27.8.06

Excursión a la montaña

Este fin de semana he tenido la oportunidad de hacer una excursión a la sierra de Gredos, concretamente a la zona conocida como Laguna Grande, con los habituales en mis aventuras de este tipo, escasas hasta ahora, Gonzalo, Toño y Arancha. El plan era el mismo que el año pasado: llegar hasta la citada laguna, tras una larga y sinuosa caminata que resulta más complicada aún con los kilos que llevamos en la espalda, comer allí, pasar la tarde y la noche, y a la mañana siguiente volver por la mañana y retornar a casa, tras comer en un restaurante de camino en el que son bastante generosos con los alimentos.

Al llegar a la plataforma donde dejamos el coche, nos dedicamos a realizar el reparto de identidades de cara a la subida, como si fuéramos unos críos (en el fondo creo que lo somos). Toño sería Gianni Bugno, Gonzalo, Prudencio Induráin, yo mismo sería Claudio Chiapucci (siempre somos los mismos desde hace varios años) y, tras decisión popular, se decide que Arancha sea Laurent Fignon. Hale, los niños contentos y ya podemos comenzar el ascenso.

La primera parte es bastante dura: un suelo de piedras que no son lo mejor para los pies, amén de las correspondientes pendiente y longitud. Llegamos, tras un buen rato y cada uno a su ritmo, a la primera fuente, donde después de recuperar el fuelle y soltar alguna tontería, soy informado vía sms de la momentánea victoria de la selección española de baloncesto frente a la de Serbia en el mundial de Japón. Cuando nos adentremos un poco más en la montaña, perderemos la cobertura, por lo que agradezco la información recibida.

La segunda parte de la marcha no es tan dura, aunque sí peligrosa, pues a pesar de no ser una subida, el camino es de piedra y es probable algún resbalón con funestas consecuencias en el momento en que uno se descuide. Toño y Gonzalo vuelven a imponer un ritmo alto que ni Arancha ni yo queremos seguir. Hay que decir que las mochilas que llevan ellos son sensiblemente más pequeñas que las nuestras, por lo que, al estar todas llenas hasta arriba (incluso tenía que llevar yo el saco de dormir de Gonzalo), no hace falta ser un experto en física para deducir que llevábamos más peso que ellos. Tras llegar a la laguna y escoger un sitio donde descansar nos dedicamos a meter mano a las viandas que llevamos para la ocasión.

Pero no contábamos con una inesperada visita que no tuvimos el año pasado. Dos cabras, una madre y su cría andan pululando por la zona, hasta que, en mitad de nuestra comida, se acercan a nuestra posición. Como no somos precisamente unos expertos en biología, no sabemos el comportamiento que suelen tener estos animales cuando se te quedan mirando fijamente y hacen un ruido extraño con la boca. Nos da por pensar que quiere proteger a la cría y que va a emprender un furibundo ataque contra nosotros de un momento a otro. Nos da por pensar también que simplemente está mirándonos para ver si cae algo de comida. Comprobamos que, al dejar de mirarla, ella mira también para otro lado, si bien no se mueve de su situación. Con un poco de miedo en el cuerpo terminamos nuestra comida, aunque la cabra finalmente, viendo que pasamos de ella, decide irse con la música a otra parte.

Más tarde, durante la siesta, puedo comprobar que estos animales son más cobardes (o digamos mejor precavidos) que nosotros, cuando un perro de la raza caniche hace huir a dos fieras cabras a la montaña con un ataque frontal. Y quiero pensar que nosotros imponemos más respeto que un caniche. Problema solucionado. De hecho, más tarde, en un arranque de valentía por mi parte, logro hacer que una se vaya, acto que inmortalizo con la cámara y que, sin duda, es una muestra de la gallardía que me caracteriza.



La tarde pasa sin mayores anécdotas que las que surgen en una estancia de estas características, hasta que llega el momento más temido por mí y por mis compañeros. El año pasado no fui capaz de dormir más de una hora en toda la noche, lo cual, unido a la movilidad que necesité intentando buscar la postura adecuada para poder descansar bien y conciliar el sueño, propició que los que estaban a mi alrededor tampoco durmieran lo deseable. Pero en esta ocasión, pedí asesoramiento a mi hermano a la hora de adquirir material para la excursión de marras, dado que el año anterior había ido de prestado y él tiene alguna experiencia en marchas de este tipo, por lo que albergaba esperanzas de poder dormir y de no molestar al resto. Y tras contar las pertinentes historias de miedo que en realidad son comedias, puesto que las improvisamos sobre la marcha, nos metemos en los sacos y, sorprendentemente, logro dormir.

Por la mañana, como es habitual en mí, me despierto antes que los demás, por lo que decido ir a dar un paseo para hacer tiempo. Pero poco después entra en acción el "servicio de despertador de Gredos". Un helicóptero de la guardia civil comienza a sobrevolar la zona a escasa altura, por lo que despierta a los que estuvieran dormidos. La finalidad es la de multar a aquellos que hayan montado tiendas de campaña para dormir, pues en este país sólo está permitido hacerlo desde la puesta de sol hasta su salida. No sé por qué, pero por lo visto es así. Tras realizar su labor, tal como llegan, se van. Algo que decidimos hacer nosotros también, aunque no en helicóptero.

La vuelta resulta más sencilla que la ida, no sé bien por qué, pero ahora subimos mejor. Tras llegar nuevamente al coche a mediodía y tomar algo, vamos a comer a un peculiar restaurante. El único que conozco en el que es el camarero el que dice lo que vas a comer (y que no se te ocurra contradecirle): Migas, patatas revolconas, judiones y cordero asado. Es fácil deducir que salimos a cuatro patas del local debido a la cantidad de comida ingerida. Pero salimos al fin y al cabo.

De vuelta a casa, tras un fin de semana demoledor, de esos que hacen que termines con dolores en las piernas y con una imperiosa necesidad de descansar, pero contento por haber hecho algo distinto a "lo de siempre". Y pensando en repetir cuanto antes. Y después de escribir esto, me voy a dormir, o mañana no me levantan ni con grúa.

7 comentarios:

  1. Me alegro de que disfrutárais, y de que el aislante te permitiera dormir bien.

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  2. Me permitió dormir, pero ya bien, lo que se dice bien....

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  3. Oye, el vídeo no lo logro ver, y sí puedo ver otros del YouTube... ¿alguien más tiene problemas para verlo?

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  4. Mira a ver ahora si te deja.

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  5. Ahora sí he podido... jajaja, una gran muestra de valentía, y sobre todo de lo zampabollos que eres: no te atrevías ni acercarte a la cabra hasta que viste amenazada vuestra comida... Muy bueno...

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  6. La próxima vez pídele a tu hermano consejos para espantar vacas (un sabio) y si conoce algún atajo... :-P
    Saludos.

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  7. Muy bueno el relato, me da envidia. Yo antes iba mucho con los amiguetes a cinco lagunas, subíamos desde navalperal de tormes, y la verdad es que disfrutaba muchísimo. Con el artículo me han dado ganas de volver a Gredos. Creo que me voy a animar.

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