26.8.07

El precio justo


Los encuentros entre el Real Madrid y mi equipo de toda la vida, el Atlético de Madrid, siempre me han resultado particularmente especiales. En esos partidos, y sobre todo en el estadio madridista, es donde mejor luce la camiseta rojiblanca, a pesar de que en los últimos años los resultados no han sido los que un atlético desea. Cuando mi amigo Javi me ha dado las entradas del partido que su padre había conseguido, mis ojos se han dirigido, de manera casi instintiva, al precio: 100 euros. Unas dieciséis mil pelas de las de antes. Por ese precio digo yo que el asiento estará, cuanto menos, al lado de Calderón y de toda la gentuza que suelen llenar los palcos de los estadios de fútbol.

Así que hacia Concha Espina me he dirigido con mi amigo Gonzalo (atlético también) y con nuestras preciadas entradas de 100 euros, pensando en que íbamos a ser la envidia de toda esa gente que se arremolinaba en los aledaños del estadio con el merchandising del Madrid más variopinto a cuestas. Puerta 53. Llegamos. Entramos. Subimos. Subimos. Subimos. Llegamos a la grada que nos corresponde. Un poquito más arriba de lo que habíamos pensado en un principio. A buscar nuestro asiento. A ver…. El sector…. Sí, ahí está. Tenemos que subir un poco más en la propia grada, a ver la fila…. Sí, claro, no podía ser de otra manera, la última. Particularmente intranquilizador nos resulta que las tres últimas filas más parecen de la típica verbena de pueblo que de un estadio de fútbol. Para colmo, detrás nuestro no había pared, no. El lumbreras que construyó esa grada, pensó que quedaría más chulo el estadio si pudiera verse la calle desde ahí, por lo que únicamente había puesto una serie de barras horizontales con el fin de que la gente no pudiera tirarse cuando su equipo fuera perdiendo y el espectáculo fuera de todo menos bonito. Con lo que no había contado era con la corriente de aire a la que están sometidos todos los que allí se sientan. ¿Y estos asientos cuestan 100 euros? Arriba del todo, desde donde los jugadores parecen muñequitos de futbolín y en plena corriente que hacía que, en pleno agosto, tuviéramos un frío más propio de otros meses menos cálidos.

Ha empezado el partido mientras yo tenía la duda de cómo iba a reaccionar en caso de que el Atleti marcara. No quería llamar demasiado la atención, que el número de garrulos por metro cuadrado se disparaba en esa zona, pero tampoco sabía si iba a poder contenerme demasiado. Por suerte o por desgracia, no he tenido que esperar mucho, puesto que el Kun Agüero ha necesitado solamente un minuto para batir a Casillas. Y no, no lo he podido evitar. Me he levantado como un resorte. Gonzalo también, y todos los que por ahí andaban de infiltrados, también han hecho lo mismo. Eso sí, hemos cantado el gol, sin aspavientos, y nos hemos vuelto a sentar, no fuera que alguno lo tomara como una provocación. El resto de la primera parte se nos ha hecho eterno. No por el juego, ni por el resultado. Eso de estar en un estadio de fútbol y no poder expresarse libremente, cansa más que otra cosa. Al terminar el partido, con derrota atlética por 2-1, estábamos tan cansados como si hubiéramos sido nosotros los que disputaran el encuentro.

En resumen: Noventa minutos viendo el partido desde la parte más alta del campo, viendo a los jugadores como enanitos, con una rasca impresionante dándonos en la espalda, sin poder desahogarnos como la ocasión lo merecía y derrota atlética. Si encima llegamos a tener que pagar los 100 euros….

1.8.07

Eternamente grande

Y que por culpa de anuncios como este acabemos por picar siempre...

21.7.07

Buenos y malos

En toda película que se precie, especialmente en las norteamericanas, hay buenos y malos. Los buenos son aquellos con los que se pretende que el público que vea el film se sienta identificado y sienta simpatía por él, aunque a veces sea un poco cabrón. Sus acciones suelen estar cargadas de buenas intenciones, como ayudar a la viejecita de turno a cruzar la carretera (menudo topicazo, las viejecitas en España se bastan y se sobran para cruzarla, incluso cuando el semáforo está rojo para los peatones), dar de comer a las palomas (para que luego pongan perdido de mierda nuestro coche o, incluso, nuestra persona) o ir a misa los domingos (con el manido traje de los domingos, como si a la iglesia no pudiera irse en vaqueros o incluso en chándal).

El malo, por contra, suele ser el personaje por el que el espectador debe sentir aversión. Sus fechorías pueden ir desde secuestrar niños hasta escribir "Lávalo, guarro" en los coches sucios. Esas películas buscan únicamente la muerte del malo a manos del bueno, que digo yo que si es capaz de matar a alguien no será tan bueno.

Pero hay más. Todos deseamos la muerte del malo de la película, su aniquilación, su exterminación. No nos importa nada, sólo que muera. Cualquier daño que pueda sufrir el bueno, aunque sea un corte afeitándose, lo sufrimos como propio. Cualquier desorden familiar que tenga, lo sufriremos como si fuera nuestra abuela la que está enferma, o como si fuera nuestro padre al que asesinaron en un oscuro callejón. Si algo le pasa al bueno, sufriremos al pie de su cama del hospital al lado de su mujer, nos preocuparemos como si fuera nuestro hermano el que allí se encuentra ingresado. Seremos, en definitiva, un miembro más de su familia.

