26.2.06

La espantada de Eto'o


Corría el minuto 75 del partido que en el estadio de La Romareda enfrentaba a los equipos del Zaragoza y el Barcelona. Desde el fondo sobre el que atacaba el equipo catalán se lanzaron gritos o insultos racistas cuyo destinatario no era otro que el camerunés Samuel Eto'o. Hasta aquí todo parece normal, o por lo menos, común a cualquier partido. Pero el jugador dijo que así no jugaba y se encaminó hacia la banda, con el propósito de abandonar el terreno de juego y el partido. Compañeros, jugadores del Zaragoza y el propio árbitro, trataron de convencerle de que siguiera jugando sin darle mayor importancia a esos gritos. Ronaldinho le dijo que tenían que demostrar que el fútbol es algo mucho más bonito que cuatro gritos. Finalmente el camerunés accedió, y volvió al terreno de juego, ante la bronca del público zaragocista.

¿Tan graves fueron esos gritos? En el fútbol, como en casi todos los aspectos de la vida, la gente suele seguir la máxima maquiavélica de que el fin justifica los medios, y que si hay algo en su mano para poder lograr los éxitos deseados, lo hará. Por eso se escuchan insultos racistas, porque desde los medios de comunicación nos están recordando constantemente lo tremendamente racista que es llamarle negro a un negro (lo políticamente correcto es llamarle "de color") y en el mucho daño que ello le puede hacer al jugador que es, ante todo, una persona. ¿Qué debe pensar al respecto el estonio Valery Karpin cuando en Riazor le desearon la muerte? ¿Qué debía pensar el madridista Míchel cuando en todos los campos le llamaban "maricón"? ¿Qué debe pensar Fernando Torres cuando en todos los campos el insulto más suave que recibe es el de "niñato"? ¿Qué pensará al respecto Pablo Alfaro cuando en todos los campos le tildan de asesino? Sé que alguno pensará que en este caso es cierto lo que le dice el público a Alfaro, pero ¿acaso es menos cierto que Eto'o es negro?

La fiebre de lo políticamente correcto que nos invade nos lleva a grandes incongruencias, como multar más gravemente un insulto racista que el lanzamiento de un petardo que pasa cerca del portero del equipo rival. Quizás, si ese portero hubiera sido negro....

25.2.06

Un viernes atípicamente típico

Precedente

Era un viernes. Era verano, o por lo menos primavera. Los componentes del grupo al que pertenezco dentro de mi empresa habíamos quedado para comer, algo que llevaba persiguiendo nuestro jefe desde hacía algún tiempo. Finalmente quedamos en el Parque Corredor, centro comercial situado por la zona de Torrejón de Ardoz, que tenía un amplio parking, necesario dado que todos iríamos con nuestro respectivo coche. La comida transcurrió dentro de los cauces de la normalidad de estos eventos, con sus risas y sus cachondeos. Finalmente, cuando estábamos en los postres, el jefe nos pidió atención a todos y nos preguntó: "¿Qué preferís, salir a hacer avisos (currar, vaya) o irnos a jugar a los bolos? La respuesta fue unánime, así que estuvimos toda la tarde intentando derribar bolos en lugar de intentando reparar impresoras.

Actualidad

Ayer era viernes. Cuando llegamos todos a la oficina, mi jefe nos dijo que había reunión. "Llevamos una semanita muy tranquila en cuanto a curro", empezó. "No sé cuánto va a durar, espero que lo máximo, pero he pensado que podíamos aprovechar para hacer otra comida hoy, así que id pensando un sitio donde podamos ir, y donde haya bolera, por supuesto".

Estupendo, otro viernes en el que no se trabaje por la tarde siempre es bien recibido, especialmente cuando no te lo esperas. Recibimos la instrucción de darnos toda la prisa que podamos con los avisos que teníamos para intentar dejar los menos posibles para la tarde, hecho imprescindible para disfrutar tranquilamente de la comida. A mí me mandan a dos tiendas, situadas en Fermín Caballero y en Juan Montalvo. A las doce de la mañana termino, y llamo a mi jefe, para que me mande a algún otro sitio si fuera necesario. "Vente para la oficina". Muestra inequívoca de que no hay nada. Todo marcha bien. Al llegar, me encuentro allí a dos compañeros más. Bien, bien, no están entrando avisos, mañana tranquilita.

