se dirija.

El concurso: Básicamente en los concursos de preguntas y respuestas. Nos empeñamos en demostrar lo listos que somos respondiendo cuando al concursante en cuestión le preguntan algo. Aunque también es común escuchar un respetuoso silencio cuando no se conoce la respuesta. Si lo que pretendemos es quedar como listos, no lo vamos a lograr respondiendo dos y callándonos en tres, ¿no? Igual lo mejor es no responder ninguna.

El debate: Este es el más curioso. ¿A quién le puede interesar ver un debate en el que no puede intervenir? Y más con los debates tan instructivos que tenemos en este país, en el que si hablan tres a la vez, es el momento en el que menos personas lo hacen al mismo tiempo. Y más viendo los personajes que suelen aparecer, que no suelen ser precisamente famosos por su educación y/o cultura y que caen fácilmente en el insulto y las descalificaciones. En estos casos, solemos caer en la misma tónica y, como si formáramos parte de alguna de las opciones, nos dedicamos a insultar a alguno de los que intervienen como si lo tuviéramos (o tuviésemos) delante.

La entrevista o la declaración: Esta es parecida a la del debate. Cuando se entrevista a alguien, generalmente algún político o algún personaje de los que aparecen en los programas del corazón, ponemos en duda su declaración objetándole en sus argumentos y/o declaraciones.

¿Por qué hacemos estas cosas? ¿Somos realmente conscientes de que el televisor no nos va a responder y que nadie nos está escuchando, de hecho? Quizás sea simplemente por las ganas que tenemos de salir en la tele, que actuamos como si realmente estuviéramos allí y la gente nos estuviera escuchando. O eso, o es que somos todos raros.