Televisión inteligente. A menudo se recurre a esta expresión para definir algún tipo de programa, pero uno se pregunta a veces si no son dos términos totalmente antagónicos. Y basta una simple pasada por las ofertas que las diferentes cadenas nos proponen. Casi en su mayoría son programas del corazón que, como es lógico, se dedican a hablar de la vida de los demás, que si Fulanito está con Menganita, que si este otro es gay o a este otro le ha picado una avispa, hechos todos ellos completamente prescindibles en nuestra vida. Porque a mí, que una pareja haya roto su relación, o que ese otro tipo haya salido del armario, no me supone ningún trauma, ni va a cambiar mi vida en absoluto. O ese seguimiento exhaustivo a un famoso para poder comprobar de primera mano si se toma un café en una terraza, si se ve con una mujer que no es su esposa o si se saca los mocos con la mano izquierda o con la derecha. ¿Realmente son tan importantes estos hechos como para dedicarles prácticamente la totalidad del horario televisivo?
Y eso es realmente lo triste. Yo no sé si son importantes o no, desde luego para mí no, pero de lo que no cabe duda es de que si se mantienen e incluso proliferan este tipo de programas es porque la gente los ve y los demanda. Entonces, ¿la culpa es de la televisión o de los ciudadanos? Yo creo, sin duda, que de los ciudadanos, que al fin y al cabo, son los que otorgan y quitan poder por medio de las tan temidas audiencias. Porque si luego, por la calle, compruebas cómo la gente se saluda con un estruendoso “¡¡Qué pasa, neeeeen!!”, o en mitad de una conversación oyes claramente “un poquito de por favor”, celebrado como la cosa más ingeniosa del mundo, te convences del poder que tiene la televisión en este país. Por no mencionar cuando percibes una disección sobre la vida de cualquier persona que aparezca por la pantalla, como si de un conocido se tratara. Sólo así se puede entender los infaustos horarios que tienen programas más interesantes como puede ser “Días de cine” de Antonio Gasset, que hay que trasnochar mucho para poder verlo y que están dirigidos a un público claramente minoritario.
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joder cuanta razón tienes !!!!, y en estas epocas todavia es mas duro...por lo menos en invierno hay futbol (hay alguien que siga manteniendo que es el opio del pueblo? ), una de las estampas mas tipicas en verano... después de cenar en la terraza de casa, me siento frente al televisor con mi muhé... y después de un buen rato de cambios de canales o ponemos una peli, o nos ponemos a leer el ser padres... imaginate lo que añoro el futbol...
ResponderEliminarEfectivamente, televisión inteligente, qué peazo de oxímoron.
ResponderEliminarEn lo tocante a días de cine, cierto que es lamentable que lo pongan tan a deshoras. Hubo un tiempo en el que lo ponían los domingos por la tarde. Yo feliz... mientras nadie quisiera ver fútbol (que ésa es otra: a ver dónde está la gracia de ver a 22 tíos en gayumbos tras un pedazo de cuero).
Vea "Cultura para todos", en su horario habitual de las tres de la mañana...
ResponderEliminarLa verdad, señorita Piggott, una cosa no quita la otra. Que Alfie Urdaci y Mati Prados den una información sesgada por demás (al loro con las estadísticas que manejaron) no impide que el programa de Sardà sea un mercado de abastos que discute por quién vende más barato el pescao...
ResponderEliminarJeje, en mi blog te pegas con el común ídolo y aquí te pegas conmigo...
Pero yo no he hablado de telebasura, simplemente con la temática de los programas del corazón, que llenan nuestras pantallas casi a todas horas con sus "cosas". Yo no sé si es telebasura o qué es, yo sólo sé que eso a mí no me gusta.
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