Y dan las dos, teóricamente la hora en que terminamos nuestra jornada, y nos encontrábamos en la oficina casi todos, así que pensamos dónde ir. Y en eso estamos cuando se oye a mi jefe desde su ordenador: "Hala, a joderse, no hay comida". Han entrado doce avisos, así, del tirón. Efectivamente, no hubo comida y sí trabajo por la tarde. Después de estar haciéndonos ilusiones toda la mañana, se viene todo al traste en un momento. El gozo en un pozo, que se llama.

Conclusión

Hay un infiltrado en nuestro grupo que le va diciendo nuestros planes a Dia, y ellos se encargan de que no disfrutemos. Cuando pillemos al topo....

24.2.06

Y evoluciona el hombre

Se apuntala el planeta.
El sol se derrite, la luna se agrieta.
La lluvia destiñe.
Riñen el trueno y la tormenta.
Se extingue el aroma, la brisa se encierra,
los ríos son cloacas que se chuta la tierra.
Y el desierto avanza con la boca abierta,
nubes con corazas, la selva en macetas.

Y evoluciona el hombre:
conquista, construye y no respeta,
colecciona desastres que dejará de herencia.
Su justicia, su paz, su libertad
se ensucian, se negocian, se compran, se venden.
Estudios, trabajo, rutina perpetua
políticas de barro, religiones yermas.
Y guerras con sus negocios de cultivos de miseria
privilegios que tocan fondo y con odio se alimentan.
La razón pierde el control, la tragedia entra en escena
y corre la solución porque le apedrea el problema.
Dictaduras que duran y no se estropean
democracia con gracia, pues que no te vean.

La vida es un charco que un día cualquiera, sin más, se seca.
El tiempo, viejo y sabio, arruga sin piedad pellejo y conciencia.
La muerte eterna, puntual, de ventaja nos da una vida entera.
La puedes esquivar, pero al final nos besa.
Y otro peldaño de esta escalera
que son los años y lo que les cuelga.

Todo gira entorno al capital: fábrica de pobres.
La dulzura se hace amarga, y la verdad, ¿por qué se esconde?
La ciencia se vuelve a columpiar, la mente zozobra,
la virtud tiene defectos y a la amistad el interés le sobra.
Se cocina otro atraco a la entidad de los sueños rotos
y baila el jodido bienestar, sólo para unos pocos.
Y a los demás, penas y pan duro.
Y a los demás, que les den por culo.

(Sínkope)

23.2.06

Un hecho real... ¿y cotidiano?

Tres personas entran en una tienda de alimentación. Son dos chicas y un chico. Tras cruzar la puerta, los empleados de dicha tienda se fijan inmediatamente en ellos. Alguien del personal les sigue por los pasillos para vigilarlos, mientras pueden oírse comentarios en los que se escuchan las palabras "ladrones" y "robar". Los tres chicos, tras protestar e incluso encararse con una de las dependientas, se marchan, sin comprar (ni robar) nada.

Los tres chicos eran rumanos, lo cual les hace ser sospechosos de antemano. ¿Es justo que eso sea así? ¿Tenemos prejuicios contra estas personas o es que realmente son problemáticos por naturaleza?

18.2.06

El espíritu de Juanito


Durante toda esta semana los medios de información, especialmente los deportivos, nos han estado bombardeando con "el espíritu de Juanito" y la necesidad de invocarlo para remontar la eliminatoria que el Real Madrid tenía contra el Zaragoza tras el 6-1 encajado en el partido de ida.

Juanito, futbolista idolatrado en el club blanco, fue un jugador que destacó sobre todo, por el coraje que desarrollaba en el terreno de juego. Efectivamente, participó activamente en varias remontadas que el equipo protagonizó en la Copa de Europa, cuando traían a Chamartín un resultado adverso y le daban la vuelta. El madridismo le idolatra por eso.... y porque está muerto.

