31.10.05

¿Quién puede matar a un niño?

Inquietante película de 1976 de Narciso Ibáñez Serrador. En ella se cuenta la historia de una pareja de ingleses que viajan a la Costa del Sol española para empaparse allí del buen tiempo característico de la zona. Una vez allí, deciden trasladarse a una pequeña isla (cuyo nombre ahora mismo no recuerdo), donde él había estado años atrás y que le había gustado especialmente. Pero pronto empezará a comprobar que las cosas no son como él las recordaba, pues algo misterioso flota en el ambiente. Dan vueltas por el pueblo, sin que puedan encontrar un solo adulto, únicamente se ven niños. Hasta que descubren que esos niños han matado violentamente a todos los adultos y es cuando realmente empieza la pesadilla.


El otro día estuve acordándome de esta película tras ver en las noticias las medidas de seguridad que se están tomando en algunos institutos españoles, en los que se han puesto guardias (o seguratas) para controlar que los chicos no vendan droga en el recinto escolar, lo cual no dejó de estremecerme. Aún recuerdo mis tiempos mozos en el colegio. Éramos un poco gamberros, claro, pero jamás le faltamos al respeto a ningún profesor, y si nos castigaban de alguna manera (algunos nos lo ganábamos a pulso, por cierto), siempre cumplíamos ese castigo sin rechistar, aunque lo consideráramos injusto. Cuando algún chico de cursos superiores te vacilaba, tenías que bajar la cabeza y aceptar el vacile, que tampoco solía ser demasiado humillante, por otro lado. Es decir, no había demasiada malicia. Pocos años después, cuando me tocó a mí ser el mayor y, por tanto, el abusón (o eso pensaba yo), ya vislumbré un cambio que no se me antojaba justo. Los niños pequeños (o menores que yo al menos) que serían objeto de mis vaciles, se habían vuelto unos contestatarios, y la situación de superioridad no era, ni de lejos, tal y como me la imaginaba yo. Es decir, cuando era pequeño era víctima de los vaciles de los mayores, y cuando por fin podía resarcirme de todo aquello, los niños pequeños eran casi más vacilones que los grandes. El caso es que yo nunca pude vacilar como hubiera deseado.

Pero ahora la situación se ha desmadrado. Ahora son los alumnos los que agreden en muchos casos a los profesores, y son éstos los que acuden a los centros atemorizados. Para colmo estuve hablando con dos amigos y hermanos entre sí que están trabajando de profesores que me estuvieron contando experiencias personales realmente preocupantes. Pero lo que más me indignó fue la insolencia de los padres, aún mayor que la de sus hijos. Y me pusieron un ejemplo esclarecedor: Un alumno que había tenido una pelea con otro y que le había propinado un cabezazo (un skin, según me dijeron) y que, al comunicárselo a los padres del agresor, éstos dijeron indignados que eso era mentira, que su hijo no hacía esas cosas, poniendo de embusteros a los educadores del centro. Ante eso, evidentemente, el niño se crece, y hace aún más lo que le sale de las narices. Y así estamos como estamos ahora, que es más seguro acudir a una cárcel que a un instituto.

30.10.05

¡¡ES PA ÑA!! ¡¡ES PA ÑA!!

En uno de sus geniales gags, Faemino y Cansado hablaban sobre los rayos X y su descubrimiento. En él decían que era una tontería estar investigando varios años para, finalmente, llamar a tu obra "X" en vez de con tu apellido o con algún rasgo más personal. Pero, por otro lado, también decían que estaba bien puesto el nombre así, porque si el descubridor de dichos rayos hubiera sido un español y lo hubiera llamado rayos López, ni Dios iría al hospital. Y esto me ha llevado a pensar: ¿Por qué siempre se menosprecia todo lo nacional, mientras se ensalza lo extranjero?

Y hay multitud de aspectos que lo corroboran. Un trabajador europeo tiene más prestigio que uno nacido en España. ¿Por qué? ¿Acaso lo que enseñan en las universidades españolas tiene menos valor que lo que enseñan en las alemanas u holandesas? Las películas extranjeras, generalmente estadounidenses, tienen mucho más éxito y mucha mejor acogida que las españolas, aunque sean tonterías del calibre de "Colega, ¿dónde está mi coche?", lo cual no deja de ser triste, sobre todo si tenemos en cuenta que el cine que se hace en este país es, en su amplia mayoría, altamente aprovechable (aunque bodrios también los hay, como en todos lados, oiga). Incluso en el deporte nacional, el fútbol, se valora más a los jugadores que vienen de más allá de nuestras fronteras, aunque luego no se dude en exigir los mayores éxitos en torneos internacionales, como mundiales y europeos.

¿Por qué tenemos esa percepción tan negativa de nosotros mismos? ¿Por qué de antemano pensábamos que no estábamos a la altura de Londres y/o París para albergar unos Juegos Olímpicos? ¿Somos realmente tan desastrosos los españoles como para temer organizar un evento así? ¿O es la imagen que tenemos los españoles, ser unos vagos, igual que los franceses ser unos bordes y los alemanes ser cuadriculados?