Pero... ¿y el malo? ¿Acaso no tiene familia? Las películas suelen finalizar cuando el bueno mata al malo tras una lucha encarnizada, que no tiene nada que ver con Encarna Sánchez. Por tanto, no podemos ver las lágrimas de la madre desconsolada en el funeral de su hijo malvado. Ni podemos ver cómo sus hijos ya no tienen a su padre para que les ayude con las ecuaciones de segundo grado. Ni podemos ver la soledad de su mujer, si la tuviera, cuando por las noches buscara el calor de su pérfido marido sin encontrarlo.

Y eso por no hablar de los secuaces y trabajadores del malo. ¿A cuántos puede matar el bueno sin que deba responder por ello? Esos trabajadores suelen ser personas intrascendentes para el desarrollo de la historia, pero estamos en el mismo caso. ¿Acaso no tienen familia? Claro, el pobre hombre (o mujer) estaría buscando trabajo para mantener a esa familia, y qué le vamos a hacer si lo único que ha encontrado es de colaborador del malo. ¿No es la muerte un castigo excesivo? Aunque bueno, si luego van a matar a su jefe, se iba a quedar en el paro nuevamente, y así, por lo menos, su mujer cobrará la pensión de viudedad.

En definitiva, el bueno de la película será alguien capaz de cometer un genocidio, de dejar un sinfín de niños huérfanos y mujeres viudas, solamente por un sentimiento de venganza o para rescatar a su hija secuestrada. Y todos le aplaudiremos.

20.7.07

Censura

La Familia Real es intocable. O al menos eso se desprende de la noticia que nos hemos encontrado que hace referencia a una portada que en El Jueves dedican al Príncipe de Asturias y a su esposa. Es decir, que ya no sólo tenemos que mantenerlos sino que además debemos callar al respecto. No obstante, y a pesar de correr el riesgo de que me cierren el blog en un alarde de censura impropio de estos tiempos, voy a poner aquí la portada de la discordia, y que cada uno opine lo que considere oportuno.

15.7.07

Borat

Recientemente he tenido la oportunidad de ver la película de Borat. El argumento es sencillo: un reportero kazajo es enviado a Estados Unidos para realizar un documental sobre el estilo de vida en el país americano. Pero lo que pretende ser una feroz crítica contra ese estilo de vida norteamericano, se basa en dejar una imagen totalmente ridícula de Kazajstán y de sus habitantes.

Para abrir boca y la película, el protagonista nos muestra el pueblo en el que vive y los que son sus vecinos, gente tan diversa como el violador, al que define como "malo, malo", el electricista y abortador, que son la misma persona, o su propia hermana, de la que dice orgulloso que es la cuarta mejor prostituta del país. También tiene un hermano retrasado mental que vive encerrado en una jaula. Del mismo modo podemos descubrir algunos de los reportajes que le han llevado a ser el segundo mejor reportero del país (se ve que en Kazajstán les apasiona hacer clasificaciones de todo), como algo que simula ser un encierro de San Fermín, pero que en vez de toros, son judíos los que atemorizan a la gente. De hecho, durante toda la película se meten indiscriminadamente con los judíos.

Posteriormente, y acompañado del productor, Borat se marcha a Estados Unidos, Nueva York más concretamente, donde da rienda suelta a todo aquello que suele hacer un kazajo cuando sale de su país: tratar de saludar a todo el mundo por la calle dándole dos besos, lavarse la cara con el agua del retrete o confundir el ascensor del hotel con la que debe ser su habitación. Todo típicamente kazajo.

Más tarde, viendo un capítulo de Los vigilantes de la playa, se enamora de Pamela Anderson, y decide ir a California para casarse con ella. Por el camino (irá en coche), se encontrará con una serie de personajes con los que pretende realizar esa crítica al estilo de vida estadounidense, pero más parece que quiera reírse de los kazajos, que me pregunto qué le habrán hecho a este hombre para que se meta con ellos de esa manera.

Estados Unidos es un país muy criticable, sin duda, pero la crítica de esta película, que pretende ser mordaz, se basa es hacerlo con estadounidenses concretos, en situaciones concretas. Es algo parecido, aunque en otro ámbito, a aquel reportaje en el que paraban a norteamericanos por la calle para preguntarles, mapa en mano, por la situación exacta de Irak. Y todos nos sorprendimos y, en algunos casos, indignamos al comprobar la total ignorancia al respecto, así como de la situación geográfica de otros países como China o Korea. O nos enfadamos también cuando demuestran que no saben dónde está España. ¿Y si lo hiciéramos al revés? Deberíamos salir con un mapa a la calle de una ciudad española, como Madrid o Barcelona, y pedirle a la gente que nos encontremos que nos señale dónde se encuentra Soria, Albacete o Cuenca. ¿Lo sabrían todos? O, si de lo que hablamos es de geografía internacional, que nos indiquen dónde se encuentra Guatemala... o Perú... o incluso Nigeria. Porque catetos los hay en todos lados, y las cosas que se critican en el film podrían darse perfectamente en cualquier otro país que no fuera Estados Unidos.