Como jugador fue sancionado sin poder participar dos años en Europa tras una eliminatoria contra el Grasshoppers suizo en la que agredió a un juez de línea. También fue conocido en el continente cuando le pisó la cabeza al alemán Lotthar Matthaus cuando éste se encontraba en el suelo, en un partido que el equipo merengue jugaba contra el Bayern de Munich en Alemania. En un encuentro contra Yugoslavia en Belgrado con la selección, en la que el combinado español estaba ganando al anfitrión dejándole de ese modo fuera del mundial de Argentina, se despidió del público, cuando fue sustituido por Dani, con los pulgares hacia abajo, a modo de recordatorio de que estaban perdiendo (hecho por el cual recibió un botellazo desde la grada que lo dejó inconsciente).

Juanito moría años después en un accidente de tráfico, y de ahí que el madridismo le haya subido a los altares como uno de sus mayores mitos. De él se ha dicho, una vez muerto por supuesto, que era una bellísima persona. La misma historia de siempre.

17.2.06

El arte de matar


Si el toro supiera lo que le aguarda antes de salir a la plaza, más que probablemente preferiría quedarse sin hacerlo, en la oscuridad de los toriles. Para empezar, le espera un señor con una capa (llamada comúnmente capote) para vacilarle un poco, tras lo cual sale otro señor encima de un caballo para clavarle una pica de considerables dimensiones en el lomo, lo que propiciará que se le abra una herida profunda y dolorosa, a la par que sangrante (algo evidente, por otro lado). Una vez concluido este acto, se procede al cambio de tercio, en el cual le serán clavadas, nuevamente en el lomo, un total de seis banderillas. Éstas, tienen la particularidad de compartir forma con los arpones que se utilizan con los tiburones, es decir, la parte que se clava es como una lengüeta de hierro. Ello supone que al clavarla, la banderilla entrará fácilmente, pero luego no sale de la misma manera, pues dicha lengüeta hará que se sujete dentro del cuerpo del animal, desgarrando, eso sí, cuando haga algún movimiento más o menos brusco. Es de suponer que tener clavada una banderilla de éstas, durante un rato debe ser particularmente doloroso, por lo que seis prefiero ni siquiera imaginármelo. Tras esto, que si se realiza bien arrancará aplausos entre la gente que haya ido a ver el espectáculo, viene la parte final, un señor con una capa parecida a la de antes, que se pone a vacilar nuevamente al toro. Pero claro, con una herida abierta por la pica, y con varias banderillas clavadas en el lomo, moviéndose y desgarrando a cada movimiento, no deben quedar muchas ganas de vaciles de ese tipo. Así estará un rato, tras el cual, el señor de la capa, intentará poner fin a la agonía del animal clavándole una espada, cómo no, en el lomo. Todo ello dura aproximadamente unos veinte minutos, y es considerado un arte por muchos.

¿De verdad matar debe ser considerado un arte? Nunca he entendido que ver la agonía de un animal pueda ser denominado de tal manera. Para defender el toreo he leído u oído estupideces tales como que es una lucha entre la inteligencia y la fuerza. La inteligencia, supuestamente, la representa el hombre (lo digo por eliminación, puesto que un toro es mucho más fuerte). Pero claro, supongo que lo de la pica, las banderillas…. son una muestra inequívoca de inteligencia. Otra razón que me dieron, ésta aún más estúpida que la anterior, es que el toro es feliz muriendo en la plaza. Creo que ni siquiera hace falta decir nada al respecto. Quizá si alguien mañana se decida a, con un escudo en una mano y una porra eléctrica en la otra, grabarse en vídeo dándole descargas a un perro, pueda ser considerado también arte. ¿O todo depende, como dijo una vez Su, de cómo nos caiga el animal en cuestión?

