11.2.06

Viaje a Barcelona

Estos días, coincidiendo con un pequeño período vacacional, decidí hacer un viaje a la Ciudad Condal para tomar unos días de descanso y de paso visitar a mis hermanos. Como soy un poco (adjuntar aquí el epíteto deseado), adquirí un billete de avión para salir el miércoles 1 de febrero… ¡¡a las seis y media de la mañana!! No, no había ningún vuelo más pronto, como supongo que más de uno se estará preguntando, en ese alarde de amabilidad del que hacemos gala los españoles tan a menudo. Como a esas horas no hay Metro (ni ganas de cogerlo, por otro lado, con una maleta y una bolsa), pues llamé a un taxi para que me recogiera a eso de las cuatro y cuarto de la mañana. Bajé a la hora convenida y me llevaron al aeropuerto.

El taxi de Madrid

El taxista era un chico joven, de unos treinta años (y pensar que no hace mucho, treinta años para mí era ser un viejo) que en seguida se puso a darme conversación. Ésta giraba exclusivamente acerca de lo mal que lo pasan ahora aquellas personas a las que, como en el anuncio, les gusta conducir, debido a los múltiples radares repartidos por nuestra amada Comunidad. Porque claro, además de conducir, al hombre, le gustaba correr, y era ese el punto en el que fundamentaba sus quejas. Dada la temprana hora que era (o la tardía, según se mire), yo no estaba para llevarle la contraria, algo que iría en contra, por otro lado, de mi naturaleza de calzonazos, así que le daba la razón. Hasta que ya, dentro de la A-2 y casi llegando al desvío del aeropuerto, empezó a decirme que le daban ganas de llevar un bidón de gasolina en el maletero para, al detectar uno de esos radares, pegarle fuego. “¡¡Verías cómo nos íbamos a reír!!”. Preferí no decir nada más.

El vuelo

El viaje de ida lo contraté con la empresa Vueling, con la que no había volado nunca. De todo hay que probar en esta vida, dicen. El caso es que el espacio entre los asientos era bastante reducido, lo cual no daba muchas posibilidades de cambiar de postura y ponerse más cómodo. Por suerte, en Madrid no hay gente tan (vuelva a ponerse aquí el epíteto más apropiado) como yo, y el avión estaba medio lleno (o medio vacío, si se prefiere), y pude sentarme lateralmente, con lo que mis piernas lo agradecerían. Pero lo que más me llamó la atención de volar con esta compañía, era que las azafatas, mientras se presentaban y nos deseaban un buen vuelo… ¡¡nos llamaban de tú!! “Recuerda que tienes que abrocharte el cinturón”… Aunque lo más gracioso del viaje fue el aterrizaje, tras el cual el avión se dirigió hacia el túnel que se pone en la puerta y que lleva directamente al aeropuerto, sin necesidad de coger ningún autobús. Una vez puesto el aparato allí, una azafata nos dijo que podríamos proceder a bajar por la puerta delantera. Pasó un rato, y allí estábamos todos, sin poder salir aún, hasta que la misma azafata nos dijo, y cito palabras textuales: “Señoras y señores, a continuación podrán proceder a salir por la puerta de atrás, dado que el técnico encargado de acoplar el túnel a la puerta.... pues... se la ha cargado”. Por lo menos nos echamos unas risas.

El taxi de Barcelona

Cuando llegué a la Ciudad Condal, tomé un taxi para ir a casa de mi hermano. Una vez me subí en el coche, me recordó irremediablemente al taxi que conducía Guillermo Montesinos en Mujeres al borde de un ataque de nervios, adornado hasta límites insospechados, todo el salpicadero, el retrovisor.... Por no hablar del taxista. Le hice un pequeño comentario de que venía de Madrid, ciudad en la que estaba todo en obras y me hizo un repaso por todos los políticos asociándolos con toda clase de insultos. Zapatero esto, Rajoy, lo otro, Gallardón.... Zaplana.... todos. Terminó diciéndome que no me fiara de nadie, que al final los únicos que no me iban a fallar serían mi padre y mi madre, que todos los demás me darían tarde o temprano la puñalada por detrás. Una curiosa conversación para ser tan temprano.

Finalmente llegué a casa de mi hermano, y empezó la normalidad, al menos relativa. Aún quedaba por delante el concierto de los sempiternos Burning, el partido en el Camp Nou entre el Barça y mi Atleti, quedar con mi amiga Laura (que no sé si seguirá considerándome amigo después de todo)....

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