26.10.05

Dies Irae

El otro día quedé con mi amiga Pilar, a la que conozco de mi etapa del Häagen-Dazs. Entre otras muchas cosas (siempre hubo muy buena comunicación entre nosotros), estuvimos hablando de los blogs. Después, vía messenger, le di la dirección de este que están ustedes leyendo. Desde aquí acudió maravillada a 24 por segundo, dado que es una fanática del cine, y en general estuvo cotilleando un poco la comunidad bloggera. El caso es que le gustó tanto esto, que decidió abrirse uno ella. Y lo llamó Dies Irae.

Pilar es uno de los ejemplos más claros de un talento desaprovechado. Dibuja como pocas personas he conocido en mi vida (de hecho, no creo conocer a nadie con su facilidad para este arte). Durante una temporada, fue la responsable de los carteles que anunciaban las películas en los cines Palafox y Callao, entre otros muchos, cuando los carteles eran dibujos y no fotos, como ahora. En su nuevo blog, ha colgado un dibujo hecho por ella, una pequeña muestra de lo que es capaz de hacer. Actualmente, está en el paro.

Aún recuerdo las caricaturas que nos hizo un día aburrido de trabajo (como casi todos), especialmente el de una compañera.... bueno, ella sabe quién es.

En fin, Pilar, sólo quería darte la bienvenida a la comunidad bloggera, y espero que vaya todo muy bien y que encontréis trabajo pronto tanto Jose como tú.

24.10.05

Falta de inspiración

Llevo varios días sin animarme a escribir. No sé sobre qué hacerlo.

Podría hablar de Dios. De cómo los que dicen que no creen en él se basan en esa creencia (o no creencia en este caso) argumentando que si existe es un cabrón por permitir las catástrofes naturales que están asolando la zona de Centroamérica y parte de Norteamérica (y con Norteamérica no me refiero solamente a Estados Unidos, que al igual que Teruel, Canadá y México también existen). Pero sería un tema complicado y no sé si sabría expresarme de acuerdo a mis pensamientos.

Podría hablar de los dos últimos sábados tan horribles que he pasado, en los que mi día giró en torno al trabajo, que se complicaba por momentos aunque, finalmente, conseguíamos llevarlo a cabo de la mejor manera posible. Pero la sensación de que Murphy andaba acechando a la vuelta de cada esquina no me la quitó nadie. Ni este sábado pasado, ni el anterior. Y me toca trabajar también el siguiente, me emociono sólo de pensarlo.

Podría hablar del bajón que me dio el domingo pasado tras el partido que jugué en el madrileño distrito de Ciudad Lineal. Me entró un sudor frío impresionante y me quedé sin fuerzas, llegando como pude a casa de mi primo para terminar vomitando allí. Y para colmo, perdimos el partido.

Podría hablar de lo chapuzas que son en el taller de mi barrio. Les llevé "mi" coche para pasar la revisión de los 60.000 kilómetros, revisión en la cual, según tengo entendido y que ellos me corroboraron, hay que cambiar los filtros. Aproveché también para decirles que el coche se me calaba. Y no es por torpeza del conductor, como alguno estará pensando, porque se me cala cuando está en punto muerto. Pues después de devolvérmelo un día más tarde, me lo han devuelto mal. Se me sigue calando (en punto muerto, repito, para los mal pensados). Pero lo peor fue que el sábado, mientras trabajaba, se me encendió una lucecita en el salpicadero. Miré en el libro del coche y leí que era el testigo de autodiagnosis del motor. Que posiblemente se encendiera por suciedad en los filtros. O sea, que encima de devolverme el coche tarde y mal, porque se sigue calando, me han puesto filtros sucios y/o usados. Para echarse a temblar.

Podría hablar de la impotencia. La que me produce el querer hablar con una persona, saber cómo está, bromear un poco con ella... Pero no poder hacerlo y depender únicamente de que se ponga en contacto con uno vía telefónica. Aunque ese contacto suele ser solamente de unos minutos y en tan corto espacio de tiempo es físicamente imposible contar todo lo que quiero contar y escuchar todo lo que quiero escuchar. Me sabe a poco. Aunque, de momento, es lo que hay.

Podría hablar de Rafa Nadal. Partiendo de la base de que me cae bastante mal, me parece que el partido de ayer en el Masters Series de Madrid, donde remontó un encuentro que tenía tremendamente cuesta arriba, es un premio a la constancia y a creer en uno mismo, y más de uno, entre los que indudablemente me he de incluir, debería aprender de él.

Podría hablar de muchas cosas. Pero no encuentro la inspiración necesaria para hacerlo.