Y con esto no pretendo defender ni al pueblo estadounidense ni a su modo de vida, pues tienen algunos aspectos que no compartiré jamás, pero si queremos hacer una crítica, deberíamos hacerla de manera coherente y dejar de ver tanto la paja en el ojo ajeno y empezar a ver la viga en el nuestro.

3.7.07

Algo se muere en el alma...


Hace años, mientras el Atleti disputaba sus partidos en el infierno de la Segunda División, tuvo lugar el debut en el Vicente Calderón de un crío de la cantera que estaba despuntando en las categorías inferiores. Su nombre era Fernando Torres y estaba llamado a convertirse en el ídolo de la afición del Manzanares. Contaba únicamente 17 años. Una semana después lograba su primer tanto con el equipo, en el estadio Carlos Belmonte de Albacete, con un servidor en las gradas siendo testigo de ello. El primero de una serie de goles que le han llevado, con tan sólo 23 años, a ser el noveno máximo goleador histórico del Atlético.

Cuando alguien se convierte en el ídolo de una afición, lo que se espera es que sienta los colores como cualquier hincha que va al campo. Pero ello no sucede a menudo y los jugadores suelen convertirse en mercenarios que trabajan para el que mejor pague, independientemente de esos colores. Por eso extraña cuando alguien es tentado año tras año por equipos europeos de los más importantes y la única respuesta que reciben es negativa. A pesar de acumular durante esos mismos años decepción tras decepción, de comprobar que los compañeros, supuestamente grandes estrellas o jugadores de élite, viven más preocupados de sus éxitos económicos que de los deportivos y actúan con total desgana en el campo. De ser el blanco de las críticas más feroces cuando el equipo no gana y de tener que escuchar cosas como que no da la talla.

Pero todo en esta vida tiene un límite. Los que admiramos a Fernando Torres, llevamos tiempo diciendo que se tenía que marchar del Atlético de Madrid. Para progresar como futbolista, pues está claro que aquí no van a hacer un proyecto a su altura. Para ganar algún título, porque está claro que en el Calderón no va a lograr ninguno. Para terminar de ser cuestionado. Hoy, finalmente, ha llegado ese día. Torres se va al Liverpool, y a pesar de todo ello, siento pena. Pocos jugadores han defendido la camiseta del Atlético como Torres, pocos han aguantado tantos palos por amor a unos colores, y pocos lo habrán hecho de una manera tan injusta. Atrás quedan sus deseos de proclamarse campeón con el Atleti, el equipo de toda su vida y del que, en condiciones normales, nunca debería haber salido. Atrás queda ilusionarse con los fichajes de cada verano en vano, para terminar logrando siempre los mismos fracasos. Atrás queda una afición que le admira y que le quiere, que llora su marcha pero que la entiende. Una afición que debe estar agradecida al delantero, al "Niño". Porque siempre será el "Niño" del Atleti. Una afición que hoy es un poco más del Liverpool.

Espero que los caminos de Fernando y del Atlético de Madrid vuelvan a cruzarse en el futuro. Cuando haya un equipo digno del delantero y de su ambición. Suerte al Liverpool. Se llevan un crack.

18.6.07

El Cumpleaños

Hoy es el cumpleaños. Casi debería escribirlo con mayúscula: El Cumpleaños. No el mío, ni de ningún familiar. Ni siquiera el de algún buen amigo o buena amiga. Hoy es el cumpleaños de mi musa: Marie Gillain. Su nombre no le dirá nada al común de los mortales, excepto a aquellos que me conocen y a los que he bombardeado con su nombre durante algún tiempo.

Hace ya varios años, tantos que ni siquiera alcanzo a recordar, estaba viendo en la tele con mi hermana una de esas interminables tandas de anuncios con que nos suelen deleitar y que suelen servir como excusa para ir al baño o a otros menesteres. Pero mi hermana y yo nos dedicábamos a practicar el divertido juego de los anuncios, consistente en adivinar el producto que se anunciaba antes de que lo dijeran y/o lo pusieran por escrito. Y en esas estábamos cuando salió un spot de Lancome en el que aparecía una parejita al borde de un acantilado y que se tiraban de la mano al agua, como si fueran Robert Redford y Paul Newman en Dos hombres y un destino. Inmediatamente me fijé en la chica. Mi hermana, demostrando el pozo de sabiduría que ha sido siempre, me dijo que se llamaba Marie Gillain. De dónde había sacado la información es algo que ignoro, pero tenía razón.

Desde ese día, me declaré un fan incondicional de la chica, de profesión actriz y de nacionalidad belga y dejé bien claro que en el momento en el que aparezca en mi vida, daré por zanjada automáticamente cualquier relación amorosa que tenga entre manos para fugarme con ella. Y el que avisa no es traidor. Felicidades, Marie.

A continuación podrán ustedes ver el anuncio de marras (no es que anunciaran marras).

