23.1.06

¿Qué era?

"Esto ya lo he vivido antes". Eso es lo que pienso muchas veces cuando tengo que ir a algún Dia a reparar alguna cosa. Y es que hay una serie de hechos que se repiten inevitablemente en cada visita que hago, independientemente de la tienda que sea.

1. La entrada: Siempre que entro en la tienda, hay un hombre o una mujer abriendo la puerta a los clientes, para dar pena y que le obsequien con alguna moneda. Y aun sabiendo que no le voy a dar una perra (como la madre de Brian en "La vida de Brian"), a mí también tienen la deferencia de abrírmela, lo cual se agradece cuando voy cargado. Me introduzco en la tienda y siempre contemplo el mismo panorama: Una cola que podría dar dos vueltas al Vicente Calderón, y una sola caja abierta. Y es aquí cuando pasamos a la segunda fase.

2. La caja estropeada: Cuando le explico a la encargada el motivo de mi visita (vengo a mirar la impresora, o el teclado, o lo que proceda), invariablemente, la caja que está averiada... ¡¡es en la que están cobrando a la muchedumbre!! ¿Pero no está estropeada? ¿Por qué no abren otra caja entonces? Lo gracioso viene ahora, cuando le dicen (a gritos, por supuesto) a los clientes que se pasen a la otra caja, que esa está estropeada y la tienen que arreglar. He de reconocer que al principio, esta fase me daba un poco de miedo porque a veces me echan la bronca a mí, pero se aprende a tomárselo todo con calma.

3. La reparación: Aquí pueden pasar dos cosas, dependiendo del tiempo que se necesite para solucionar el problema en cuestión.

  • El chino: Siempre hay en la cola un chino o una china con un carro cargado hasta los topes, siempre del mismo producto, generalmente botellas de Coca-cola. El caso es que llevan cupones de descuento, que teóricamente, solamente puede utilizarse uno por día, valga la redundancia. Y ellos lo pasan ocho veces, hasta terminar con las existencias. Lo gracioso de esto, es que la cajera le dice que no puede pasarlo. El chino, la mira sonriendo, como si no entendiera nada y sólo dice "Sí". Con lo que la cajera, tras intentarlo varias veces, tiene que pasarle los cupones para que los demás no se la coman.
  • La despistada: En muchas ocasiones, cuando llevo ya un rato reparando la caja, viene la típica señora despistada, haciendo caso omiso a los destornilladores y alicates que tengo esparcidos y me pregunta cosas como: "La mantequilla, ¿dónde la tenéis?". Alguna vez, cuando estaba de buen humor, he respondido: "Yo en mi casa, señora".

4. Después: Una vez reparada la avería y rellenado el parte correspondiente, la encargada me pregunta: "¿Qué era?". Y claro, uno piensa muchas veces en decirle que el desatomizador de plutonio tenía desconfigurado el condensador de fluzo y que por eso no imprimía bien, dado que le diga lo que le diga, tampoco lo va a entender.

4 comentarios:

  1. ¡¡JAJAJAJA!! Muy bueno, Ídolo. No te cortes a la hora de explicarselo a la encargada, puedes recurrir a la socorrida junta de la trócola o a la desconfiguración del pinocho...

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  2. Me ha encantado lo de los chinos. No hay mejor estrategia que hacerse el tonto. A mí me funcionó un par de veces durante mi estadía en Guatemala, cuando la policía me paró por cometer flagrantes infracciones de tráfico, tales como meterme en una calle en dirección contraria. Ante su evidente regañina y predisposición a meterme la multa de mi vida, yo ponía cara de despistado y preguntaba si por aquí no se llega al centro. La pregunta "¿usted no es de aquí, verdad?" era mi tabla de salvamento a la que me aferraba sin miramientos para librarme de la, por otro lado, bien merecida multa.

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  3. Me tomo la libertad de escribirle unas letrillas:sólo decirle que está hecho un peaso de artista.Ole, ole y ole!!!!
    Tu admiradora secreta desde una isla perdida en el Mediterráneo.
    Besotes ;)

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  4. a mi me encantado lo del chino, es que me imagino la estampa.

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