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Era un viernes. Era verano, o por lo menos primavera. Los componentes del grupo al que pertenezco dentro de mi empresa habíamos quedado para comer, algo que llevaba persiguiendo nuestro jefe desde hacía algún tiempo. Finalmente quedamos en el Parque Corredor, centro comercial situado por la zona de Torrejón de Ardoz, que tenía un amplio parking, necesario dado que todos iríamos con nuestro respectivo coche. La comida transcurrió dentro de los cauces de la normalidad de estos eventos, con sus risas y sus cachondeos. Finalmente, cuando estábamos en los postres, el jefe nos pidió atención a todos y nos preguntó: "¿Qué preferís, salir a hacer avisos (currar, vaya) o irnos a jugar a los bolos? La respuesta fue unánime, así que estuvimos toda la tarde intentando derribar bolos en lugar de intentando reparar impresoras.
Actualidad
Ayer era viernes. Cuando llegamos todos a la oficina, mi jefe nos dijo que había reunión. "Llevamos una semanita muy tranquila en cuanto a curro", empezó. "No sé cuánto va a durar, espero que lo máximo, pero he pensado que podíamos aprovechar para hacer otra comida hoy, así que id pensando un sitio donde podamos ir, y donde haya bolera, por supuesto".
Estupendo, otro viernes en el que no se trabaje por la tarde siempre es bien recibido, especialmente cuando no te lo esperas. Recibimos la instrucción de darnos toda la prisa que podamos con los avisos que teníamos para intentar dejar los menos posibles para la tarde, hecho imprescindible para disfrutar tranquilamente de la comida. A mí me mandan a dos tiendas, situadas en Fermín Caballero y en Juan Montalvo. A las doce de la mañana termino, y llamo a mi jefe, para que me mande a algún otro sitio si fuera necesario. "Vente para la oficina". Muestra inequívoca de que no hay nada. Todo marcha bien. Al llegar, me encuentro allí a dos compañeros más. Bien, bien, no están entrando avisos, mañana tranquilita.
Y dan las dos, teóricamente la hora en que terminamos nuestra jornada, y nos encontrábamos en la oficina casi todos, así que pensamos dónde ir. Y en eso estamos cuando se oye a mi jefe desde su ordenador: "Hala, a joderse, no hay comida". Han entrado doce avisos, así, del tirón. Efectivamente, no hubo comida y sí trabajo por la tarde. Después de estar haciéndonos ilusiones toda la mañana, se viene todo al traste en un momento. El gozo en un pozo, que se llama.
Conclusión
Hay un infiltrado en nuestro grupo que le va diciendo nuestros planes a Dia, y ellos se encargan de que no disfrutemos. Cuando pillemos al topo....
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Decidle a vuestro jefe que no venda la piel del oso antes de cazarlo.
ResponderEliminarUna bolera muy guapa la hay en el pasadizo que va de cubos a Romero Robledo. Comer no sé qué tal se come -creo que mal-, pero en la zona hay restaurantes... Para otra vez, claro.
Vaya, qué putada
ResponderEliminarEs azar es muy caprichoso, cuando tienes algo planeado al detalle, todo se va al garete.
Su, no es que venda la piel del oso antes de cazarlo, es que tendrá que preguntar si podemos quedar para comer ese día, y sobre todo, tendrá que avisarnos con tiempo. A mí me sentaría mal que a las dos de la tarde me dijera: "Oye, no te vayas a comer a casa que tenemos comida". Habrá que organizarlo, ¿no?
ResponderEliminarY por cierto, no está la zona de Cubos como para aparcar diez coches, y además durante un período de tiempo indefinido (ya sabes, las benditas zonas azul y verde).