17.6.07

Crisis

Todas las relaciones del mundo tienen sus momentos, buenos y malos. Generalmente, si abundan más los buenos que los malos, merece la pena seguir con esa relación, ya sea de amistad, de amor o de cualquier índole. En la relación que mantengo con mi ordenador, una relación de amor casto sin más contacto físico que los golpes que le doy de vez en cuando para instarle a funcionar correctamente en ese característico modo tan hispano de intentar arreglar las cosas a golpes, abundan más los momentos felices que los desagradables. Excepto cuando miro en internet las noticias referentes al Atlético de Madrid, pero de eso ninguno de los dos tenemos la culpa. En todo caso yo, por ser seguidor de tan singular equipo. Cuando hablo de él con mis compañeros de trabajo, lo hago generalmente lleno de orgullo y satisfacción dado que la fama que tienen los Fujitsu Siemens entre los que reparan ordenadores no es muy buena, y "mierda" es el epíteto más suave que puede escucharse referente a dicha marca. "Pues yo tengo un Fuji hace seis años y aún no me ha dado ni un solo problema", recito orgulloso y casi de memoria. Que si todos los tontos tienen suerte, que si te ha tocado la lotería con eso...

Pero esta semana hemos discutido. He venido con la sana intención de instalarle un antivirus, es decir, de ponerle una vacuna. A nadie le gusta que le pongan inyecciones, así que el ordenador no iba a ser menos y ha protestado. A su manera. Es decir, se reiniciaba continuamente y no me dejaba hacerle nada. Intenté hablar con él, traté de hacerle entrar en razón, que era por su bien y todas esas cosas, pero estaba fuera de sí y no atendía a razones. Ni siquiera la promesa de borrarle algunas aplicaciones que no suelen ser usadas nunca le hizo cambiar de opinión. Yo le decía todo el rato que sí y él respondía sistemáticamente que no. Parecíamos Zapatero y Rajoy. Pero tras una larga deliberación, llegamos finalmente a un acuerdo. Me dijo: "Si me formateas el disco, desisto de esta irracional conducta". "Pero... ¿todo el disco?", pregunté yo un tanto preocupado. "Sí". Su respuesta fue tajante, pero yo sabía que incluso en eso podríamos llegar a un acuerdo. "No, todo el disco no, tengo ficheros que no quiero perder y que me son muy valiosos." Más negociaciones, hasta que finalmente decidió ceder en algo y quedamos en que bastaba con formatear la partición en la que estaban todos los programas instalados y de esa manera salvar todos los datos de las restantes particiones. Cerramos el trato con un apretón de mano a ratón y me puse a ello.

Y tras esos difíciles momentos, ahora estamos recobrando la normalidad, poco a poco. Nuestra relación no es tan fluida como antes, si bien ambos estamos poniendo de nuestra parte y yo espero que todo vuelva a ser como antes lo más pronto posible. Si es que ya lo decía Jesús Vázquez hace años, que hablando se entiende la basca.

18.5.07

¿Quién dijo....?

¿Quién dijo que comer hamburguesas es fácil? Hay veces, cuando el alcohol está de por medio, en las que ni siquiera un norteamericano de pura cepa, como es David Hasselhoff, el vigilante de la playa, el avezado conductor de El coche fantástico, es capaz de hacerlo como Dios manda.



¿Quién dijo que el hombre español no piropea? Aquí está la prueba que demuestra lo contrario, un cúmulo de cosas que pueden decirse a cualquier mujer bella que nos encontremos por la calle. ¡¡Si es que el que no liga es porque no quiere!!

11.5.07

Viernes tarde

Los viernes por la tarde debería estar prohibido trabajar. De hecho, en muchas empresas se coge el fin de semana desde el mediodía del citado día. Quizá por eso, en mi empresa, en la que sí hay que ir a trabajar, la tarde de los viernes suele ser de lo más distendido. Al menos si uno se encuentra en la oficina. Así que con esa intención me he dirigido yo, con mi inseparable Jarno, dado que tenía que sustituir al jefe. Además, he aparcado justo debajo de la ventana en la que iba a estar durante mi estancia en la oficina. Eran las cuatro de la tarde, una hora perfecta para estar durmiendo en el sofá de casa. Pero no.

Efectivamente, la tarde ha sido distendida, con la visita obligada de alguien a los chinos para comprar algo de beber y hacer más amena la labor que se debe desempeñar. Hasta que hemos dado por cerrado el chiringuito y hemos decidido irnos cada uno a nuestras respectivos domicilios. O donde quisiera cada uno, pero lejos de la oficina. Así pues, me he reencontrado con Jarno, me he dispuesto a arrancar y entonces me he quedado un tanto extrañado. "Yo cuando he aparcado, tenía radio. Ahora no". "Vaya, la puerta del copiloto está abierta". Efectivamente, alguien había forzado la cerradura de dicha puerta, dejándola del todo inservible, y habían penetrado en Jarno, con perdón de la expresión, y sustraído la mencionada radio y el maletín de herramientas. En este caso, el maletín me daba lo mismo, puesto que es material de la empresa, pero la radio la pagó un servidor y eso duele más. Como me ha dolido también tener que esperar durante cerca de dos horas en la sala de espera de la comisaría con el fin de poner la pertinente denuncia.

Los geniales Monthy Python, en su clásico "La vida de Brian", decían la famosa frase de Always look at the bright side of life, que viene a significar algo como "Mira siempre el lado bueno de la vida". Así que miraremos el lado bueno, y nos compraremos (Jarno y yo) una radio más chula y más barata. Si todavía hasta me habrán hecho un favor y todo. Si es que estos malhechores están en todo, aunque por lo menos me podían haber dejado el cd de Iron Maiden que estaba dentro de la radio, pues esa ha sido la pérdida más dolorosa.

