31.7.06

Reencuentros

Reencontrar: Dicho de una persona: Recobrar cualidades, facultades, hábitos, etc., que había perdido.

Partiendo de esta definición de la Real Academia de la Lengua (esa que es limpia, fija y da esplendor), podría decirse que este fin de semana he vuelto a reencontrarme con algunas personas, algunos hábitos y algunas cualidades. Para empezar, volví a ver a mi amigo Toño, cómo no con un concierto de los incombustibles Burning como excusa. Eso, y su cumpleaños. Me reencontré también con Pablo, a quien conocí en Málaga en uno de esos viajes que hacía yo un par de años atrás y con el que había pasado buenos y alcohólicos momentos. El motivo para verle, el mismo que el de Toño. Aparte de ellos dos, también acudieron a tan magno acontecimiento Arancha y Gonzalo, pero a estos dos los veo más a menudo, por lo que, a pesar de ser también estrictamente un reencuentro, no era tan esperado. Me reencontré con el antiguo hábito, tan abandonado últimamente sin motivo aparente, de salir por la noche. El mencionado concierto, dado que era de varios grupos, terminó a la hora de los churros prácticamente, lo que propició que nos acostáramos cuando casi estaba amaneciendo. Me reencontré con el alcohol, ese que hacía tiempo que no probaba, pues mi vaguería me impide salir sin el coche, pero mi grado de responsabilidad, tan bajo para otras cosas, me obliga a no beber cuando conduzco.

Me reencontré con el tigre de Bengala. En realidad, es lo mismo que el reencuentro con Pablo, pues comparten identidad. Este chico tiene la particularidad de que cuando cae dormido, es prácticamente imposible despertarle. No pasaría nada por eso si no fuera por los constantes y sonoros ronquidos que emite. Es humanamente imposible dormir a su lado y, por supuesto, hacer que cese en sus ronquidos. Hasta el punto de que Gonzalo y yo, afectados como estábamos por la ingestión de cubatas, nos pusimos a hacerle perrerías para comprobar si realmente se despertaba o no. Acabó, tal y como muestra la fotografía, con todo lo que encontramos por la habitación encima: mantas, cajones, sillas, ceniceros.... y permaneció inmutable.



Me reencontré con unos compañeros de carrera de Toño con los que me llevo bastante bien: Alberto, Beatriz y Susana, con los que estuve el sábado por la noche y con los que voy a tener que coincidir más a menudo, pues me dijeron varias veces que estaba muy guapo, y para la autoestima viene muy bien oír esas cosas de vez en cuando. Me reencontré con Isabelita, la sobrina de Toño, a quien no veía desde el día de su nacimiento y que me despertó (aún más) mi instinto paternal.

Fue, en definitiva, un fin de semana de reencuentros, como dije al principio. Y tantos reencuentros han tenido lugar, que hasta he vuelto a escribir también en el blog, algo que hacía mucho que no ocurría.

2 comentarios:

  1. No me creo que debajo de esa montaña de muebles haya un tío durmiendo. Que no, tío, que no me lo creo.

    Y para reencuentros, Ernesto de la Serna dejando un comentario en tu blog. Para terminar de glorificar la racha.

    ¡¡Un abrazo!!

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  2. me parece bárbaro, esta bueno eso de reencontrarse con cosas, y mas con personas o buenos habitos...
    te entiendo porque por ahi a mi me pasa que me cuelgo un poco y no salgo por un tiempo y no veo a mis amigos, o no hago cosas que me gustan, no se porque... pero es asi

    me alegra

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