25.9.05

Tócate las narices, nene

Esa frase es la que tendrían que decirme tras este fin de semana. Resulta que he conectado por bluetooth (o diente azul, como se prefiera) mi ordenador con el de mi padre, con el noble fin de gorronearle internet, siempre bajo su consentimiento. Para ello, adquirí dos aparatos con el fin de conectarlos, y cuyo radio de acción se reducía a diez metros. La señal que me llegaba una vez que los hubimos conectado (con más mérito de mi padre que mío, todo hay que decirlo) ponía que era débil, por lo que opté por cambiar mi receptor por uno más potente, de 100 metros. Lo cambié. Y la cagué. Yo confiaba en que serían igualmente compatibles, pero cual fue mi sorpresa al comprobar que no fue así. Para empezar, tuve que instalar nuevamente el software, tras lo cual no me iba ni por asomo. Me he pasado todo el fin de semana sin internet en mi pc, y sólo hoy, domingo por la noche (y de nuevo con la habilidad paterna), he sido capaz por fin de arreglar el tema.

Y es que si una cosa funciona, ¿por qué nos empeñamos en cambiarla?

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