28.4.07

Telemadrid

Este es el último anuncio de Telemadrid, en el que, quién sabe si de manera inconsciente, se puede entender un mensaje subliminal que hace referencia a la actual presidenta de la Comunidad de Madrid al final del mismo:

Abuelito dime tú

Que el tiempo pasa para todos es algo universalmente conocido y que carece de todo tipo de remedio, a pesar de que haya gente que intente luchar contra ello, como Marujita Díaz (física y mentalmente). En lo que al físico se refiere, de manera infructuosa, por cierto. Y aunque también es conocido por todos que hay personas que se conservan mejor que otras, finalmente nadie se libra de que le llamen de “usted”. No conservo en la memoria la primera vez que me trataron de esta respetuosa manera, pero estoy casi seguro de que mi reacción fue de incredulidad, sorpresa, y puede que indignación. Uno de los recuerdos que tengo como más lejano en este aspecto es el de unos tiernos infantes que me pidieron un balón que se les había colado al grito de: “Oiga, señor, ¿me podría dar el balón?” ¿Señor? ¿Yo? ¡Venga, hombre! Naturalmente no se lo di, puesto que no me sentí aludido por esa llamada. Porque lo realmente duro de este problema es que no se trata de un cambio drástico, que uno sepa que pasada cierta edad le tratan de usted de manera matemática, sino que algunos lo hacen así y otros continúan tratándonos como hasta entonces, haciéndonos sentir aún jóvenes. Por eso me sorprendo aún cuando, en alguna tienda a la que acudo a reparar, oigo que dicen: “¡¡Fulanita, ha venido el señor de la impresora!!”

Pero no nos engañemos, aparte de nuestro aspecto exterior, también hay otros factores que indican que nos hacemos mayores. Hace poco tuve la oportunidad de hablar con una joven adolescente, que me estuvo relatando con gran énfasis los pedos que se pillan los fines de semana, la de porros que se fuman y ese tipo de cosas. Y a mí, como abuelito que soy, pues no me parecía bien, a pesar de que yo a su edad hacía más o menos las mismas cosas. Lo cual me hacía preguntarme “¿Realmente yo era así a esa edad?”. Pues menuda paciencia que debieron tener entonces mis progenitores.

O la música. Hablando recientemente con “el cuco” (aquel compañero que vio a la infanta Elena comprando en un Dia y al que también conocemos como “El Luisma”) me contó muy contento que se iba al festival de música de Viña-Rock. Ante mi pregunta sobre el cartel del evento, me explicó que los más conocidos que iban era un grupo que se hacía llamar La Excepción. ¿Pero quiénes son esos? ¿Realmente son tan conocidos como me dijo este hombre? Porque vamos, ninguna noticia tenía yo al respecto. No contento con ello, me estuvo diciendo el nombre de otros grupos participantes en dicho festival, de los cuales no conocía a ninguno. Realmente, me estoy volviendo mayor. Aunque igual también podríamos decir de “el Luisma” todo lo contrario, cuando estábamos escuchando en el laboratorio el mítico Smoke on the water, de Deep Purple, e irrumpió diciendo: “Ostras, ese ritmo es mazo de conocido”. “Sí, como los de La Excepción”, fue la respuesta que recibió, y aun así se permitió el lujo de comparar una banda con otra. Estos niños….

Y es que es inevitable. Hacernos mayores, hacernos cascarrabias y murmurar entre dientes “¡Qué juventud!”, cuando vemos que repiten lo que hacíamos nosotros a su edad. De aquí a dos días, necesitaré que me cedan el sitio cuando suba en el autobús. Tiempo al tiempo.

23.4.07

Sin comentarios

El que quiera entender, que entienda....


17.4.07

Cartelito

- Hola, buenas tardes.
- Buenas tardes, ¿qué desea?
- Pues verá, he visto el cartelito de la puerta y estaba interesado.
- ¿Le interesa? Muy bien, no se arrepentirá.
- Bueno.... verá, es que primero me gustaría saber exactamente de qué se trata, si es un riñón, un hígado o qué es.
- ¿Perdone?
- Que yo lo que estoy buscando específicamente es un hígado, entonces quería saber exactamente de qué órgano estaríamos hablando.
- No, disculpe, creo que se está usted equivocando, aquí no vendemos nada de eso, esto es una tienda seria.
- Ah, está bien, entonces disculpe las molestias. Buenas tardes.
- Buenas tardes, caballero.
...
...

- Manolo, tenías razón, creo que tengo que retocar un poco el cartel de la entrada para especificar un poco mejor de lo que se trata....


14.4.07

Examen de termodinámica

Estaba esta tarde haciendo limpieza en unas antiguas carpetas (y cuando digo antiguas, me refiero a muy antiguas) y he encontrado uno de esos escritos que viajan por internet de una parte a otra y que algunos, como es el caso, imprimen. El texto, que siempre me resultó curioso, era el siguiente:

Esta historia ha sido enviada por un graduado del Departamento de Ingeniería Química de la Universidad de Oklahoma, comentando una de las preguntas del examen final del Dr. Schlambaugh en 1997. El doctor Schlambaugh es famoso en la Universidad por el tipo de preguntas que hace en los exámenes finales, tales como: ¿Por qué vuelan los aeroplanos? En mayo de 1997, la pregunta del examen final de "Momento, calor y transferencia de Masa II" fue: ¿Es el Infierno exotérmico o endotérmico? Razone su respuesta.

