17.6.07

Crisis

Todas las relaciones del mundo tienen sus momentos, buenos y malos. Generalmente, si abundan más los buenos que los malos, merece la pena seguir con esa relación, ya sea de amistad, de amor o de cualquier índole. En la relación que mantengo con mi ordenador, una relación de amor casto sin más contacto físico que los golpes que le doy de vez en cuando para instarle a funcionar correctamente en ese característico modo tan hispano de intentar arreglar las cosas a golpes, abundan más los momentos felices que los desagradables. Excepto cuando miro en internet las noticias referentes al Atlético de Madrid, pero de eso ninguno de los dos tenemos la culpa. En todo caso yo, por ser seguidor de tan singular equipo. Cuando hablo de él con mis compañeros de trabajo, lo hago generalmente lleno de orgullo y satisfacción dado que la fama que tienen los Fujitsu Siemens entre los que reparan ordenadores no es muy buena, y "mierda" es el epíteto más suave que puede escucharse referente a dicha marca. "Pues yo tengo un Fuji hace seis años y aún no me ha dado ni un solo problema", recito orgulloso y casi de memoria. Que si todos los tontos tienen suerte, que si te ha tocado la lotería con eso...

Pero esta semana hemos discutido. He venido con la sana intención de instalarle un antivirus, es decir, de ponerle una vacuna. A nadie le gusta que le pongan inyecciones, así que el ordenador no iba a ser menos y ha protestado. A su manera. Es decir, se reiniciaba continuamente y no me dejaba hacerle nada. Intenté hablar con él, traté de hacerle entrar en razón, que era por su bien y todas esas cosas, pero estaba fuera de sí y no atendía a razones. Ni siquiera la promesa de borrarle algunas aplicaciones que no suelen ser usadas nunca le hizo cambiar de opinión. Yo le decía todo el rato que sí y él respondía sistemáticamente que no. Parecíamos Zapatero y Rajoy. Pero tras una larga deliberación, llegamos finalmente a un acuerdo. Me dijo: "Si me formateas el disco, desisto de esta irracional conducta". "Pero... ¿todo el disco?", pregunté yo un tanto preocupado. "Sí". Su respuesta fue tajante, pero yo sabía que incluso en eso podríamos llegar a un acuerdo. "No, todo el disco no, tengo ficheros que no quiero perder y que me son muy valiosos." Más negociaciones, hasta que finalmente decidió ceder en algo y quedamos en que bastaba con formatear la partición en la que estaban todos los programas instalados y de esa manera salvar todos los datos de las restantes particiones. Cerramos el trato con un apretón de mano a ratón y me puse a ello.

Y tras esos difíciles momentos, ahora estamos recobrando la normalidad, poco a poco. Nuestra relación no es tan fluida como antes, si bien ambos estamos poniendo de nuestra parte y yo espero que todo vuelva a ser como antes lo más pronto posible. Si es que ya lo decía Jesús Vázquez hace años, que hablando se entiende la basca.

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