14.2.06

Imagen


Hoy, mientras esperaba a que un compañero viniera a recogerme al taller, he podido contemplar una escena que no he podido evitar fotografiar. Un mendigo, ciego para más señas, en la puerta de una farmacia pidiendo ayuda para poder comer, al lado de un anuncio en el escaparate de "láminas saciantes", producto destinado a hacer adelgazar a su consumidor. A menudo podemos ver en nuestras ciudades estampas de este tipo, aunque nos son tan lamentablemente familiares que ya ni siquiera nos paramos a contemplarlas, a valorarlas. Simplemente las vemos como un elemento más del paisaje urbano, y como tales las aceptamos.

A ninguno nos importa la posible historia que se esconde detrás de cada persona, los motivos por los que ha terminado en la calle pidiendo a gente que ni siquiera se digna a mirarles. Tan sólo nos importa que si le damos un euro, nos vamos a quedar sin el café de la mañana, sin poder comprar el Marca o ante alguna catástrofe similar.

12.2.06

Pensando en ti (Ángeles del infierno)

Dices que eres demasiado joven,
que es pronto para amar.
Tal vez necesites un poco de tiempo
ya te tienes que marchar.

Dejas en mis labios
el mejor recuerdo,
¿nos volveremos a ver?
Yo sé que tú y yo
así lo queremos.
Nunca te olvidaré.
Pensando en ti

Silencios que rompen el corazón
tu ausencia es como pruebas de fuego.
Procuro darme fuerzas y no puedo
te llevo siempre en mi pensamiento.

¿Qué estarás haciendo en este momento?
Espero que te acuerdes de mí

Yo sé que tú y yo así lo queremos.
Nunca te olvidaré.
Qué difícil es seguir tu juego.
Pensando en ti. Pensando en ti.
No dura un huracán toda la mañana.
Pensando en ti. Pensando en ti.


Supongo que a estas alturas de vida, pocos serán los que no intuyan en quién pienso al escuchar esta canción de los incombustilbes Ángeles del infierno. Aunque haya pasado ya bastante tiempo, es inevitable acordarse de alguien que fue tan especial para mí. Un beso, Patricia, estés donde estés, y hagas lo que hagas.

Aquí no hay quien viva

Ese es el título de una de las series de más éxito actualmente en la televisión de nuestro país. Y eso dice mucho de lo mal que está la televisión aquí, y por qué no decirlo, los telespectadores. El otro día tuve la oportunidad de deleitarme con un capítulo de esta serie, al menos durante el tiempo en el que me mantuve despierto. Durante ese tiempo, estuve preguntándome varias veces dónde se encontraba la gracia de lo que estaba viendo.

Los personajes abarcan un gran abanico: Un portero presuntamente graciosísimo, especialmente cuando dice la famosa frase "Un poquito de por favor". El padre de este portero, presuntamente tan gracioso como su hijo. Tres chicas que viven juntas en un piso, y que a ellas no logré verles la gracia por ningún lado. Un capullo que lleva un videoclub en el mismo edificio, que parece que no podía ser en otro lado. El presidente de la comunidad, con su familia, una mujer un tanto neurótica, y dos hijos, el pequeño un niño gordo insoportable, que me imagino que a los incondicionales de la serie, les hará un montón de gracia. Tres señoras maduritas, por ser generoso, viviendo en un mismo piso y todo el día cotilleando acerca de sus vecinos e incapaces de separarse ni para ir al baño. Creo que esos fueron mis personajes favoritos. Al menos fueron las que lograron sacarme más de mis casillas.

Lo mejor de todo es la poca vida social que demuestran estos personajes, que se relacionan únicamente con sus vecinos y siempre dentro de los límites del edificio, como si de una secta se tratase. Los diálogos son realmente absurdos y predecibles, así como las situaciones, que parecen un resumen de todas las series que hemos visto de pequeños.

Me gustaría que algún seguidor de "Aquí no hay quien viva" me explicase los motivos por los que le hace tanta gracia la serie, tan absurda e irreal por otra parte.