18.10.05

Suerte

Todos conocemos, e incluso alguno seguro que ha usado, algún truco para llamar a la suerte y alejar el mal fario. Tocar una pata de conejo o madera, levantarse con el pie derecho o tocarle la chepa a un jorobado son sólo algunos modos de atraer lo bueno hacia nosotros. Pero, ¿alguna vez nos hemos parado a pensar por qué hacemos esas cosas? ¿A quién se le ocurrió asociar estos sucesos a tener buena estrella? ¿Por qué ha quedado arraigado de esa manera, como si de una religión se tratara o tratase? Posiblemente, realizar alguno de esos actos alguna vez le coincidió a alguien con un hecho que podría denominarse como bueno (acierto en la lotería, en las quinielas o algo similar, por poner un ejemplo), pero me parece que achacar ese acierto a haber tocado una pata de conejo o una herradura de caballo suena, cuanto menos, a ridículo.

Supongamos que un delantero de fútbol sigue siempre un ritual que él supone que le trae buena suerte (y los hay). Supongamos ahora un portero de fútbol de otro equipo que sigue otro ritual totalmente distinto (o el mismo, que da igual) con el mismo fin. ¿Qué pasará cuando el atacante tenga que tirar un penalty sobre la portería del arquero, ambos supersticiosos? Sin duda ambos llevarán a cabo su propio ritual con el fin de conseguir sus planes, pero indudablemente uno de los dos fallará. Entonces, ¿sirve para algo llamar a la suerte? ¿O es que en ese caso estará del lado del que rece más fuerte o comience antes con el rito?

Me parece que voy a empezar a decir que morderse la uña del dedo gordo del pie izquierdo es sinónimo, aparte de una buena dosis de elasticidad, de buena suerte. A ver si dentro de unos años lo incluyen entre una de las formas de llamar a nuestra buena estrella.

13.10.05

Yo, mí, me, conmigo.

La comunicación es algo vital para el ser humano. Poder expresar lo que uno piensa o siente es lo más común y necesario que existe. Pero hay veces en las que parece que cada uno sólo está interesado en lo que le sucede a él, restándole importancia a lo que le puede estar contando su interlocutor. De hecho, lo más común en una conversación son las palabras que se emiten en primera persona: Yo, mí, me, conmigo.... Lo que más le gusta a la gente es hablar de uno mismo, de sus propias experiencias, de sus propias vivencias, sin importarle lo más mínimo si a la gente le puede resultar interesante o no.

¿Cuántas veces está contándole una persona a otra una pena o una desgracia y la otra responde: "Ah, pues a mí me pasó...."? ¿Qué se pretende con eso? Porque si una persona está contando sus penas no es para que otra le cuente lo que le pasó hace cinco años, sino para que se le escuche e intente aconsejar de alguna manera, pero sobre todo, para desahogarse, y ese desahogo será más completo si se le presta atención.

Así que a partir de ahora, niños y niñas, cada vez que os estén contando una cosa, intentad meteros en la conversación, interesándoos por lo que os están contando y no queráis haceros los interesantes explicando vuestra vida personal. Que siempre habrá momento para eso.

Y esta es la lección de hoy.

12.10.05

Falsa moral (OBK)

La más bella historia
que se pueda contar
lleva escrito el dolor
que produce un amor
que nadie entenderá.

Siempre todo a escondidas
siempre mirando atrás
sólo la oscuridad
puede ser nuestro hogar
donde crecerá este amor y...

No, no quiero más clases
de falsa moral
que nadie es culpable
por amar.
En mi pecho no late la razón,
sólo el más sincero
y puro amor.

No hay mar en el mundo
ni fuerza capaz
que pueda este fuego apagar.
Sólo el tiempo
puede ser nuestro juez.
Te quise, quiero y querré.

Qué difícil lo nuestro,
qué bonito a la vez.
Es tan duro tener
que buscar los porqués
a esta situación.

Nuestro amor es la isla
el tesoro eres tú...
Con mi vida daré
sólo el brazo a torcer
bien lo sabes, amor.

No quiero más clases de falsa moral....

11.10.05

Prejuicios

prejuicio.
1. m. Acción y efecto de prejuzgar.
2. m. Opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal.

Uno de los errores más comunes en que incurrimos los seres humanos es el de sacar conclusiones sobre algo o alguien antes de tiempo. Ello nos hace en muchas ocasiones perdernos alguna persona interesante, o algún lugar o hecho no menos interesante, simplemente por cerrarnos en banda y no admitir la posibilidad de que pudiera ser positivo. Lo peor de todo es que, como la propia definición dice (definición de la Real Academia de la Lengua, que no me la he inventado yo), es una opinión tenaz, por lo que un prejuicio suele ser difícil de cambiar.

Por otro lado, ¿qué es lo que nos hace tener prejuicios sobre algo o alguien? ¿Por qué una persona puede caernos mal cuando ni siquiera hemos hablado con ella, cuando ni siquiera sabemos cómo piensa ante determinadas cosas, cuáles son sus costumbres y, en definitiva, sin conocerla? ¿Tiene solución un prejuicio? ¿Hay algún modo de eliminarlo?