La mayoría de los estudiantes basaron las respuestas en la ley de Boyle o en alguna de sus variantes. No obstante, un estudiante escribió lo siguiente:

En primer lugar, postulamos que si el alma existe tiene que tener alguna masa. Por tanto, un mol de alma tiene que tener también una masa. Entonces, ¿a qué velocidad se mueven en el infierno y a qué velocidad lo abandonan? Se afirma con seguridad que cuando un alma llega al Infierno ya no lo abandona. Por lo tanto, postulamos que no existen almas que abandonen el Infierno. Respecto a las almas que entran en el infierno, nos basaremos en las diferentes religiones que existen actualmente en el mundo.

Muchas religiones afirman que aquél que no es miembro de su religión va al Infierno. Puesto que hay más de una de estas religiones y la gente sólo pertenece a una, podemos decir que todas las personas y sus almas van al Infierno. Con las tasas que existen de nacimiento y mortalidad, podemos suponer como una buena aproximación que el número de almas en el infierno crece exponencialmente. Veamos ahora la velocidad de cambio del volumen del infierno. La ley de Boyle establece que para que la presión y la temperatura del Infierno permanezcan constantes, debe permanecer constante la relación entre la masa de las almas y el volumen del infierno.

[A1] Por tanto, si el Infierno se expande a una velocidad menor que la de la entrada de las almas en él, la presión y la temperatura del infierno crecerán hasta que el infierno explote.

[A2] Por otro lado, si el Infierno se expande a una velocidad mayor que la del incremento de almas en el infierno, la temperatura y la presión caerán hasta que el infierno quede helado.

¿Cuál es la solución correcta? Si aceptamos el postulado que me hizo Theresa Banyan durante el primer año de carrera de que "Habrá un día frío en el infierno antes de que me acueste contigo", puesto que todavía no he conseguido tener relaciones sexuales con ella, [A2] no puede ser cierto. Por lo tanto, el Infierno es actualmente exotérmico.

7.4.07

El cuento de los sobres de azúcar


Hace tiempo, mi buen amigo Toño me contó en un restaurante de San Lorenzo de El Escorial, localidad a la que habíamos ido a ver a los sempiternos Burning, el triste final del inventor de los sobres alargados de azúcar que dan en un gran número de cafeterías de este país (ignoro si en el extranjero también), en una historia que no se sabe a ciencia cierta si pertenece al mundo de las leyendas urbanas o no. Cuando se le pregunta a alguien por la forma en la que abre dicho sobre para verter su contenido en el café, té o bebida que se desee endulzar, el 100% de los encuestados responde de la misma manera: rompiendo uno de los extremos y vertiendo posteriormente la cantidad deseada de azúcar. Mal hecho.

Estos sobres están diseñados para una apertura mucho más sencilla. Se trata de ponerlo encima de la taza, de modo que el punto medio quede encima del centro de la circunferencia, presuponiendo que el borde de la taza sea redondo, lo cual suele suceder en la mayoría de las cafeterías de este país (vuelvo a ignorar si en el extranjero las tazas se corresponden con otra figura geométrica, como una elipse o un cuadrado). Una vez colocado el sobrecito, se presionará con los dedos hacia abajo, siempre por el punto medio. Entonces, se romperá, vaciando su contenido de manera rápida, precisa y limpia en el interior de la taza. Mucho mejor, ¿no?

Pues resulta que el innovador autor de tan ingenioso artilugio, viendo que la gente se pasaba por el forro su invento y seguía abriendo los sobres por un extremo, entró en una fuerte depresión. Tal es así que decidió poner fin a su vida, incomprendido como se sentía y desilusionado al comprobar que su invento no había sido entendido como debiera. Así que a partir de ahora, niños y niñas, cada vez que pidáis un café, un té, una manzanilla o lo que sea, recordad a este buen hombre cuando os sirvan la bebida con un sobre alargado de azúcar y acordaos de abrirlo de la manera correcta. Por el inventor, para que su muerte no sea en vano.

6.4.07

Semana Santa


Ya está aquí, un año más, la Semana Santa. En multitud de localidades, no sólo españolas sino de todo el mundo, los cristianos celebran la pasión de Cristo, su muerte y su resurrección. Las ciudades de nuestro país se llenan de gente con una siniestra estética parecida a la de los activistas del Ku-klux-klan, se hacen multitud de pasos rememorando el dolor del Mesías, se escenifica su muerte, todo ello con un sentimiento ejemplar. No dudo de que para los especializados en la materia sean actos realmente emotivos, si bien yo, profano como soy, no disfruto en absoluto de ella. Disfruto, eso sí, de lo que disfrutamos todos, de los días de vacaciones.

