26.6.06

Tanta gloria lleves como paz dejas

Esta semana empieza una nueva etapa en mi trabajo. Se ha ido el jefe de mi jefe. Una persona que es capaz de pegarse con el cliente y conseguir cosas inimaginables. Pero también una persona que es incapaz de dar los buenos días a pesar de encontrarse a un metro de distancia de otra. La semana pasada fue particularmente tensa por su culpa, y por el odio que le tiene al que es mi jefe, simple y llanamente porque éste no ha querido pasar por el aro y reírle las gracias. Se ha dedicado a lanzar rumores sobre nosotros, los técnicos, que supuestamente nos hemos quejado sobre el que es nuestro superior, algo a todas luces impensable e imposible. También se han oído supuestas quejas del cliente (Dia), algo que mi propio jefe se ha encargado personalmente de comprobar. Algo que, por supuesto, era mentira.

En mi grupo existe una gran relación entre los técnicos y el jefe. No sería la primera vez que si tenemos algo que decir, lo hagamos a la cara, y no recurriendo a terceras personas. Ya somos mayorcitos para andar chivándonos de según qué cosas. Cuando alguno tiene un problema, los demás le echan un cable en la medida de sus posibilidades, supliéndole, haciendo por él una guardia un sábado, y cosas similares. Somos, lo que se dice comúnmente, una piña. Por eso me parece raro que alguien pretenda desestabilizarnos desde dentro, que quiera crear una desconfianza y un mal rollo entre nosotros que nunca hemos tenido. Nunca. Los malos rollos los reservábamos para el jefe de mi jefe. Para ese que nos ridiculizó una vez registrándonos los coches de empresa para ver lo que encontraba, y exhibiéndose ante los demás jefes de grupo como si de un pavo real se tratase de cómo nos había toreado. Ese que despidió a un compañero de un día para otro, sin comunicárselo a nadie (ni siquiera a nuestro jefe, que para algo se supone que es nuestro superior directo). Ese que hace que te sientas examinado cada vez que hablas con él, lo que supone que uno deba pensar muy bien qué palabras utiliza para no ser crucificado. Ese que te habla por encima del hombro y sólo cuando necesita algo de ti. El resto del tiempo, no existimos. Y muchas cosas más que no me apetece recordar.

De todo corazón le deseo que le vaya bien. Mejor que bien, incluso. Que le vaya inmejorablemente bien. Que le vaya tan bien que no vuelva.

1 comentario:

  1. Una que pensaba que al salir del colegio se acababan las chiquilladas... y se acaban hasta que te pones a trabajar. Es increíble, el ser humano.

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