Eliminar un prejuicio pasa inevitablemente por abrir la mente de manera sincera con la intención de conocer realmente a esa persona, y no ir pensando de antemano que nos va a caer mal, con lo cual incurriríamos, por otro lado, en otro prejuicio. La vida está llena de personas y cosas interesantes como para perdérnoslas con nuestros propios prejuicios.

8.10.05

El Roto

Esta viñeta de El Roto fue publicada hace varios meses, pero bien podría aplicarse a la nueva ley de armas de Florida que entró en vigor hace poco.

7.10.05

El saber sí ocupa lugar

Últimamente, cuando voy a trabajar, veo en la parada del autobús algunos niños, de esos que no levantan un palmo del suelo, sin duda esperando a la ruta de sus respectivos colegios. Están todo el rato haciendo las cosas típicas que hacen los niños a esas edades: jugar, correr, saltar, desesperar a sus madres.... Pero lo que a mí más me llama la atención es el volumen que llegan a alcanzar sus mochilas, que suelen ser más grandes que ellos mismos, y que me hace preguntarme si van realmente a clase o a recibir lecciones de supervivencia.

6.10.05

Wild Wild West

Los turistas que viajan estos días a Florida están siendo avisados y prevenidos. Si en Madrid se intenta informar sobre posibles robos, en el estado americano se hace contra algo mucho más serio: evitar enfrentamientos con cualquier persona. El motivo es claro. Ha entrado en vigor una nueva ley por la cual un ciudadano puede disparar a otro en plena calle si se siente amenazado por él. Por lo tanto, dicha ley amplía el radio de acción de los pistoleros, que hasta ahora sólo podían disparar en su casa. Ignoro si en el jardín también, si lo tuviera.

El principal impulsor de la ley, el gobernador Jeb Bush, hermano del presidente norteamericano George W. Bush, ha defendido el uso de las armas para que cualquiera pueda sentirse protegido contra cualquier amenaza. Pero, ¿quién determina lo que es una amenaza y lo que no? ¿Hay algún límite que haya que pasar para que alguien merezca ser disparado? ¿O alguien puede disparar a otro y decir que es que no le había gustado la forma en la que le había mirado porque le había resultado amenazante? ¿Será esto un excusa para los paranoicos que haya por la ciudad, para que puedan disparar al primero que se encuentren por la calle? Si alguien se siente amenazado por la policía, ¿puede abrir fuego contra los agentes? Y lo que es más importante, si alguien se siente amenazado por el señor Bush (por cualquiera de los dos, George o Jeb), ¿podrá también dispararle? ¿Para qué servirá entonces la policía, si cada cual podrá resolver sus asuntos personalmente? ¿Volveremos a la antigua figura del Sheriff? Porque esto se parece cada día más, para regocijo de la Asociación Nacional del Rifle, al lejano Oeste.

Posiblemente esto suponga un empuje para la economía del país, dado que indudablemente verán aumentados sus beneficios tanto la industria armamentística, ya de por sí exageradamente rentable, como las funerarias. Me pregunto por qué los Bush no se habrán metido (pero todos, oiga) a bomberos. Nos habrían ahorrado noticias como esta.

3.10.05

Eclipse


Hoy ha habido un eclipse. Pocos son los que no se han enterado del evento. Desde mi particular posición laboral (recorriendo Madrid con el coche) he podido ver cómo había empresas enteras en la calle para contemplar tan singular acontecimiento. ¿Realmente era un hecho tan importante como para, prácticamente paralizar una ciudad entera? ¿O es que cualquier excusa es buena para escaquearse un rato del trabajo? Yo, el único efecto que he notado, ha sido un oscurecimiento no demasiado exagerado, aunque sí que me ha obligado a encender las luces de cruce.

Era curioso también comprobar los medios con los que la gente miraba hacia el sol, o hacia lo que dejaba la luna que se viera del astro rey, en muchas ocasiones haciendo caso omiso a las recomendaciones que se nos han dado desde diversos medios. Gente con radiografías, con caretas de soldadores, e incluso, en el colmo de la imaginación (y puede que de la cutrez), con algo que se asemejaba al disco que hay dentro de un disquette de ordenador. Eso es lo que estaba utilizando el señor que iba detrás de mí en el habitual atasco de la M-30. Pero en este caso, me ha encantado además los otros usos que le daba al disco. Estábamos parados, el hombre mirando hacia el sol con el mencionado artilugio y yo no perdiendo detalle de la situación mediante el espejo retrovisor. Cuando se ha cansado de mirar, ha empezado a rascarse la cara con él, y si la caravana no se hubiera puesto en marcha, quién sabe qué más usos le habría dado.

Los que lo han visto (no sé si con radiografías, con disquettes o con qué) dicen que ha sido un espectáculo precioso. Lo cierto es que a mí no es algo que me haya interesado ver, aunque sí que podría haberlo utilizado como excusa para no trabajar durante un rato.

¿Te gusta conducir?