Y todos los años podemos ver en las noticias las distintas maneras que tienen en distintos lugares de escenificar esa pasión: desde (aburridas) procesiones en las que desde alguna ventana cercana se canta una (no menos aburrida) saeta hasta crucifixiones en vivo, con sus clavos en manos y pies y todo, pasando por flagelaciones y espaldas sangrantes. ¿Todo para qué? ¿Para rememorar el dolor de aquel a quien millones de personas en todo el mundo tienen como hijo de Dios? ¿Para sentir lo que sintió él al ser humillado por los romanos en la hora de su muerte? Todo ello en un acto de gran hipocresía por su parte. Porque queda muy bonito aparecer delante de todo el mundo con una cruz a cuestas, recibiendo latigazos, ya sean propinados por uno mismo o por otra persona, y ser clavado en esa cruz. Literalmente clavado. Uno muestra una imagen de mártir ante el mundo fuera de toda duda pretendiendo entrar en una comparación con Jesucristo. Ocurre un poco como con la Navidad, cuando todos queremos ser o parecer mejores personas de cara a la galería. Pero después, ¿qué? Vuelta a la rutina diaria, a aguantar el trabajo, al jefe, a los compañeros insoportables, al vecino que pone la música a todo trapo y no nos deja descansar o a ese otro que nos cae mal y que, al verle entrar en el portal detrás nuestro, aceleramos para no tener que coincidir con él en el ascensor. La actitud tan cristiana de estos días y tan creyente muere, pues, con la propia muerte de Cristo. Entonces, ¿ya nadie quiere seguir imitándole? Y es que en el fondo, seguimos siendo "temerosos" de Dios y continuamos viéndolo como una carga y no como una bendición, que es como debería ser. No descartaría que en un futuro volviéramos a vivir algún tipo de inquisición.

28.3.07

El ídolo de "Tu ídolo"

En ocasiones idolatramos a alguien por ser muy bueno en lo que hace, aunque personalmente deje mucho que desear. Otras veces ocurre lo contrario, no destaca tanto en su trabajo, si bien como persona es alguien loable. Y hay otras, las menos, en las que ambas virtudes se dan cita en una misma persona. Este es el caso del personaje que nos ocupa, un jugador de baloncesto que ha labrado su carrera poco a poco, sin grandes alardes, pero demostrando una gran profesionalidad allá en donde ha estado.

Cuando era pequeño (de edad, puesto que el angelito mide 204 centímetros), soñaba con ser jugador de fútbol. De hecho, practicaba este deporte en su pueblo natal, Torrejón de Ardoz hasta que un día, el conductor de su autobús le recomendó que, dado su tamaño, se dedicara mejor al baloncesto. Le hizo caso y rápidamente entró en el equipo de Alcalá de Henares, donde comenzó a destacar de tal manera que pronto llegaron ojeadores de algunos equipos importantes para verle en acción. De hecho, se interesaron por él el TAU de Vitoria (Taugrés Cerámica por aquel entonces) y el Real Madrid (Real Madrid por aquel entonces). Y él, atlético de toda la vida, no lo dudó y aceptó la oferta del equipo vitoriano. En el TAU estuvo siete temporadas, hasta que decidió cambiar de aires y se marchó rumbo a Italia, donde permaneció cuatro exitosos años. Entonces decidió volver a España, donde se interesaron por él el Unicaja de Málaga y, nuevamente, el Real Madrid. Y nuevamente dio calabazas al club blanco y se decidió por jugar en la ciudad andaluza, donde se hizo un equipo a su medida para tratar de lograr títulos, los cuales llegaron. Poco después llegó el mundial de 2006 que España ganó en Japón y en el que fue incluído en el quinteto ideal del campeonato junto a su amigo Pau Gasol. Y su salto a la mejor liga del mundo, la NBA. Un novato de 30 años que empezó a ganarse el respeto de todos, que llegó con ganas de aprender, sin ningún tipo de soberbia a pesar de haber demostrado ser uno de los mejores jugadores del mundo en el mencionado campeonato de Japón. Aterrizó en Toronto, en un equipo humilde, al lado de su amigo José Manuel Calderón. Y pronto se ganó un sitio en el quinteto del equipo, algo nada fácil para un rookie.


Esta semana ha salido en todos los telediarios (al menos en la sección deportiva) por haber sufrido una grave lesión al intentar taponar una internada de Al Jefferson, jugador de los Boston Celtics. Se desequilibró en el salto y cayó mal sobre su pie izquierdo, que se dobló hacia afuera, partiéndose el tobillo. Las imágenes de Calderón tratando de calmarle en plena cancha mientras él gritaba de dolor son estremecedoras. Allí, ante la estupefacción de todos los presentes, los médicos le colocaron el tobillo, que se había luxado y posteriormente se lo llevaron en camilla, mientras el público del Boston Garden le despedía con una ovación. Le esperaba una operación y, después, unos seis meses de baja.

Existen muchos motivos para admirar a este jugador. Por su calidad baloncestística. Por su humildad y sencillez como persona. Por su afán de superación. Por ser del Atleti. Por su predisposición a hablar con todo el mundo. Por ser como es.

Con ustedes, Jorge Garbajosa.

27.3.07

Condiciones laborales

Cuando una persona está buscando un empleo, lo hace con la intención de que las condiciones que haya en ese empleo sean las mejores posibles. Evidentemente, a nadie le pagan lo que desearía (no sé si es porque deseamos mucho, porque pagan poco o por ambos motivos). Pero en un trabajo las condiciones económicas no es lo único que importa. Es importante también tener un buen ambiente, llevarse bien con los compañeros y compañeras, incluso con los jefes, si bien este punto suele ser más complicado. En líneas generales, en todos los trabajos se hace alguna parada para desayunar, aunque sea a las once y media de la mañana, o para tomar algo durante algún descanso. Pero no en todos, no nos engañemos, y aquí disponemos de la prueba:



Esta instantánea ha sido tomada esta misma mañana por el blogero conocido como "Tu ídolo" en uno de los almacenes de Dia. ¿Será éste el mejor trabajo para las personas anoréxicas?

