Verano de 2004. Frecuentes eran mis escarceos hacia la Costa del Sol, a la ciudad andaluza de Málaga, con el noble propósito de visitar a mi amigo Toño y, de paso, aprovechar las playas existentes en la zona. Pero yo no era consciente de hasta dónde podría cambiar mi vida en esos viajes ni a qué ilustres personajes podría conocer allí.
Cierto es que yo tenía (y sigo teniendo) familia en esa ciudad, y no menos cierto es que no le hice ningún caso a esa familia durante mis visitas. Pero a veces el destino tiene formas curiosas de provocar sucesos. Y este caso no sería una excepción.
Todo ocurrió durante mi enésima visita (quizás fuera la enésima más uno, no lo sé), coincidiendo con la famosa y concurrida Feria de Málaga, el mayor acontecimiento conocido de Andalucía, junto con el trofeo Carranza. Yo andaba por ahí con mis amigos Toño y Javi, también conocido como Camisón, con el sano propósito de andar de bar en bar degustando diferentes bebidas, todas ellas alcohólicas. Al grupo se sumaron más tarde dos mozas recias, Marta y una amiga suya de Colmenar Viejo, cuyo nombre no logro recordar ahora (el de la chica, no el de Colmenar Viejo). Y en esas estábamos cuando acudimos a un garito llamado Village green. En un momento dado, yo me puse a hablar animadamente con Marta, mientras que Toño empezó a hacerlo (hablar) con su amiga del nombre misterioso. El pobre Camisón sospechó entonces, inocente como es él, que iba a haber lío entre ambas parejas y le dio conversación a un tipo que andaba solo en la barra. En ese momento le dije yo a Toño en tono jocoso que Camisón estaba hablando con Calamaro, dado el parecido entre el cantante y el nuevo amigo de Javi. Pasado el rato, tanto Marta como su amiga de nombre misterioso decidieron seguir por su cuenta la fiesta y se marcharon, intactas, por si había alguna duda. Nosotros decidimos ir a otro sitio también, para lo cual Javi invitó a Calamaro a venirse con nosotros, algo a lo que accedió gustoso el bohemio bebedor, quién sabe si con la esperanza de volver a ver a nuestras intactas amigas.
Y llegó el momento de las presentaciones. En contra de lo que yo esperaba, el nombre del misterioso personaje no era Calamaro, sino Camilo (cierto parecido hay). Ello me recordó a mi familia malagueña o malacitana, puesto que un primo mío se llamaba del mismo modo, lo cual me llevó a hacerle una pregunta que yo creía absurda, pero que iba a servir para romper el hielo e integrar al solitario bebedor en nuestro selecto grupo. "¿No serás Camilo de Ory?". Me miró sorprendido, y me dijo "sí, ¿cómo lo sabes?". Yo no podía terminar de creérmelo, pensaba que me estaba vacilando él a mí, por lo que le pedí el DNI, como si fuera un vulgar policía. Efectivamente, era él. De entre todas las personas que hay en Málaga durante la Feria, Javi tenía que entablar conversación con mi primo Camilo, el escritor.
A partir de entonces, la relación que he mantenido con mi familia malagueña o malacitana ha sido más estrecha, llegando a conseguirle piso a Camilo. Piso y movida. Pero eso es otra historia que quizá cuente él en alguno de sus fabulosos libros.
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