Conducir es uno de los mayores placeres de esta vida, al menos para el que le guste hacerlo, claro. Aparte de la libertad de movimiento que da el poder ir exactamente donde uno quiera, es un medio increíble para ver el comportamiento humano. Y si no, la próxima vez que vayáis en coche fijaos en los conductores de alrededor y en sus modos de conducción.

Los hay que están continuamente encrespados, insultando a todo lo que se mueva y pensando que tienen la razón en todo. Estos conductores suelen ser casi siempre hombres (pocas mujeres macarras me he encontrado al volante), y suelen ser de una edad aproximada de 30 - 40 años. Conviene no acercarse mucho a ellos, porque uno nunca puede predecir con exactitud hacia dónde van a mover su vehículo, aparte de que casi siempre lo harán de manera brusca, lo que les hace ser más machos.

Luego están los macarras, niñitos bakalas o similares, casi siempre al volante de un Opel Astra, un Seat León o un Seat Ibiza. Estos suelen ser los que tienen los coches tuneados, el típico coche que lo ves y piensas que no puede ser de alguien que no sea un macarra. A estos es peligroso encontrárselos en una autovía o autopista, porque a su condición natural de quinqui se le añade el poseer un coche potente (los tres modelos citados lo son), con lo que siempre estará su hombría en entredicho si se te ocurre adelantarle. Inmediatamente se pondrá detrás, pegadito a tu coche para dejar claro quién es el rey de la autopista. Déjale pasar. Es lo mejor. En ciudad no son tan peligrosos, aunque sí fácilmente reconocibles, por llevar una música realmente hortera a todo volumen, con las ventanillas bajadas para que el personal pueda empaparse bien de su buen gusto.

Luego están las mujeres. Partimos de la base de que no son todas iguales, no vayamos ahora a tener una discusión absurda sobre quién conduce mejor, que ese no es mi objeteivo. Lo que sí es cierto es que la gran mayoría de las mujeres al volante cumple el mismo patrón. Confunden prudencia con peligrosidad (para los demás). Si alguna vez vemos un coche en una autopista por el carril del medio y a 80 km/h, no lo dudemos ni un instante, es una mujer. No les gusta correr, por lo que no se ponen en el carril de la izquierda (aunque hay alguna que sí, ojo, y hay que terminar adelantando por la derecha, en contra de lo que dicen las leyes de circulación, porque a pesar de tener media ciudad detrás, no se cambiará nunca de carril). Pero tampoco quieren entorpecer a los vehículos que se incorporan, por lo que no se ponen a la derecha. Solución sencilla: carril del medio y a su velocidad justa. Aunque todo hay que decirlo, este perfil corresponde más a mujeres tirando a maduras, que por circunstancias han empezado a conducir tarde. Las chicas más jóvenes que conducen ahora lo hacen mucho mejor que sus "madres".

Y también están los taxistas. ¡Ay, los taxistas! Son un bien para el resto de los conductores, porque nos hacen ejercitar nuestros reflejos, ante cambios de carril repentinos (sin poner intermitente, por supuesto), paradas no menos repentinas (sin poner intermitente, por supuesto) y demás maniobras características suyas. Luego son los que no te permiten el más mínimo fallo, si estás buscando aparcamiento en una calle estrecha y tienes detrás un taxista, échate a temblar. Empezará a darte luces, a hacer sonar su claxon para que aceleres. En definitiva, una bendición.

Y bueno, qué decir de los conductores de los coches grandes, tipo BMW, Mercedes o similares. Esos que se creen que la calle es suya, y que por el mero hecho de llevar un vehículo de más de diez millones debes cederles el paso en cualquier momento y circunstancia. Ya relaté mi accidente de hace unos meses, por culpa de un BMW. Más concretamente, del que lo llevaba.

Y luego estamos los que nos pensamos que conducimos bien y que seguro que al final cometemos más errores que nadie, que es común eso de ver la paja (con perdón) en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Tiemblo al pensar en el día en que llegue el carnet por puntos.

27.9.05

Otra de videojuegos: Tekken


Me compré este juego por referencias fraternales (y porque estaba a mitad de precio, todo hay que decirlo). En un principio, cuando lo probé no me hizo especial gracia, no le veía demasiada "jugabilidad". Cuando comencé mis vacaciones (que por cierto, termino hoy), mi hermano me pidió, rogó y suplicó que me llevara la play cuando fuera a verles, aun sin saber la adquisición de este juego. Una vez allí, comenzó la vorágine. Tanto él como su esposa, a la que yo tenía por una persona reposada y tranquila, me dieron una lección tekkeniana comprobando cómo se puede cambiar de personalidad en cuestión de segundos. Una vez introducido en ese mundo, empecé a integrarme, mientras me iban explicando la historia de cada uno de los personajes. Como en todo, los hay que te caen mejor y los hay que te caen peor, pero poco a poco conseguí aprenderme la vida y milagros de cada luchador. Pronto comprobé también lo cansino que puede llegar a ser mi hermano jugando a esto, cuando se pedía su luchador favorito, un boxeador inglés llamado Steve Fox, que debido a la rapidez de sus movimientos y a la pesadez del que lo manejaba en esos momentos, no dejaba a su oponente realizar casi ningún movimiento. Daba igual que manejara el mando con las manos, con los pies o que lo dejara directamente sobre la mesa, la paliza recibida era siempre la misma.