24.3.07

La noche de los puntos

La tarde noche de ayer, viernes, estuvo claramente relacionada con los puntos, en algunas de sus múltiples acepciones. Lo que prometía ser una noche tranquila, dado que mi reciente lesión no me permite aún realizar grandes esfuerzos (así como mi edad, que ya empiezo a acusar) se tornó, cuanto menos, curiosa. En un principio, mi plan era sencillo: irme a casa a descansar, jugar un rato con la Play (la 2, que la 3 queda aún muy lejos para mí, digamos que un punto por encima), y echarme a dormir. Pero vayamos por puntos:

El punto final de mi jornada laboral y de la semana tendría lugar, salvo imprevistos de última hora, en la madrileña calle de Julián Romea, donde el número de pijos por metro cuadrado se dispara varios puntos por encima de la media a la que estoy acostumbrado. En esa tienda, donde tuve que dejar un aviso pendiente por falta de material echando así por tierra mi fama de que todo lo soluciono, había una encargada de las más exóticas que me he encontrado. No ella en sí, sino su procedencia india (evidentemente, india de las de punto, no de las de plumas) con quien estuve desplegando mi encanto natural que las vuelve locas a todas. A todas las mujeres, no a todas las indias. Eran las seis y media de la tarde cuando abandoné el comercio y dirigí mis pasos hacia Jarno. Pasamos entonces al punto siguiente.

Recordé que tenía puntos acumulados en el operador telefónico que me tima habitualmente así que decidí ir a preguntar si podía canjearlos por un teléfono nuevo, que ya que me roban de manera descarada, pues al menos que me regalen algo, ¿no? Así pues, terminé en la Plaza de España. Durante el trayecto estuve hablando con mi amigo Javi, en una actitud, niños y niñas, que no debéis repetir jamás (hablar por teléfono mientras se conduce) si no queréis ver reducida vuestra cuenta de puntos en el carnet. Quedé con mi interlocutor en pasarme por su casa una vez que hubiera concluido mis gestiones. Finalmente canjeé mis puntos por un Nokia y me dirigí a casa de Javi.

El plan, llegados a este punto, era, tal y como yo anhelaba, algo tranquilo. Cenar algo, echarnos una play y para casa. Así pues, decidimos lo que íbamos a tomar, que no era otra cosa que una pizza, si bien yo estaba un poco reticente debido a su procedencia (era del Dia). Entonces mi anfitrión decidió compartir conmigo un sabroso jamón que le habían regalado y que se dispuso a cortar mientras yo jugueteaba investigando un poco mi nueva adquisición, en esa actitud tan masculina de tratar de descubrir el funcionamiento de un aparato electrónico sin mirar las instrucciones de uso. En ello andaba enfrascado cuando me sobresaltó un grito pegado por Javi al más puro estilo Ronnie James Dio que me hizo pensar en un primer momento que las clases de canto que está tomando las estaba aprovechando tanto que se atrevía ya con el rock duro. Pero después, cuando le vi meter la mano debajo del grifo empecé a sospechar que en realidad se había cortado. Y un buen corte, por cierto. Le dije que mejor nos fuéramos a urgencias, que esa herida iba a necesitar algunos puntos de sutura para curarse mejor, mientras para mis adentros pensaba que adiós a la play. Fuimos en Lorenzo, el homólogo de mi querido Jarno, al hospital de Puerta de Hierro donde, a juzgar por el número de gente que allí había, debía haber citada una de las manifestaciones que tan habitualmente convoca el Partido Popular en los últimos tiempos para protestar por todo. Así que me tocó aguardar en la sala de espera a que Javi saliera con la mano cosida. Lamentablemente, su naturaleza no es tan curiosa como la mía y no le interesó saber el número de puntos que adornaban en ese momento y durante los próximos días su mano izquierda. Le comunicaron, eso sí, que el percance no le iba a impedir trabajar por lo que no le darían la baja. Sí, sí, eso está muy bien, pero ¿y la play?

Así pues, regresamos a su casa y, como si de un deja-vu se tratara, volvimos al mismo punto que antes, si bien el jamón preferimos dejarlo intacto. Cenamos y decidimos cambiar la play por la televisión. Eran casi las doce de la noche y en uno de esos canales del Digital por los que yo me pierdo, empezaba un partido de baloncesto de la NBA entre Toronto Raptors y Denver Nuggets que decidimos visionar, si bien ambos pegamos un par de cabezadas. El interés fundamental era el de ver a los dos españoles que juegan en el equipo de Canadá (Jorge Garbajosa y José Manuel Calderón). Al final, el mejor del partido fue el primero, que anotó 22 puntos, lo cual no está nada mal. Así pues, ya un poco cansado, me fui para casa, donde llegué después de tener que dar un generoso rodeo debido a la manía de ese alcalde que tenemos de cerrar el parque del oeste durante todo el fin de semana. Y, por fin, mi cama y a dormir.

Y punto final.