3.7.07

Algo se muere en el alma...


Hace años, mientras el Atleti disputaba sus partidos en el infierno de la Segunda División, tuvo lugar el debut en el Vicente Calderón de un crío de la cantera que estaba despuntando en las categorías inferiores. Su nombre era Fernando Torres y estaba llamado a convertirse en el ídolo de la afición del Manzanares. Contaba únicamente 17 años. Una semana después lograba su primer tanto con el equipo, en el estadio Carlos Belmonte de Albacete, con un servidor en las gradas siendo testigo de ello. El primero de una serie de goles que le han llevado, con tan sólo 23 años, a ser el noveno máximo goleador histórico del Atlético.

Cuando alguien se convierte en el ídolo de una afición, lo que se espera es que sienta los colores como cualquier hincha que va al campo. Pero ello no sucede a menudo y los jugadores suelen convertirse en mercenarios que trabajan para el que mejor pague, independientemente de esos colores. Por eso extraña cuando alguien es tentado año tras año por equipos europeos de los más importantes y la única respuesta que reciben es negativa. A pesar de acumular durante esos mismos años decepción tras decepción, de comprobar que los compañeros, supuestamente grandes estrellas o jugadores de élite, viven más preocupados de sus éxitos económicos que de los deportivos y actúan con total desgana en el campo. De ser el blanco de las críticas más feroces cuando el equipo no gana y de tener que escuchar cosas como que no da la talla.

Pero todo en esta vida tiene un límite. Los que admiramos a Fernando Torres, llevamos tiempo diciendo que se tenía que marchar del Atlético de Madrid. Para progresar como futbolista, pues está claro que aquí no van a hacer un proyecto a su altura. Para ganar algún título, porque está claro que en el Calderón no va a lograr ninguno. Para terminar de ser cuestionado. Hoy, finalmente, ha llegado ese día. Torres se va al Liverpool, y a pesar de todo ello, siento pena. Pocos jugadores han defendido la camiseta del Atlético como Torres, pocos han aguantado tantos palos por amor a unos colores, y pocos lo habrán hecho de una manera tan injusta. Atrás quedan sus deseos de proclamarse campeón con el Atleti, el equipo de toda su vida y del que, en condiciones normales, nunca debería haber salido. Atrás queda ilusionarse con los fichajes de cada verano en vano, para terminar logrando siempre los mismos fracasos. Atrás queda una afición que le admira y que le quiere, que llora su marcha pero que la entiende. Una afición que debe estar agradecida al delantero, al "Niño". Porque siempre será el "Niño" del Atleti. Una afición que hoy es un poco más del Liverpool.

Espero que los caminos de Fernando y del Atlético de Madrid vuelvan a cruzarse en el futuro. Cuando haya un equipo digno del delantero y de su ambición. Suerte al Liverpool. Se llevan un crack.