Ahora he conseguido (también a precio reducido, por supuesto) la quinta entrega de la saga, con la emoción consiguiente: nuevos personajes, nuevas historias, nuevos piques... Prepárate, hermanito, que estoy desarrollando un sistema anti Steve Fox para la próxima vez, para que no me seas tan cansino.

25.9.05

Tócate las narices, nene

Esa frase es la que tendrían que decirme tras este fin de semana. Resulta que he conectado por bluetooth (o diente azul, como se prefiera) mi ordenador con el de mi padre, con el noble fin de gorronearle internet, siempre bajo su consentimiento. Para ello, adquirí dos aparatos con el fin de conectarlos, y cuyo radio de acción se reducía a diez metros. La señal que me llegaba una vez que los hubimos conectado (con más mérito de mi padre que mío, todo hay que decirlo) ponía que era débil, por lo que opté por cambiar mi receptor por uno más potente, de 100 metros. Lo cambié. Y la cagué. Yo confiaba en que serían igualmente compatibles, pero cual fue mi sorpresa al comprobar que no fue así. Para empezar, tuve que instalar nuevamente el software, tras lo cual no me iba ni por asomo. Me he pasado todo el fin de semana sin internet en mi pc, y sólo hoy, domingo por la noche (y de nuevo con la habilidad paterna), he sido capaz por fin de arreglar el tema.

Y es que si una cosa funciona, ¿por qué nos empeñamos en cambiarla?

22.9.05

Los paraguas están mal hechos (Teoría de Danilovic)

No voy a entrar en lo típico que siempre se habla de los paraguas, que si saca los ojos, que si se deja por todos lados... no. Eso está muy trillado, yo quiero ir más profundo, y afirmo (totalmente en serio, esto no pretende ser una coña) LOS PARAGUAS ESTÁN MAL HECHOS.

Partamos de una base: El ser humano es prácticamente perfecto. Esto es, tú te partes por la mitad haciendo un "tajo" de arriba a abajo y prácticamente eres simétrico, con la única diferencia interior de que a un lado esta el corazón, en el otro el apéndice etc, pero físicamente eres simétrico. Una segunda base, el paraguas también es simétrico podríamos decir. Es decir, donde engancha el palo con la tela, es la misma distancia para todos los puntos, es como si fuera una circunferencia, que desde el centro hay la misma distancia. Pues aquí radica el primer problema, la construcción del paraguas sería perfecta tal y como está si lo lleváramos en la cabeza, o sea, el palo justo en el centro del cráneo. Pero el paraguas lo llevamos en una mano, esto es, a un lado del cuerpo, esto es, el paraguas no nos cubre todo el cuerpo por igual. ¿Qué pasa? Que el paraguas puede ser de esos enormes, con la dificultad que tiene para manejarse y guardarse. O que puede ser de los normales, e irremediablemente te vas mojando una parte del cuerpo. Y es más, lo que cae del paraguas a tu trozo de brazo que no está cubierto es más que lo que caería si no llevaras nada. Y aún más, el brazo donde llevamos el paraguas está más pegado al cuerpo que el otro brazo, que lo llevaremos en el bolsillo, con lo que, por lógica fisica, una parte del brazo (codo principalmente) irá más salida de lo normal.

Resumiendo, el paraguas cubre más un lado que otro y precisamente cubre menos el lado que va más salido del cuerpo. ¿Solución? Fácil, el paraguas debería estar hecho en forma como de cuña, para entendernos, que tuviera una curva al final para ponerse justo encima de la cabeza el centro del paraguas. Es simplísimo. Esto no es todo, porque como ya hemos dicho, la mano que no lleva el paraguas va en el bolsillo ¿Por qué? Pues porque al menos en nuestro país, cuando llueve suele hacer frío. Quizá no en Mongolia con el monzón, pero aquí sí. Aquí cuando llueve, hace frío. Y ahora están de moda esos paraguas con el palo corto, qué bonitos son ¿eh?. Le das a un botoncito, clock, y se abre. ¡Qué chulada! Eso sí, todo el día como la estatua de la libertad, con la mano en alto, y por supuesto, helada. ¿Por qué no pensamos en el confort? Un palo más largo permitiría llevar el paraguas en el bolsillo con la mano, sin necesidad de tener esta parte del cuerpo tan sensible, a la intenmperie. Es más, encima estos paraguas pequeñitos, llegas a un sitio, los metes en el paragüero (que en el fondo todos sabemos que cuando no llueve es una papelera) y se mete hasta el fondo con lo que es más difícil luego de coger (eso si te acuerdas del paraguas, pero ya he dicho que este tema no lo iba a tocar). Con un palo más largo podrías dejar los paraguas como si fuera un bastón, apoyado en cualquier pared y fácilmente accesible. En fin, este es el tema más banal de todos, pues que con un guante en la mano y un poco de ojo también se puede solucionar.