11.2.06

Viaje a Barcelona

Estos días, coincidiendo con un pequeño período vacacional, decidí hacer un viaje a la Ciudad Condal para tomar unos días de descanso y de paso visitar a mis hermanos. Como soy un poco (adjuntar aquí el epíteto deseado), adquirí un billete de avión para salir el miércoles 1 de febrero… ¡¡a las seis y media de la mañana!! No, no había ningún vuelo más pronto, como supongo que más de uno se estará preguntando, en ese alarde de amabilidad del que hacemos gala los españoles tan a menudo. Como a esas horas no hay Metro (ni ganas de cogerlo, por otro lado, con una maleta y una bolsa), pues llamé a un taxi para que me recogiera a eso de las cuatro y cuarto de la mañana. Bajé a la hora convenida y me llevaron al aeropuerto.

El taxi de Madrid

El taxista era un chico joven, de unos treinta años (y pensar que no hace mucho, treinta años para mí era ser un viejo) que en seguida se puso a darme conversación. Ésta giraba exclusivamente acerca de lo mal que lo pasan ahora aquellas personas a las que, como en el anuncio, les gusta conducir, debido a los múltiples radares repartidos por nuestra amada Comunidad. Porque claro, además de conducir, al hombre, le gustaba correr, y era ese el punto en el que fundamentaba sus quejas. Dada la temprana hora que era (o la tardía, según se mire), yo no estaba para llevarle la contraria, algo que iría en contra, por otro lado, de mi naturaleza de calzonazos, así que le daba la razón. Hasta que ya, dentro de la A-2 y casi llegando al desvío del aeropuerto, empezó a decirme que le daban ganas de llevar un bidón de gasolina en el maletero para, al detectar uno de esos radares, pegarle fuego. “¡¡Verías cómo nos íbamos a reír!!”. Preferí no decir nada más.

El vuelo

El viaje de ida lo contraté con la empresa Vueling, con la que no había volado nunca. De todo hay que probar en esta vida, dicen. El caso es que el espacio entre los asientos era bastante reducido, lo cual no daba muchas posibilidades de cambiar de postura y ponerse más cómodo. Por suerte, en Madrid no hay gente tan (vuelva a ponerse aquí el epíteto más apropiado) como yo, y el avión estaba medio lleno (o medio vacío, si se prefiere), y pude sentarme lateralmente, con lo que mis piernas lo agradecerían. Pero lo que más me llamó la atención de volar con esta compañía, era que las azafatas, mientras se presentaban y nos deseaban un buen vuelo… ¡¡nos llamaban de tú!! “Recuerda que tienes que abrocharte el cinturón”… Aunque lo más gracioso del viaje fue el aterrizaje, tras el cual el avión se dirigió hacia el túnel que se pone en la puerta y que lleva directamente al aeropuerto, sin necesidad de coger ningún autobús. Una vez puesto el aparato allí, una azafata nos dijo que podríamos proceder a bajar por la puerta delantera. Pasó un rato, y allí estábamos todos, sin poder salir aún, hasta que la misma azafata nos dijo, y cito palabras textuales: “Señoras y señores, a continuación podrán proceder a salir por la puerta de atrás, dado que el técnico encargado de acoplar el túnel a la puerta.... pues... se la ha cargado”. Por lo menos nos echamos unas risas.

El taxi de Barcelona

Cuando llegué a la Ciudad Condal, tomé un taxi para ir a casa de mi hermano. Una vez me subí en el coche, me recordó irremediablemente al taxi que conducía Guillermo Montesinos en Mujeres al borde de un ataque de nervios, adornado hasta límites insospechados, todo el salpicadero, el retrovisor.... Por no hablar del taxista. Le hice un pequeño comentario de que venía de Madrid, ciudad en la que estaba todo en obras y me hizo un repaso por todos los políticos asociándolos con toda clase de insultos. Zapatero esto, Rajoy, lo otro, Gallardón.... Zaplana.... todos. Terminó diciéndome que no me fiara de nadie, que al final los únicos que no me iban a fallar serían mi padre y mi madre, que todos los demás me darían tarde o temprano la puñalada por detrás. Una curiosa conversación para ser tan temprano.

Finalmente llegué a casa de mi hermano, y empezó la normalidad, al menos relativa. Aún quedaba por delante el concierto de los sempiternos Burning, el partido en el Camp Nou entre el Barça y mi Atleti, quedar con mi amiga Laura (que no sé si seguirá considerándome amigo después de todo)....