Otro tema es lo de "para qué quiero el paraguas, ¿para estar parado o para estar en movimiento?". Supongo que todos elegís el movimiento. De hecho lo que hace la gente cuando se para es buscar un sitio donde no se moje y cerrar el paraguas (quizá para no tener la mano helada). En fin, la gente usa el paraguas en movimiento, y claro, las leyes físicas son las que son, y es imposible con la construcción del paraguas actual no mojarse si la lluvia cambia un poco. Lo normal que hace todo el mundo es echarse el paraguas como para atrás, para así no mojarse la parte trasera. Yo creo que esto se evitaría haciendo los paraguas más largos, o con una especie de visera delantera y trasera.

Definitivamente creo que el paraguas está mal hecho. Pero ¿Por qué tiene tanto éxito? ¿Por qué nadie se queja y todo el mundo está de acuerdo? Hay que buscar razones psicológicas. Parece ser que de mojarse a no mojarse hay un paso: Que te mojes la cabeza o que no te la mojes. Si no, no se explica el típico tío que va con el chandal, se pone a llover, se saca la capucha, se la pone en la cabeza y ya va tranquilo. El chandal estará empapado pero tranquilo nene, que la cabeza intacta. O las mujeres que se ponen bolsas en la cabeza. Y ahí sí que tengo que afirmar que el paraguas cumple su función.... Con paraguas, NO TE MOJAS LA CABEZA.

Gracias por la atención prestada, y saludos cordiales.

18.9.05

¿Por qué?

España está jugando en estos momentos (y perdiendo, por cierto) contra Israel en el Europeo de baloncesto de Serbia.

¿Han encontrado alguna incongruencia en esa frase? Evidentemente, y a pesar de que no soy precisamente un experto en geografía, o quizás precisamente por eso, que Israel juegue un Europeo no deja de parecerme curioso. ¿Por qué no lo juega Egipto? ¿O Marruecos? ¿O incluso Irak?

15.9.05

Grand theft auto San Andreas


Ese es el nombre del videojuego que he estado probando los dos últimos días, tras haberlo alquilado en el Blockbuster. La temática del juego es sencilla: Un ex-pandillero llega a su ciudad tras cinco años de ausencia para acudir al entierro de su madre. Tras tomar un taxi le detiene la policía y, tras requisarle el dinero y la maleta, le dejan tirado en un barrio propiedad de los Ballas, banda rival del protagonista, Carl Johnson. La primer misión que tiene el jugador será, pues, llegar a su barrio sano y salvo. Para ello se puede mover absolutamente por donde quiera, y hacer, prácticamente, lo que quiera. Puede ponerse a pegar a la gente por la calle, puede robar un coche... siempre tratando de evitar que le pille la policía y/o alguna banda rival.

Una vez conseguido ese objetivo, tendrá que ir cumpliendo misiones, que se le irán poniendo, como pintar graffittis o cosas por el estilo. Y el juego es tan sumamente adictivo que ayer, cuando lo estuve probando, mi hermana me pidió amablemente que sacara (o sacase) la basura. El contenedor está en la esquina de la calle, y mientras iba para allá, me crucé con algunas personas, a las que pensé por un momento en agredir como si aún me encontrara en el juego. No deja de ser una simple anécdota, pero ¿qué habría pasado si tuviera las facultades mentales alteradas? ¿Es lícito que cualquiera pueda acceder a este tipo de juegos?

Dicho esto, he de reconocer que, como juego, el Grand theft auto San Andreas está muy logrado, pero hay que ser muy cuidadoso sobre quién se acerca a este tipo de diversión y quién puede seguir realizando fechorías una vez apagada la consola o el ordenador.

Cosas de ayer y hoy


Hoy, mientras desayunaba aquí, en casa de mi hermana donde continúo mis vacaciones, he podido ver en el Digital (o Vegetal según algunos), la película "Loca academia de policía". Concretamente, creo que era la segunda parte, pero como son tantas, no lo sé a ciencia cierta. El caso es que me he puesto a verla todo ilusionado, pues cuando era pequeño era una de las sagas que más me gustaban. Pero mientras iba avanzando la acción me he preguntado extrañado que cómo era posible que me gustara eso. Los recuerdos que tenemos de la infancia de algunas cosas cambian totalmente cuando, ya más creciditos, volvemos a ver lo mismo. Por eso hay cosas que es mejor no visionar de nuevo, es mejor quedarnos con los recuerdos de cuando éramos pequeños, que suelen contener mucha más magia y de esa manera, no derrumbar innecesariamente mitos de nuestra niñez.


Y es que cada cosa tiene su momento y su lugar. Si se visita un mismo sitio en dos épocas de la vida completamente diferentes, las percepciones que tendremos de ese lugar serán también completamente diferentes.

14.9.05

Ron Cacique está con el deporte

Leo en el blog del Patito Feo un interesante escrito sobre el ridículo humano, ante lo cual no he podido evitar rememorar mis más grandes actos de esa índole. Y aunque el abanico es amplio, el primero que me ha venido a la cabeza fue una autolesión que me impidió practicar cualquier tipo de deporte durante dos meses, a excepción del socorrido sillón-ball.

La cosa empezó con la boda de mi primo Ignacio, en la albaceteña localidad de La Roda. Ésta se iba a celebrar un sábado, con la peculiaridad de que yo empezaba la liga con mi equipo (La Mirada de Ulises) el día siguiente. Por lo tanto, y con el fin de comenzar de manera correcta el campeonato, quedé con mi tío en salir el domingo temprano (a las 9 de la mañana) rumbo a Madrid para llegar a tiempo (el partido daría comienzo a eso de la una de la tarde, por lo que había margen de sobra). Todo estaba debidamente planificado. ¿Todo? No.

Yo no contaba, dada mi inexperiencia en actos sociales de este tipo, con la barra libre que sigue al banquete, y una jauría de fieros cubatas de Cacique con Coca Cola, que era lo que bebía yo en aquella etílica época de mi vida, se aprovecharon de ello para hacer de mí lo que quisieron. El caso es que llegué a la habitación del hotel a eso de las cinco de la mañana, en un estado que podría definirse perfectamente como lamentable. Metí la llave en la cerradura como buenamente pude y entonces fui abducido. Sólo así podría explicarse que mi recuerdo siguiente a este hecho fue el de despertarme en la cama, en calzoncillos. El despertador estaba realizando su función, y una vez despierto pude comprobar sorprendido que había dormido con las luces de la habitación y del baño encendidas, así como la televisión, que estaba deleitando a los televidentes con un ameno y entretenido episodio de Magilla el gorila. Pero aún más sorprendido me quedé cuando pude comprobar que me había quitado las lentillas de manera correcta, acto que requiere de una gran precisión. Tras esto hice un intento (en vano) de meterme en la ducha, tal era aún mi estado. Creo que si en ese momento me hubieran (o hubiesen) acercado una cerilla al cuerpo, podría haberme inflamado como si de una queimada se tratara (o tratase).

Aparecí en el hall del hotel, lugar de reunión con mi tío, media hora tarde, sin haberme podido duchar y, a juzgar por la reacción de mi familiar, con un lamentable aspecto exterior (el interior era peor aún, sin duda). Partimos rumbo a la capital, yo con la ventanilla bajada y casi sacando la cabeza fuera al más puro estilo Ace Ventura para que me diera el aire, lo cual no impidió que me diera algún que otro mareo. No obstante llegué a eso de las doce y cuarto al campo en el que tendría lugar el debut futbolístico de la temporada. Es decir, me daba tiempo a calentar (como si no estuviera bastante caliente ya). Durante este calentamiento, pude comprobar, así como cualquiera que se estuviera (o estuviese) fijando, lo lamentable de mi situación. Cada vez que realizaba un tiro a puerta, el balón salía como un obús de mi pie en cualquier dirección que nunca coincidía con la de la portería. Mal presagio.

Y empezó el partido. Yo deambulaba por el campo con la esperanza y la convicción de que ese mareo constante y molesto se me terminaría pasando y que todo volvería pronto a la normalidad. Hasta que un compañero hizo una falta en el centro del campo (hablo del minuto 2 de partido) y yo no tuve otra idea mejor que despejar el balón lo más lejos posible, aún no sé bien para qué, puesto que con 0-0 y en el segundo minuto de partido, poco tiempo iba a perder. Pero lo hice. Miré el balón que venía mansamente hacia mi posición, me puse en postura de patadón y lancé la pierna. Dolor. Mucho dolor. El balón siguió con su trayectoria impertérrito, mientras mi pie lo había confundido con el suelo. Le había dado una patada al suelo con todas mis ganas. Y eso duele, vaya si duele. Quejumbroso pedí el cambio, retirándome del campo a la pata coja. Al llegar al banquillo, un compañero que no había visto el terrible lance me preguntó que qué me había pasado. "¿Es que no has visto la patada que me ha dado el 4?", fue mi respuesta, intentando evitar el ridículo. Vano intento. Otros sí lo vieron. Y se rieron. A pesar de que no pude jugar en dos meses, se rieron. Yo habría hecho lo mismo.

Lo bueno de aquello fue que el pedo se me había pasado de golpe. No de la forma en la que yo pensaba, pero se me pasó. Lo malo es que aún no he aprendido la lección. No sé si el error fue jugar al fútbol ebrio o la intención que tuve de perder tiempo en el minuto dos. Por si las moscas, no he vuelto a hacer ni una cosa ni otra.